Cuando Pablo Casado se levantó y, con la mano en el corazón, dijo adiós a su bancada del Congreso, vio bajo las mascarillas los rostros de quienes le prometieron estar con él "hasta el final"... y no lo hicieron. El presidente del PP, acorralado por su propia gestión, intentó resistir hasta el final. El punto de inflexión, la decepción emocional, llegó al poco de concluir el Comité de Dirección del lunes por la noche.
Así lo explica un dirigente del PP que se ha mantenido fiel a su jefe. En esa reunión, "todos hablamos a calzón quitado". Son palabras de uno de los presentes. Casado palpó el descontento, pero era todavía, con contadas excepciones, un descontento "leal".
El presidente de los conservadores creyó que el acuerdo rascado –porque hubo mucho que rascar– al anochecer iba a granjearle una salida honrosa y, por qué no, la posibilidad de volver a presentarse en un Congreso extraordinario. Porque el consenso alcanzado fue el siguiente: convocar una Junta Directiva que, a su vez, marcara la fecha de tal Congreso extraordinario.
Sin embargo, muy poco después de que los supuestos fieles abandonaran la sede de Génova, llegó un reguero de tuits y comunicados. Comenzaba el escarnio a Casado. Orquestado, entre otros, por los compañeros que le habían tendido la mano.
Fuentes del entorno de Casado señalan que ese gesto fue "la mayor decepción" de las acaecidas desde el inicio de semana. En cambio, pese a la tensión, pudo salvar su amistad con Teodoro García Egea, que ya está fuera de la dirección.
"El Comité Nacional es el órgano de máxima confianza. Lo nombró el propio Casado. Lo estudió mucho. Que se hayan portado así con él...", aseguran las fuentes consultadas. La presión de los barones, por contra, sí la vio venir el líder del PP y la daba por descontada.
Todos los miembros del Comité –con la excepción de Pablo Montesinos, Ana Beltrán y Antonio González Terol– consideraron que la gestión de Casado había alcanzado tal punto que podía hundir, no sólo su liderazgo, sino al partido por completo. Se referían a las acusaciones vertidas sobre Díaz Ayuso en la Cope, donde no aportó pruebas concluyentes. Y actuaron en consecuencia.
Conversaciones a la espalda
Javier Maroto, por ejemplo, fue rescatado por Casado de la etapa anterior. Es el portavoz en el Senado. Aceptó el acuerdo del Comité. Seis días antes se había referido a su jefe como una estrella de la "ejemplaridad". Utilizó su cuenta de Twitter para airear lo que había reclamado en el seno de la reunión.
Otro tanto hizo Andrea Levy, que además de un tuit similar al de Maroto, presentó su dimisión en la estela de la de su jefe directo, el alcalde José Luis Martínez-Almeida. La concejala de Cultura se apartaba así de Casado justo antes de que cayera.
Jaime de Olano, vicesecretario de Organización y miembro del Comité, fue incluso un paso más allá. Se sumó al comunicado que pedía una gestora hasta que se celebrara el Congreso extraordinario.
En la misma línea actuó Dolors Montserrat, portavoz en Europa, que llegó a hablar de "inacción" y de "agonía". Hasta Cuca Gamarra, que se sienta a la derecha de Casado en el Congreso en calidad de portavoz, publicó un mensaje en la misma línea.
Igual que Ana Pastor, una de las pocas fieles a Rajoy que Casado situó en su círculo de confianza. Es más, la eligió para ser vicepresidenta del Congreso. No hubo diferencias entre su tuit y el de sus compañeros. Más presión para Casado.
El presidente del PP se dio cuenta de que, tras el Comité, hubo conversaciones a sus espaldas. Porque los mensajes referidos estaban cortados por el mismo patrón. Pero, fuera de aquella sala de la calle Génova, había alguien que estaba a punto de sumarse a la rebelión del grupo parlamentario: Pablo Hispán.
Este diputado fue jefe de gabinete de Casado hasta el pasado mayo. "Era su hombre de máxima confianza. Estuvo a su lado en momentos clave. No imaginábamos que fuera capaz de algo así. Ha sido tremendo", cuentan en el entorno del todavía presidente del PP.
A Casado, cuyo viacrucis todavía no ha concluido, le queda un consuelo: haber salvado su amistad con García Egea. Cuando llamó al secretario general para que dimitiera, éste se resistió. Pero acabó cediendo para que su amigo pudiera obtener una salida digna. Ese es el precio que le exigía, por ejemplo, la gran mayoría de diputados del PP.
Mucho se especuló con lo que iba a decir García Egea en La Sexta, pero sólo tuvo buenas palabras para Casado. La mañana de este miércoles, tras lo sucedido en el Congreso, se vieron las caras en Génova.
Juntos empezaron, en un banco de El Retiro, su camino a la presidencia del PP. Juntos, con una diferencia de pocos días, la han terminado.
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