En la noche en la que los barones entregaron el destino del PP a Alberto Núñez Feijóo, convertido en nuevo líder nacional para sofocar los incendios de la calle Génova, Isabel Díaz Ayuso decidió irse al Wanda Metropolitano para asistir al Atlético de Madrid-Manchester United.
No había una silla para la ganadora de las elecciones del 4-M, la mujer que echó de la política a Pablo Iglesias y devolvió la ilusión a los votantes del PP, en la sala de reuniones de la séptima planta: allí Pablo Casado permanecía reunido con los presidentes regionales del PP para pactar el traspaso de poderes a Feijóo. Y Ayuso no es presidenta regional del PP.
Por eso acudió en representación de los populares madrileños el todavía presidente de la gestora, el senador Pío García Escudero, un hombre de la vieja guardia de Rajoy.
Ayuso, confesa madridista, decidió darse un baño de masas en el Wanda Metropolitano para poner de relieve el divorcio entre la maquinaria del partido y la realidad de la calle. Reclamada para salvar la campaña de Mañueco en las elecciones de Castilla y León, pero excluida de las decisiones trascendentales del partido. El fin de la era Casado.
Las ausencias
Hubo otras ausencias en el cónclave popular, como la del presidente del PP de Cataluña, Alejandro Fernández, y la líder de Baleares, Marga Prohens, que no viajó por lo avanzado de su embarazo.
Fue la noche del miércoles la enésima jornada histórica en la esquina de la calle Génova 13, en la mastodóntica sede que Pablo Casado quería vender para desprenderse de la losa del caso Gürtel y del fantasma de Mariano Rajoy. Otra herencia envenenada que tendrá que gestionar Núñez Feijóo.
Tras una semana de vértigo, los vecinos de la calle Génova están cada vez más enganchados al psicodrama del PP: curiosean entre los cerca de 80 periodistas que hacen guardia a la puerta del partido o sacan el perro a pasear para ver si se cruzan con el futuro presidente del Gobierno, sea quien sea y tarde lo que tarde.
"Estamos viendo un trozo de historia de España", dice una señora al pasar junto a los tres furgones de Policía Nacional, que hoy refuerzan la seguridad de la sede ante la llegada de varios presidentes autonómicos. Y es el mejor síntoma de que los barones son quienes realmente tienen poder en el PP.
Como Rafa Nadal
Aunque la reunión estaba convocada para las ocho de la tarde, Alberto Núñez Feijóo llega una hora antes, para conversar en solitario con Pablo Casado, que debe mostrarle las claves del botón nuclear. El que detonó el pasado viernes en la entrevista con Carlos Herrera, en la que vertió contra Ayuso graves acusaciones. Fue el punto de no retorno.
Luego comienzan a llegar otros líderes autonómicos del partido, con llamamientos a la unidad y elogios al carisma de Núñez Feijóo. El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, es el más conciliador: se confiesa "triste" ante el "gravísimo problema" que sufre el PP y aboga por resolverlo con "voluntad, cabeza y corazón".
Carlos Iturgaiz comprende que los militantes estén "decepcionados y enfadados" por el espectáculo ofrecido durante los últimos días y pide a Pablo Casado que se eche "a un lado".
El alcalde de Zaragoza y nuevo presidente del PP de Aragón, Jorge Azcón, compara a Núñez Feijóo con Rafa Nadal porque, "con cuatro mayorías absolutas" en su currículum, es el que mejor puede garantizar el éxito del PP en las urnas.
Los cerca de 80 periodistas que aguardan han abierto, entre empujones, un pasillo para que los líderes autonómicos se detengan a hacer declaraciones. Ninguno aclara a esas horas si Feijóo competirá en igualdad de condiciones con cualquier otro afiliado que reúna el centenar de firmas exigidas, en el congreso extraordinario previsto para el mes de abril. La decisión deberá hacerse oficial en la Junta Directiva Nacional convocada para el próximo martes.
La "agonía" de Buruaga
La presidenta del PP de Cantabria, María José Sáenz de Buruaga, se pone especialmente dramática: insta a "poner fin a esta agonía y cerrar la crisis que nos está desangrando".
A su juicio, la solución pasa por "un liderazgo fuerte capaz de recuperar la confianza y la ilusión de los ciudadanos, capaz de tenernos a todos detrás". El caso de Sáenz de Buruaga es paradigmático: declarada sorayista, se transformó en casadista en las primarias de 2018 y hoy ve la tabla de salvación del partido en el político gallego. La mejor metáfora de los tiempos convulsos que vive en PP.
La conversación entre Pablo Casado y Núñez Feijóo se prolonga durante más de una hora y media hasta que, a las 20:50 horas, se sientan a su alrededor el resto de líderes autonómicos para debatir el futuro del partido. En el cónclave popular se escuchan varias voces que reclaman que Casado dimita esta misma noche, para abrir cuanto antes la etapa que debe liderar el presidente gallego.
Mientras los periodistas de televisión entran en directo desde la esquina con Zurbano, el PP abre su sala de prensa al resto. Esta vez, la dirección popular muestra más compasión que el pasado lunes, cuando los informadores permanecieron durante nueve horas haciendo guardia en la calle, para recibir finalmente un escueto comunicado de tres líneas por whatsapp.
Van cayendo las horas, nos acercamos al final del día y sigue sin haber fumata blanca. Aunque pocos dudan de que es la imagen de Feijóo la que brilla ahora en la fachada de Génova 13.
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