Después de que Marruecos haya firmado los 1.600 millones de euros de ayudas europeas para los próximos cinco años, y tal como anticipó este periódico, el descongelamiento de las maltrechas relaciones entre España y Marruecos ha dado comienzo. Pedro Sánchez ha cedido a las pretensiones de Mohamed VI y ha cambiado la histórica posición de España respecto al conflicto de la soberanía del Sáhara Occidental.
Según han confirmado a EL ESPAÑOL fuentes del Ministerio de Asuntos Exteriores, el presidente del Gobierno ha enviado una carta al rey de Marruecos. Minutos antes, el gabinete de Mohamed VI anunciaba que España reconocía su solución de dar autonomía, siempre dentro de la soberanía marroquí, a la antigua provincia española como "la base más seria, realista y creíble" para resolver el eterno conflicto.
Ahora, según ha podido saber este periódico, se espera una reacción del Gobierno español a lo largo de la tarde de este viernes.
"España considera la iniciativa de autonomía marroquí, presentada en 2007, como la base más seria, realista y creíble para resolver la disputa", es la frase textual que reproduce el Gabinete Real de Rabat.
Sánchez, también subraya en la misiva "los esfuerzos serios y creíbles de Marruecos en el marco de las Naciones Unidas para encontrar una solución mutuamente aceptable".
En su mensaje a Mohamed VI, el presidente español afirma que Marruecos y España "están indisolublemente unidos por afectos, historia, geografía, intereses y una amistad compartida"... y no olvida la faceta económica: "La prosperidad de Marruecos está ligada a la de España, y viceversa".
Y ahí está la clave, pues la frase recuerda a la que pronunció el rey alauí a finales del agosto pasado, cuando anunció la apertura de "una nueva era en las relaciones con España" basadas en "el reconocimiento mutuo y los intereses compartidos".
De forma diplomática, Sánchez apunta en su carta al conflicto abierto entre Rabat y Argel, que rompieron relaciones el pasado 23 de agosto... sólo tres días después del discurso de amistad del rey marroquí hacia España. El cierre temporal del segundo gasoducto entre Argelia y España, que pasa por Marruecos y suministraba más caudal de gas natural que la vía directa aún abierta, supuso un riesgo cierto de desabastecimiento para nuestro país.
Ahora, en plena guerra de Rusia contra Ucrania, y con los precios de este combustible disparados, Madrid trata de suavizar sus tensiones con Rabat para favorecer un arreglo entre sus dos vecinos del sur. De ahí el empeño en destacar "la prosperidad" y el "destino" compartidos.
La carta de Sánchez continúa, así, proclamando que "nuestro objetivo es el de construir una nueva relación basada en la transparencia y la comunicación permanente, el respeto mutuo y el respeto a los acuerdos firmados por ambas partes, la abstención de toda acción unilateral para estar la altura de la importancia de todo lo que compartimos".
Crisis de Ceuta
En todo caso, Pedro Sánchez habló hace ahora 12 días con el presidente argelino, Abdelmajid Tebboune, que le garantizó una "alianza estratégica con España". Y no hay que olvidar que el actual enfrentamiento entre Marruecos y Argelia y el de Madrid con Rabat nació del "favor diplomático" que la entonces ministra Arancha González Laya le hizo a Argelia acogiendo al líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, para tratarlo de Covid en un hospital español... a espaldas de Marruecos.
Sólo 10 meses después de aquello, tras el asalto de más de 10.000 personas a la ciudad autónoma de Ceuta alentado por las autoridades marroquíes, España ha dado un viraje de 180 grados a uno de los asuntos claves de su política exterior.
Entonces, la reacción rápida de Sánchez fue coger un helicóptero y aterrizar en Ceuta, para dejar claro que su Gobierno defendería "con todos los medios disponibles" la integridad territorial de España. Pero no fue hasta que las instituciones europeas tomaron las riendas que Rabat comenzó a ceder.
La embajadora europea en Rabat llamó por teléfono al ministro Nasser Burita, jefe de la diplomacia marroquí, para amenazar con "cortar todas las ayudas" a su país. A la vez, el Parlamento, la Comisión y el Consejo europeos, junto con los primeros ministros de los Veintisiete apoyaron a España.
Ahora, tras 10 meses de tensiones nunca resueltas, sin embajadora marroquí en España, el Gobierno de Sánchez se desdice de sus declaraciones y afirmaciones mantenidas hasta ahora: "Nunca cambiaremos nuestra posición en el conflicto del Sáhara", confirmaban hasta ayer fuentes de Moncloa y Exteriores.
Pero desde este viernes 18 de marzo, todo es distinto.
Entre otras cosas, porque el presidente de EEUU, Joe Biden, no ha cumplido con lo que de él esperaba Moncloa. La Casa Blanca no ha revertido el reconocimiento de la marroquinidad del Sáhara que dejó cerrado Donald Trump pocos días antes de abandonar Washington.
Tampoco Francia ha movido un milímetro sus posiciones de alianza con Marruecos, sólo matizadas durante (y por) la crisis de Ceuta. Pero es que además, como colofón, el primer movimiento de política exterior del nuevo canciller alemán, Olaf Scholz, fue restablecer relaciones con Rabat y dar por asumida la soberanía marroquí del Sáhara. Un movimiento a espaldas de Moncloa que sentó muy mal en el entorno de Sánchez y que ha terminado de empujarle a dar este paso histórico.