Pieyre-Alexandre Anglade (París, 1986) forma parte de esa estirpe de jóvenes talentos que Emmanuel Macron ha congregado a su alrededor. Filósofos, historiadores, abogados... Casi todos nacidos intelectualmente en la Sorbona y en Sciences Po. No han cumplido los cuarenta y encarnan funciones tan reseñables como la portavocía del gobierno o el liderazgo en Europa. El propio Macron, ¡el más mayor!, tiene 44.
Antes de enrolarse en el macronismo, Anglade jamás había coqueteado con la militancia. Era una suerte de antónimo a esos dirigentes de su edad que inundan los partidos tradicionales españoles. Sin embargo, en 2016, vio algo distinto en esa República en Marcha y se unió a ella. Antes, trabajó principalmente en los gabinetes de las instituciones europeas.
Una vez fichado, Anglade, de aspecto juvenil y verbo ágil, fue el encargado de construir el movimiento de Macron en Europa. Dibujó un mapa de relaciones con los partidos liberales del continente. Hoy es diputado en la Asamblea Nacional en representación de los franceses residentes en el Benelux (Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo).
Concede esta entrevista a menos de diez días para la segunda vuelta de las presidenciales. Reitera que el "cordón sanitario sólo debe aplicarse a la extrema derecha" por ser el "partido del odio". Del otro extremo, de los votantes de Mélenchon, dependerá el desenlace.
Anglade desgrana a lo largo de la conversación los fundamentos de una República francesa que considera en juego. Reconoce que Le Pen, al contrario de lo que sucedió en los anteriores comicios, sí tiene una oportunidad.
Niega que Macron sea el "candidato de los ricos" y, aunque reconoce que el voto de Le Pen resulta "homogéneo" en la clase obrera, dibuja al actual presidente como el hacedor de mejoras para los más vulnerables.
Es curiosa la paradoja que atenaza a Francia: por un lado, Macron es el dique frente a los extremos. Pero al mismo tiempo el Gobierno no consigue aliviar el auge de esos extremos.
Las sociedades europeas atraviesan un momento de grandes dudas. Y eso acarrea grandes transformaciones: convulsión en el mundo del trabajo, la revolución digital, el cambio climático, el regreso de la guerra a Europa, la pandemia… Francia no es ajena a todos esos trastornos.
Y Francia duda sobre el futuro.
Existe esa duda. Y a veces se traduce en un voto-protesta, en un apoyo a la extrema izquierda y a la extrema derecha. Hemos trabajado mucho en los últimos cinco años para mejorar la vida de los franceses. Hemos logrado grandes cosas en términos de. empleo y de poder adquisitivo. Debemos seguir trabajando.
Es decir: usted concibe que esos “extremos” se desinflan cuando “mejora la vida de la gente”.
Sí. Cuando la gente tiene acceso al empleo, cuando mejora el sistema sanitario, cuando mejora el sistema educativo, cuando se acelera la transición ecológica… Llevamos librando esta lucha desde 2016 y queremos seguir haciéndolo esta próxima legislatura. La lucha contra la extrema derecha no se gana en unos pocos años. Se trata de una profunda batalla contra un mal muy arraigado. Debemos ir a la raíz.
Esta vez, al contrario que en las elecciones anteriores, Le Pen sí tiene una oportunidad de ganar. Lo reconoció usted en una entrevista el otro día.
Yo no hago predicciones. Será el pueblo francés quien decida el próximo 24 de abril.
No, no, pero usted el otro día dijo que Le Pen sí tiene una opción de victoria.
Es posible. Pero Macron también creció en la primera vuelta respecto a las elecciones de 2017. Esto también es un síntoma de la confianza de la gente en el presidente y en nuestro proyecto. No existe la fatalidad, no sentimos esa fatalidad referida a una posible victoria de Marine Le Pen. Trabajamos sobre el terreno todos los días para convencer a los franceses. Con la señora Le Pen al frente de Francia…
Vamos a eso: ¿cómo cree que sería Francia con Le Pen al frente?
Es un proyecto que busca encoger a Francia y desmantelar a Europa. ¡Cuando Europa es hoy más necesaria que nunca! Macron defiende la fuerza del actual modelo y la singularidad de los valores franceses. Le Pen es el pasado, una sociedad cerrada frente a la sociedad abierta, universalista y europea que proponemos nosotros. ¿Ha visto cómo trata a los periodistas en sus ruedas de prensa?
"El proyecto de Le Pen tendría gravísimas consecuencias para los más vulnerables"
El proyecto de Le Pen tendría gravísimas consecuencias precisamente para los más vulnerables, para las clases más precarias, porque el modelo económico que propone dañaría el empleo y la inversión. Por otro lado, el referéndum del que habla supondría, en mi opinión, un riesgo muy serio para la democracia y el Estado de Derecho.
Le Pen dijo que quería convertir esta segunda vuelta en un referéndum sobre el papel de Francia en Europa.
Sí. Propone eliminar una parte de la contribución francesa al presupuesto de la Unión Europea. No es posible participar en un club sin contribuir a él. Y Le Pen quiere reducir drásticamente la participación de Francia en el proyecto europeo. Es muy peligroso para nuestra sociedad.
Parece que Le Pen se ha arrepentido de su relación con Putin: destruyó algunos carteles electorales donde se les veía juntos. Sin embargo, ese coqueteo con el líder ruso no le ha pasado factura en la primera vuelta de las elecciones.
No, Le Pen no se ha arrepentido de su relación con Putin. Hace unos días dijo que Putin será un aliado de Francia si ella llega al poder. Pero ocultó aquellos carteles por razones electorales. Está marcando cierta distancia. Pero esos vínculos no se han roto. Putin financió a Le Pen. Ahora, en concreto, la sostiene un banco húngaro cercano a Orbán y a Putin. ¿Y qué pasa con Ucrania?
Qué pasa con Ucrania.
Le Pen tiene prohibida la entrada en Ucrania. ¿Se imagina que se convierte en presidenta de Francia? No se le permitiría visitar Kiev porque apoya la anexión ilegal de Crimea. Marine Le Pen es la mejor aliada de Vladímir Putin en Europa.
Pero, insisto: todo esto que usted ve tan claro no lo ven así los franceses, que la han premiado con un gran apoyo electoral. O no comparten su visión o no les importa lo que usted dice.
Le Pen se benefició en la primera vuelta de la aparición de Éric Zemmour, que es aún más radical que ella. Él apoyó a Putin claramente y sirvió de pararrayos a Le Pen. En esta segunda vuelta, donde ya no está Zemmour, queremos revelar a los franceses los vínculos entre Putin y Le Pen. Con respecto a la guerra en Ucrania, necesitamos un proyecto europeo fuerte. Y Le Pen es la garantía del debilitamiento de ese proyecto. Votar a Le Pen significa votar a Putin. Si Le Pen gana, las ideas de Putin triunfarán en Europa.
A veces, Macron y sus colaboradores definen a Le Pen como una especie de diablo. Pero muchos franceses la apoyan. Existe el peligro de criminalizar a esa parte de la población y generar el efecto contrario al que buscan.
No, no diabolizamos a Le Pen. La contemplamos como una adversaria, una competidora. Combatimos las ideas de Le Pen, no a sus votantes. Somos conscientes de que una parte de los franceses la apoya. Es nuestro trabajo convencerles de que no lo hagan. En realidad, Le Pen se está escondiendo a lo largo de la campaña.
¿A qué se refiere?
No dice nada, ha borrado todo lo que pueda ser estridente de su discurso. Pero los fundamentos de la extrema derecha permanecen en su programa. Debemos explicar a los franceses que el proyecto de Le Pen es social y económicamente peligroso.
El auge del extremo derecho del tablero comenzó en 2002, cuando Jean Marie Le Pen logró situarse en la segunda vuelta de las presidenciales. Usted es historiador, ¿qué ha pasado en Francia?
La extrema derecha existe en Francia desde mucho antes que 2002. Jean-Marie Le Pen ya había conseguido en varias elecciones colocar muchos diputados en el Parlamento. No es nuevo. En los últimos años, hemos asistido al colapso de los llamados partidos tradicionales: los socialistas y los republicanos. Se derrumbaron porque ya no producían ideas, ya no conectaban con la sociedad y no llevaron a cabo reformas interesantes mientras gobernaron este último periodo.
En ese clima ha crecido la extrema derecha. A eso se suman las grandes dudas que asolan Europa y que mencionaba al inicio de la entrevista. En Reino Unido ocurrió el Brexit, en Alemania se disparó la AFD; la Liga en Italia…
"Los partidos tradicionales se derrumbaron en Francia porque ya no conectaban con la sociedad y no llevaban a cabo reformas interesantes"
¿Hasta qué punto está siendo determinante el fenómeno de la inmigración? Hablo del caso particular francés.
Creo que la inmigración no es un factor central en el voto a Marine Le Pen. Es sólo una razón más entre muchas. La inmigración no ha jugado un papel muy importante en esta campaña. Sí existen preocupaciones ligadas a esa cuestión en la sociedad y debemos afrontarlas con una política europea mejor coordinada, que nos permita acoger mejor a los que tienen vocación de venir y acompañar fuera a los que no tienen vocación de quedarse. La respuesta no puede ser exclusivamente francesa, sino europea.
Los partidos tradicionales han desaparecido. El populismo de derechas se ha impuesto al populismo de izquierdas. Pero, en realidad, la izquierda y la derecha ya no sirven para comprender nada. De hecho, Marine Le Pen ha triunfado entre la clase obrera.
En parte, en parte… Marine Le Pen ha logrado reunir a su alrededor una constelación de descontentos. Y, así, efectivamente, ha captado una parte del voto de la clase trabajadora. Porque la clase trabajadora ha sido traicionada por una izquierda que no ha protegido el empleo y que ha permitido que la industria se desvanezca. Por eso, desde 2017, hemos emprendido una acción decidida para volver a crear empleo. En los últimos cinco años, 1.200.000 nuevos puestos.
Esa clase trabajadora, sobre todo la que ha apoyado a Mélenchon, puede decidir las elecciones.
A todos los trabajadores les decimos: no existe la fatalidad, no es votando a Le Pen como vamos a lograr que crezca el empleo. Ella quiere cerrar las fronteras. Así no se crea empleo. El empleo se crea bajando impuestos y con una verdadera estrategia de innovación que atraiga a Francia a los sectores más avanzados. Funciona. Porque ya estamos creando empleo. La tasa de paro es la más baja de los últimos quince años. Podemos reducirla, durante este quinquenio, al 5%. Es un objetivo alcanzable.
Lo que importa, me decía Michel Houellebecq en una entrevista el otro día, es el voto de clase. El eje izquierda-derecha, como le decía, ya no funciona. ¿Está de acuerdo?
No. No es cierto. Porque Macron ha crecido de manera transversal en la primera vuelta. Tanto en las ciudades y las zonas ricas como en el campo y las zonas menos favorecidas. El voto francés no está exclusivamente determinado por cuestiones de clase. Los líderes de nuestra formación son de orígenes socioculturales muy diferentes.
Pero mire el voto de Le Pen.
Es cierto que resulta mucho más homogéneo. Pero a Macron no lo votan sólo los acomodados. Si no, no habría logrado hasta un 28% en París. Ese porcentaje va mucho más allá.
Al señor Macron le acusan de ser “el candidato de los ricos “, que han ganado poder adquisitivo en su mandato y han disfrutado de la eliminación del impuesto a las grandes fortunas. ¿Los votantes de Mélenchon se lo van a perdonar en esta segunda vuelta?
No es cierto, Macron no es el candidato de los ricos. Ha sido el presidente que, con mayor rapidez, más ha aumentado el poder adquisitivo de los franceses. En este quinquenio se ha hecho más que en los dos anteriores. Hemos aumentado la prestación de actividad para los salarios más bajos, hemos concedido ayudas excepcionales ante la subida de los precios de la energía. Hemos aumentado los salarios de profesores, enfermeros y comadronas. Hemos subido el salario mínimo. Lo de “Macron como candidato de los ricos” no resiste la prueba de los hechos.
En España, como usted sabe, gobierna el Partido Socialista. Los conservadores resisten como jefes de la oposición. Pero, en lugar de colaborar entre ellos, cada uno se echa en brazos de un extremo. ¿Lo comprende?
Cada país tiene su historia política. No voy a juzgar la vida democrática española porque no la conozco en profundidad. Es verdad que en los últimos años, los países europeos, incluida España, han asistido a la llegada de fuerzas populistas de derecha e izquierda. Pero España todavía tiene la capacidad de resistir. La vitalidad de la democracia española es admirable y envidiada por muchos países.
Creo que las sociedades actuales piden ser gobernadas por el centro, y no por los extremos. No tengo ningún consejo que darle a España, pero sí puedo asegurar que, si los españoles quieren un país fuerte económica y socialmente, y europeo, deben elegir un gobierno que gobierne desde el centro. La clave está en las alianzas centro-derecha y centro-izquierda.
"Si los españoles quieren un país fuerte económica y socialmente, y de carácter europeo, deben elegir un gobierno que gobierne desde el centro"
Es curioso porque, al ganar Macron la primera vuelta, socialistas y conservadores españoles le dieron la enhorabuena y le manifestaron su apoyo. Después, a la hora de gobernar España, hacen exactamente lo contrario a Macron.
A veces se dan los misterios en la vida política –suelta una carcajada–. Para nosotros, lo importante es que en Madrid y en todas las capitales europeas haya gobiernos dispuestos a fortalecer el proyecto de la UE. Con voluntad para actuar juntos los 27.
Pedro Sánchez gobierna con el apoyo de Podemos, un partido similar al de Mélenchon. Y el Partido Popular, el conservador, acaba de firmar su primer gobierno con los socios de Marine Le Pen. ¿Qué les diría a unos y otros?
No puedo dar consejos, cada país es diferente. Sería grosero por mi parte. Lo que sí sé es que España es una gran democracia y que siempre está cuando se la necesita en Europa. Nosotros trabajamos muy bien con nuestros homólogos en el Parlamento Europeo, Ciudadanos. Y Macron trabaja muy bien con Pedro Sánchez.
Ciudadanos, el partido de centro liberal, atraviesa horas muy bajas. Afronta incluso un riesgo de desaparición. Llegaron a ser la tercera fuerza, pero están cayendo en picado.
He estado muchas veces en España. Me he reunido mucho con Ciudadanos. Eso es la política. Unas veces se crece, otras veces se cae. Ya veremos. Lo que sí sé es que Ciudadanos ha creado una moda pro-europea en España y eso está dando sus frutos. Por eso son nuestros aliados en Bruselas. Son una fuerza útil y necesaria en el debate público. Tanto en España como en Europa.
Francia es una de las pocas naciones europeas donde se practica el cordón sanitario a la extrema derecha. La experiencia nos dice que esa marginación lo que hace es alimentarlos electoralmente en lugar de desgastarlos. ¿Qué hacer entonces?
Creo que el cordón sanitario es necesario, pero debemos explicarlo. No se trata de demonizar a la extrema derecha, sino de hacer entender por qué lo que proponen no es adecuado. La pregunta es: ¿por qué cuando la extrema derecha llega a la segunda vuelta se forma un frente republicano?
Eso fue lo que pasó en las anteriores elecciones, veremos qué pasa en estas. Pero, ¿por qué?
Porque la esencia de la extrema derecha es antirrepublicana. Pretenden socavar el Estado de Derecho: la libertad de prensa, los derechos del Parlamento… Llevamos cinco años trabajando para mitigarla, pero el mejor remedio es actuar sobre la realidad de las personas y mejorar su calidad de vida.
Pero le preguntaba por el cordón sanitario. La experiencia nos demuestra que, cuando se les aplica, crecen. Ha pasado en Francia y estaba pasando en España.
El cordón es necesario porque la extrema derecha se construye sobre valores contrarios a la República. Creemos en una sociedad abierta, una nación europea fuerte y universalista. ¡Eso es Francia! Le Pen lo contraviene.
Y si Mélenchon, el extremo izquierdo, fuera el rival en esta segunda vuelta, ¿le aplicarían ese mismo cordón sanitario?
No. Porque Mélenchon no lleva el discurso del odio a todas partes.
Pero Mélenchon también es un candidato que no cree en el proyecto europeo tal y como está concebido y que mostró sus simpatías por Putin. Niega todo eso que usted ha defendido en esta entrevista.
Sí, es verdad. Hay puntos del programa de Mélenchon con los que no coincidimos, pero su esencia no es la misma que la de la extrema derecha. Esa ruptura con la República no la encontramos en Mélenchon. Y por eso son diferentes.
Entonces, ¿nada de cordón sanitario para el extremo izquierdo, sólo para el extremo derecho?
Es que esto es un ejercicio de política ficción. Mélenchon no supone hoy ningún riesgo. El rival a batir es Marine Le Pen.
Bueno, pero se lo preguntaba extendiendo la cuestión más allá de Francia. Como usted ha dicho, los movimientos populistas de izquierdas y derechas proliferan por toda Europa. ¿Por qué Macron sólo aplica el cordón a uno de los dos lados?
Porque la extrema derecha, en Francia, es un partido de odio, un partido racista y antirrepublicano. Trae consigo lo más violento, lo más oscuro de la sociedad francesa.
Parece que Francia y España sufren dos crisis nacionalistas paralelas. Lo que ocurre es que la suya es de carácter centralista y la nuestra de carácter periférico, ¿no?
Francia, España y todas las sociedades europeas están experimentando hoy ese tipo de crisis. Debemos intentar resolverlas, recrear la unidad y redescubrir el sentido común. Volver a comprometer a nuestros ciudadanos con la vía europea.
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