En el lío del Partido Popular, José Luis Martínez-Almeida nunca quiso ser Mambrú. Lo enviaron a la guerra sin preguntar. A lo largo de este mes, el alcalde de Madrid se ha visto inmerso en una guerra de filtraciones en la que poco ha podido hacer. La dureza de las embestidas de Isabel Díaz Ayuso a Pablo Casado y viceversa han invisibilizado cualquier postura intermedia.
"Se le ve en la cara", cuenta un amigo y compañero de Almeida. Esta fuente describe un panorama tan enfangado que al alcalde le resulta imposible abordarlo en público. Todo es demasiado oscuro, demasiado "ruin". Otro veterano miembro del Partido Popular –también sumergido en la batalla– reconoce que las trifulcas anteriores "nunca habían alcanzado tal grado" de chabacanería.
"Lo que más le cabrea a José Luis es que se le esté utilizando. Él no quiere saber nada de todo este asunto", cuenta otro compañero de partido que lo trata mucho. ¿Y cómo se le utiliza? "Dibujándole como un candidato alternativo a Ayuso para presidir el PP de Madrid. ¡Pero si no quiere presentarse!".
Almeida tiene clara su apuesta: una tercera vía. Lo dijo desde el principio: prefiere "un contrapoder", alguien que dirija la organización sin liderar al mismo tiempo la Comunidad o el Ayuntamiento. "Está convencido de ese modelo porque el otro, el habitual, no funcionó en tiempo de Aguirre y Gallardón. Las cosas acabaron como acabaron", precisa un colaborador del alcalde.
Almeida es amigo de Ayuso desde hace mucho tiempo. Ahí queda el colegueo de su campaña y el famoso "partners" con el que se describen. El propio alcalde trasladó a la presidenta de la Comunidad su apuesta. Sin intermediarios.
"Pero entonces entró Génova en todo esto", lamenta otro compañero de Almeida. "Casado deslizó su nombre como alternativa porque es el único modo de que Ayuso no presida el partido". ¿Y qué ocurrió entonces? "José Luis tuvo que callar. O mejor dicho, no pudo borrarse con toda la franqueza que le hubiera gustado".
Una cuestión de "lealtad"
Porque si a un lado está la amistad con Ayuso, en el otro está la lealtad a Casado. Almeida es un abogado del Estado, un hombre al que la ley y las jerarquías, como le sucede a Luis Alberto de Cuenca, le generan "tranquilidad".
El disciplinado Almeida sabe que le debe su alcaldía a Casado, que le confió la candidatura al Ayuntamiento cuando nadie daba un duro por él. "Eso hace que siempre vaya a proteger los intereses de Pablo. Esa es una de las claves del asunto", refiere otra de las fuentes consultadas por EL ESPAÑOL.
¿Y qué quiere Casado? De momento, Génova sigue colocando el nombre de Almeida en las intervenciones que tienen que ver con la presidencia del PP de Madrid. El presidente de los conservadores, en un desayuno informativo acaecido en septiembre, dijo "no decantarse entre uno y otro". Aquello fue la manera implícita de crear un dilema hasta entonces inexistente. Nadie tenía que decantarse porque Almeida no había dado ningún paso.
Para más inri, Almeida es portavoz nacional del partido y, orgánicamente, su voz, como el cargo indica, debe ser la voz de Casado. "Es todo muy complejo, pero al final se queda en tierra de nadie, sin explicar su verdadera postura. ¡Están poniendo su prestigio personal al servicio de la causa! Y se lo pueden cargar", apostilla otro miembro de su entorno más cercano en charla con este diario.
¿Quién lo pone en juego? Génova –siempre según estas fuentes–. ¿Cuál es la causa de Génova? Evitar que Ayuso tome el poder de la organización en la Comunidad de Madrid.
Almeida, "harto de la situación", movió ficha. Fue a la Puerta del Sol a comer con su "amiga" Ayuso. Le dijo lo de siempre: que él quiere una tercera vía, que no la quiere a ella como presidenta del PP madrileño, "que esta guerra es absurda" y "que puede tener efectos muy negativos". También le dejó entrever que no está detrás de quienes le promocionan como candidato a unas primarias.
Están siendo semanas "muy duras" para el alcalde. Sobre todo en lo personal. Porque no conviene olvidar que esta guerra, la del PP madrileño, es una guerra "entre amigos". Almeida trabajó concienzudamente su imagen de "alcalde de todos" durante la pandemia. Aquello le funcionó y la izquierda que lo ridiculizaba pasó a piropearlo. Ahora, envuelto en el tiroteo de partido, su perfil de gestor se difumina.
Pero los colaboradores más estrechos de Almeida identifican "un problema más"; "un problema evidente". Al silencio forzado del alcalde se unen "unas filtraciones que parece que vienen de él, pero no vienen de él". ¿Y eso qué significa? Señalan a Ángel Carromero, exlíder de las juventudes conservadoras y ahora contratado como asesor municipal.
"Sin embargo, él habla por boca de Génova. Está a las órdenes de Teo, y no de José Luis. Todo eso genera mucha confusión", se queja un íntimo de Almeida.
"Esta pelea no puede arrastrar a todo el mundo. ¡No debe! Tienen que parar ya. Además, los golpes a José Luis ni siquiera están consiguiendo salvar a Pablo. Todo es un desastre. José Luis no quiere ir a las primarias de ningún modo. Pero ni por el forro". ¿Y si se lo pide Casado? Entonces la lealtad alcanzará su prueba de fuego.
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