Los participantes en la "Cumbre de Madrid" de la extrema derecha, con representantes de Austria, Rumanía, Bélgica, Bulgaria, Francia, Italia, Hungría, Estonia, Polonia, España... se conjuraron para unir sus dos grupos políticos en el Parlamento Europeo. Si no de manera efectiva, sí trabajar por una coordinación de posiciones y votos.
Unidos, los 70 escaños ultraderechistas de Identidad y Democracia (Lega, Agrupamiento Nacional, AfD, FPÖ, Vlaams Belang...) y los 64 de los Conservadores y Reformistas (Vox, Fratelli, LKR, SD, PNTCD, Solución Griega, IMRO...) sumarían más eurodiputados que los liberales, y se quedarían sólo a 15 del segundo grupo, los Socialdemócratas del PSOE.
Este sábado, Santiago Abascal ofició de anfitrión, y convirtió a Vox -sin presidir ni el Gobierno ni una CCAA ni una sola gran ciudad española- en el referente principal de estos partidos en Europa. Emergente, rivalizando con el centro derecha tradicional en la cuarta democracia de la Unión Europea... y sobre todo, capaz de articular un mensaje unitario entre dos grupos enfrentados. Más aún en un momento de zozobra europea con la amenaza rusa a las puertas de Ucrania.
La declaración común firmada por todos los invitados ha sido un indudable éxito de Abascal, que ha sabido encontrar el punto común para que los dos primeros ministros más amigos pero más enfrentados en el expediente Putin quedaran contentos.
A pesar de que unos son ultraconservadores, otros nacionalistas, unos más nacionalcatólicos y alguno simplemente autoritarios, todos comparten una visión euroescéptica, contestataria y, por tanto, en cierto modo antisistema. No son encapuchados con vaqueros y zapatillas tirando piedras a la policía en la calle, sino señores y señoras de trajes caros pisando moqueta. Los reunidos este sábado en Madrid, con Abascal de maestro de ceremonias en la cumbre de los "patriotas europeos", han sabido hallar los fundamentos de su internacional nacionalista soberanista y antieuropea.
No sólo llagaron con ideologías y herencias muy distintas. También pertenecen a familias enfrentadas en el parlamento europeo. Es más, si hay un tema de actualidad que los podría dividir ése es Rusia, su política exterior y su amenaza actual -con 120.000 soldados, tanques, blindados, artillería y misiles- a las fronteras de Ucrania.
Pero la reunión sirvió, curiosamente, para que elementos tan distintos de la extrema derecha europea se concierten, al menos de palabra, en un comunicado común. Tanto Polonia -enemiga genética- como Hungría -amiga y socia- acusaron a Rusia y sus "acciones militares", que acercan una guerra en suelo europeo. Ellos y los demás criticaron la "descristianización" de la Unión Europea y su deriva "suicida", contraria a la "soberanía nacional y, por tanto, a la democracia".
En su intervención inicial, Abascal denunció el "proceso de destrucción" de las clases medidas y populares, "claves para garantizar la estabilidad y convivencia de las naciones", y la "extraña alianza" que a su juicio existe entre "la izquierda más radical y los grandes poderes económicos", con "consecuencias gravísimas para los pueblos".
Y después todos juntos, centraron sus mensajes en "la defensa al sector primario europeo", un mensaje que alimenta a Vox en la campaña de Castilla y León.
Además, constataron la necesidad de "reindustrialización y políticas demográficas y de natalidad", en las que Abascal señaló -de nuevo- a Polonia y Hungría como ejemplos a seguir: en Polonia es ilegal abortar casi en cualquier supuesto; y en Hungría las presiones sociales han logrado que su ley -mucho más permisiva- no se aplique con libertad como en el pasado, y se han reducido en un 50% las interrupciones voluntarias del embarazo desde 1992.
Pero lo que es más importante para estos partidos: llegaron a un acuerdo para coordinar las posturas de los Conservadores y Reformistas (Vox) y los pertenecientes a Identidad y Democracia (el partido de Le Pen, Agrupación Nacional, por ejemplo) en el Parlamento Europeo.
En adelante, ambas formaciones intentarán consensuar sus votos. Estas formaciones sí comparten la defensa de "la soberanía, la libertad y las tradiciones" de los Estados que forman la Unión Europea. Y celebraron en Varsovia en diciembre del pasado año su primera cumbre con el objetivo de estrechar su relación, pero el éxito no fue comparable.
"Hay una amenaza creciente que trata de transformar la Unión en un mega Estado ideologizado; una corporación que desprecia la identidad y la soberanía nacional y, por tanto, la democracia, la pluralidad y los intereses de la ciudadanía de las naciones que conforman la Unión", denunciaron en la declaración salida de su segundo encuentro.
Crisis de Ucrania
Quienes más podrían verse separados son los primeros ministros de dos aliados actuales en Europa, Hungría y Polonia: Viktor Orbán (Fidesz, Unión Cívica Húngara) es amigo personal de Vladímir Putin, y su Gobierno hace negocios con Moscú. Por su parte, Mateusz Morawiecki, lidera un partido, el PiS (Ley y Justicia) con odio cerval al vecino ruso, como corresponde a una formación nacionalista polaca.
Sin embargo, todos los "conservadores y patriotas" europeos han firmado una declaración conjunta en la que denuncian que "las acciones militares de Rusia en la frontera oriental de Europa han conducido al borde de una guerra".
Pese a sus diferentes sensibilidades respecto a Rusia, los reunidos han apostado por "trabajar para garantizar que las naciones de Europa actúen solidariamente ante la amenaza de agresiones externas". "La solidaridad, la determinación y la cooperación en materia de defensa entre las naciones de Europa son necesarias ante tales amenazas", reza el texto.
Y es que si algo une a estas formaciones no es su sentir europeo, sino precisamente ese no-sentir-europeo. En el cónclave presidido por el líder de Vox, y en el que también han participado Orbán, Morawiecki, o la líder de la francesa Agrupación Nacional, Marine Le Pen, se ha remarcado que la única posición común europea debe ser la de que "naciones fuertes hagan oír su voz ante cualquier amenaza externa". Y si hay que agrupar fuerzas, que la unión sea por "solidaridad".
El texto del comunicado conjunto tiene equilibrios evidentes. Como el que ha tenido que reconocer, a la salida, el propio Orbán. Su visita la semana que viene a Moscú le ponía en una posición incómoda, precisamente en plena precampaña para la que sería su tercera reelección consecutiva: lleva 12 años seguidos en el poder desde 2010, después de otro periodo como primer ministro entre 1998 y 2002.
A su salida de la llamada "Cumbre de Madrid", Orbán ha situado en la normalidad su inminente cita con el presidente ruso. Ha asegurado que mantienen estos encuentros "una vez al año" y ha insistido en centrar su mensaje en "llamamientos a la desescalada y búsqueda de la paz".
A pesar de que esas palabras coinciden, letra a letra, con las que pronuncia el Alto Representante de la UE, Josep Borrell, y todos los ministros de Exteriores y de Defensa de los Veintisiete, la declaración conjunta de los reunidos denuncia la "ineficacia" de la diplomacia de la Unión Europea. Es más, sostiene que "cada nación debería tener una voz fuerte y solidaria para preservar la paz, la integridad territorial y la inviolabilidad de las fronteras de las naciones europeas".
Tras la cumbre, el portavoz político de Vox, Jorge Buxadé, aseguró que cada participante ha expuesto su postura sobre la crisis de Ucrania de manera "libre y transparente" y han coincidido en constatar "preocupación" por la política exterior de Rusia y también por esa mentada "falta de una posición común europea".
"Hemos hecho una expresa manifestación de solidaridad con cualquier nación ante cualquier amenaza externa", ha explicado. Y como era de prever, ha tenido que aclarar que los primeros ministros de Polonia y Hungría han tenido una "total conjunción" en cuanto a la valoración de la situación actual.
Ni es real del todo la "unidad" de la Unión Europea, expresada casi como parapeto ante la crisis, en busca de no ofrecerle un flanco al agresor ruso; ni es cierta esa coordinación entre los partidos impugnatorios del proceso integrador europeo, reunidos en Madrid.
Una cosa son las conclusiones del Consejo Europeo del lunes pasado o la declaración conjunta de este sábado, y otra la realidad: el eje francoalemán es reticente a la disuasión que abandera EEUU con España e Italia más comprometidos; y Budapest es aliado comercial y militar de Moscú, lo mismo que Varsovia mira al este con aprensión, miedo y reclamando amparo militar de la OTAN.
Natalidad, fronteras y energía
A su juicio, la Unión Europea está en peligro de "alejarse de los ideales europeos cristianos sobre los que se fundó" y, por tanto, se comprometieron a "defender Europa de las amenazas exteriores e interiores".
"Haremos frente a las corrientes que propugnan una Unión Europea ajena a su historia y que, apartadas de la realidad, conducen al suicidio demográfico y a la transformación poblacional", marcaron como objetivo.
Llegaron, por tanto, a acuerdos para el apoyo a políticas que fomenten la natalidad, la protección de las fronteras y "libertad de disponer de energía, de industria y de un sector primario fuerte", bajo el principio de "preferencia comunitaria" para que las mercancías producidas en Europa tengan prioridad sobre la mercancía de terceros países. Una especie de Europa para los europeos... pero cada uno desde su nación.
También denunciaron la "política inmigratoria de la Unión Europea" y proponen la firma de acuerdo con terceros países para que los inmigrantes con condenas judiciales las cumplan en sus países de origen, además de intensificar el retorno de todos los inmigrantes que entran ilegalmente en territorio comunitario.
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