El presidente del Gobierno comparecía esta mañana en el Congreso de los Diputados para explicar lo sucedido en torno al espionaje con Pegasus. Ha leído un discurso de sesenta minutos, pero ha dedicado los primeros veinte –y decenas de folios– a criticar "la corrupción del PP".
Pedro Sánchez sólo se ha adentrado en el relato de lo sucedido en el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) después de repasar minuciosamente los casos que llevaron al Partido Popular de Mariano Rajoy a los tribunales. Acto seguido, ha expuesto su conclusión sobre el espionaje, reiterando que desconocía lo que estaba ocurriendo, que fue "legal" y que había "motivos fundados" para intervenir aquellos móviles.
Incluso en ese momento, ha lanceado a la bancada del PP: "Eso ha podido pasar con otro Gobierno. Con este no ha pasado ni pasará". Se refería al caso Kitchen, que enjuicia la presunta utilización de la policía por parte del exministro Fernández Díaz para proteger a los suyos.
Sánchez no ha leído más allá de las informaciones que ya habían trascendido. Es decir: no ha desvelado datos que puedan dar pistas sobre la identidad de los autores del espionaje. De ninguno de los dos; ni del que tuvo como víctimas a los independentistas, ni del que robó datos a él mismo y a algunos de sus ministros.
El jefe del Ejecutivo ha trasladado, eso sí, dos anuncios: Moncloa aprobará una nueva ley de secretos oficiales para sustituir a la actual, que data de 1968. Por otro lado, se reformará la ley orgánica de control judicial del CNI.
"Con estos cambios, evitaremos que estas brechas de seguridad vuelvan a producirse en el futuro", ha celebrado Sánchez tras desvelar sus nuevos proyectos. El presidente ha pedido la "colaboración" de la Cámara para dichos proyectos.
Tal y como adelantó EL ESPAÑOL, antes de esta comparecencia, Sánchez pactó con la nueva directora del CNI, Esperanza Casteleiro, la puesta en marcha de estas medidas, que pretenden adaptar la normativa a las "nuevas tecnologías".
"Al calor de las noticias, diferentes grupos han puesto en duda el compromiso de este gobierno con el diálogo en Cataluña, la regeneración y la transparencia", ha dicho Sánchez al poco de comenzar. Y esos han sido los tres ejes de su discurso.
En todo momento, ha tratado de recomponer su relación con el independentismo catalán, exhibiendo la "nueva etapa democrática" inaugurado con la moción de censura, posible gracias a ellos, que cumple cuatro años la semana que viene. Al mismo tiempo, ha reiterado que todo lo acaecido ha sido legal, transparente y regenerador.
"Con una mano recortaban y con la otra cobraban sueldos en B (...) Hubo una cascada de escándalos de corrupción (...) Fue un periodo oscuro de la democracia". Esas han sido algunas de las frases sobre el PP que Sánchez ha ido trufando en su discurso sobre el caso Pegasus.
Dicho de otra manera: para argumentar que su Gobierno no ha incurrido en "irregularidades" durante el espionaje del CNI a mandatarios independentistas, ha insistido en que el PP "sí puso la policía al servicio de los intereses más oscuros".
¿Quién espió?
"Es de vergüenza ajena. ¿De verdad nada tienen que decir? No dan explicaciones y, cuando llegan las condenas, responden que son cosas del pasado. ¿Cómo podemos estar seguros de que esas conductas no volverán a repetirse si tienen la oportunidad en el futuro?", ha atacado.
Incluso ha celebrado la memoria de Pablo Casado: "Si alguien de su partido denuncia un caso de corrupción, el partido reacciona vigorosamente... ¡pero para desalojar a su dirigente!". Hablaba Sánchez de Isabel Díaz Ayuso y los contratos de su hermano.
Sánchez ha reconocido la "brecha de seguridad" que ha dejado por el camino el espionaje a él mismo y a varios de sus ministros. Ha agradecido, no obstante, el trabajo de los miembros del CNI y ha honrado la memoria de "quienes perdieron la vida" en el ejercicio de su labor.
El presidente ha recordado que quien tiene la última palabra sobre los espionajes es el poder judicial. Y ha aseverado en varias ocasiones que la intervención de los móviles de los dirigentes separatistas se hizo con esa autorización.
Sánchez ha pasado de puntillas por las razones que encontró el CNI –y por ende el Gobierno– para espiar a los 18 dirigentes separatistas. Pero sí lo ha justificado con estos apenas treinta segundos: "Resulta evidente que, entre 2015 y 2020, con la declaración de independencia de 2017 y con los incendios tras la sentencia del Supremo, la crisis fue una enorme preocupación para la seguridad nacional". Pero luego ha retrocedido: "El Gobierno no conoce ni decide sobre las decisiones operativas del CNI".
Sí ha tenido palabras para el informe de Citizen Lab y el consecuente reportaje publicado en The New Yorker, pero no ha aclarado qué ha pasado con los 47 espiados no reconocidos por el CNI. Es decir: la directora de los espías asumió tan solo 18 de los casos, ¿qué pasó con los otros 47?
Tal y como publicó este diario, importantes expertos en seguridad conciben que pudo haber "falsos positivos", debido a lo sencillo que resultaría adulterar el resultado de un test y a la autoría del informe: un investigado por ser el cerebro de Tsunami Democratic. "No voy a entrar a valorar las dudas razonables sobre la metodología del informe de Citizen Lab", ha dicho Sánchez.
Para quitar hierro al espionaje del que fue víctima el Gobierno, Sánchez ha mencionado los casos que afectaron a otros presidentes como Macron: "Se ha descubierto que también pasó con otros líderes mundiales".
Ante las críticas por haber desvelado "la debilidad del Estado", Sánchez ha reiterado que lo hizo porque, en caso contrario, lo habrían acusado de "ocultación": "Lo comunicamos primero a la justicia y luego a la opinión pública (...) El caso tiene consecuencias políticas y sociales que reconozco".