Esta es la historia de un joven que se encontró con la guerra. La tenía a menos de una hora en coche desde casa. Él, que jamás había empuñado un arma, se vio de pronto en una trinchera. Con decenas de hombres a los que no conocía de nada, pero a los que les estaba pasando lo mismo.
De pronto, tienes una pistola en las manos y te sabes capaz de matar. Acabas de salir de la universidad, tienes novia, vas a comer con tus padres los fines de semana, has conseguido trabajo gracias a un máster, quieres montar una empresa. Pero es de noche y al amanecer puedes estar muerto.
Yehor Cherniev va trenzando su relato en un salón del hotel Meliá Castilla, en Madrid, donde se está celebrando la asamblea interparlamentaria de la OTAN. Él, de 37 años y miembro del partido del presidente Zelenski, es el representante de los ucranianos en cada una de estas cumbres.
Antes, coordinó la llegada a Ucrania de las brigadas internacionales. "Miles" de voluntarios de decenas de países, algunos de ellos españoles. Sabe que aquí es un delito combatir en una guerra que no implica a España. Lo mismo pasa en Reino Unido. Pero promete a estos ciudadanos el "esfuerzo diplomático" del gobierno de Zelenski para librarles de cualquier pena: "Les ayudaremos todo lo que podamos. Pediremos a la Justicia española que haga una excepción y no los persiga".
Cherniev acepta que le acompañemos un rato esta mañana. Su testimonio tiene un eco familiar. Resulta enormemente parecido al de nuestros abuelos, al de los nacidos entre 1910 y 1920. Todos esos jóvenes que en realidad no lo fueron.
Cherniev es un hombre fornido, de gesto serio, americana y vaqueros, varios idiomas. Se fue a la guerra como voluntario en 2014, cuando Rusia invadió la península de Crimea y algunos territorios a orillas del mar Azov, como su ciudad natal, Berdyansk, que todavía hoy está en manos de Putin.
Cherniev es un hombre que se hizo político y combatiente por la misma razón: defender a su país. Esto, que en abstracto puede sonar épico, empieza con una razón mucho más prosaica. Los rusos están a noventa kilómetros de tu casa. El ejército que defenderá a tu familia apenas cuenta con efectivos. Sabes que matan a civiles, has escuchado que violan a las mujeres. Así que agarras un fusil, recibes unos cuantos consejos y te vas a la guerra.
Ahora su cometido ha cambiado. Zelenski lo fichó para las listas de su partido porque tenía experiencia y talento en el mundo de las empresas tecnológicas. Él aceptó porque creía, además, que Zelenski era el líder que mejor defendía la soberanía ucraniana.
La guerra genera una conexión especial. Pese a sus avatares políticos, todavía hoy viaja al frente para ver a sus "hermanos de armas". Les lleva comida y munición, escucha el último parte.
La primera vez que se oyó el nombre de Cherniev en España fue tras una de estas asambleas. Había denunciado el "genocidio". Le habían contado lo que había ocurrido en Bucha. Con la mirada vidriosa, recuerda: "Todos esos cuerpos, todas esas personas que murieron con las manos en alto, muchas después de ser torturadas. Lo peor no ha llegado. Lo peor llegará cuando liberemos Mariúpol. Allí ha habido una masacre".
En el frente
Está lloviendo en Madrid. El Meliá Castilla es un edificio enorme y gris, un gran bloque de cemento, como de inspiración soviética. Esta mañana, dada la presencia de tantos dirigentes internacionales, se halla cercado por varios furgones de la policía nacional.
Aprovechamos una tregua en la tormenta para hacer las fotos. Cherniev habla del frío de Ucrania, que no es como el de aquí. De la ausencia de luz y calefacción. Cuenta que su familia está bien, que logró huir a Kiev cuando los rusos tomaron Berdyansk.
–¿Cómo es la vida en un territorio ocupado por los rusos?
–No tienes internet, no puedes trabajar, los jubilados no cobran su pensión, no puedes sacar dinero. Los precios están disparados. Si hablas ucraniano o te muestras a favor de la independencia de Ucrania, te encarcelan y te torturan.
Habíamos venido, en realidad, a hablar de la relación entre Ucrania y la OTAN, del devenir de la guerra en un sentido geopolítico. Pero la historia personal de Cherniev se va abriendo paso de manera torrencial. No es que él haya decidido contarla, pero una leve mención a su presencia en el frente cuando se le pide un apunte biográfico nos lleva por ese camino.
"La guerra empezó en 2014. Aclarar esto es muy importante para nosotros. Porque lo que ha venido ahora es simplemente una escalada en esa guerra que ya había comenzado", introduce Cherniev.
"Yo era igual que tú, no es que no tuviera experiencia de combate, es que no sabía cómo se cogía un arma. Pero decidí alistarme porque la guerra estaba muy cerca de mi casa. Los nuestros necesitaban gente porque Yanukovich, el presidente prorruso, había desmantelado el ejército para que Putin pudiera hacer lo que está haciendo", apunta.
Van pasando algunos jóvenes por el hall. Rodean la mesa. Llevan americana y vaqueros, como Cherniev. El mismo móvil que Cherniev. Dos carreras y un máster, como Cherniev. Les separan tres horas en avión. Pero les separa una guerra.
Cherniev se licenció en Publicidad y Relaciones Públicas. Luego hizo un máster en Economía y también estudió la carrera de Ciencias Políticas. Sin embargo, su experiencia profesional tiene que ver con las empresas tecnológicas. Zelenski lo eligió porque un miembro de su gobierno, dedicado a tareas similares, lo recomendó. Formó parte de las personalidades de la sociedad civil que captó el actual presidente cuando creó su partido.
Su vida en los días de paz era parecida a la de los hombres de negocios que circulan alrededor: "La paz es así. Uno dirige sus esfuerzos a conseguir algo y, a veces, lo logra. En la guerra, todo está impregnado de fatalismo. Tienes muchas posibilidades de morir por muy preparado que estés. De pronto, aparece un misil y... La guerra te cambia la mente por completo. Te obliga a revisar tus valores".
–¿A qué se refiere exactamente?
–Revisas tu código ético, tu forma de ser. ¿Sabe? En la guerra, la igualdad entre los compañeros de batallón es absoluta. Hablo de los que vamos voluntarios. Da igual tu profesión, tu estatus social, tus estudios. Se te asigna un rol casi al azar. Sólo importa una cosa.
–¿Cuál?
–Miras a tus compañeros y piensas: "¿Qué quiere este hombre? ¿Por qué está aquí? ¿Puedo confiar en él?". Te juegas la vida junto a gente que no conoces. La respuesta a esas preguntas es lo único que importa.
En el breve tiempo que transcurrió desde su alistamiento hasta su partida al frente, Cherniev intentó entrenarse física y mentalmente. Sin embargo, el hombre que se estrena en la guerra se descubre de una manera radical.
"Algunas personas son capaces de controlarse a sí mismas en medio de la batalla, pero otras no. Algunos compañeros se quedaban como congelados, paralizados. No reaccionaban", relata.
–¿Cómo es la guerra?
–¿Las batallas?
–Sí.
–A veces una batalla dura quince minutos, no más. Es una guerra de ofensivas y contraofensivas, de intentar ganar posiciones. De movimientos rápidos. Es clave pillar desprevenido al enemigo. Todo depende de la parte del frente que te toque. Si quiere, puedo contarle lo que le pasó a un amigo hace poco.
–Adelante.
–Tenía que defender un pequeño pueblo de unas cincuenta casas. Él estaba dentro de un edificio de dos plazas. Controlaba una ametralladora en el tejado. La mitad del pueblo estaba bajo nuestro control y la otra mitad bajo el de los rusos. Mi amigo veía a sus enemigos a unos metros. Fueron dos días de pesadilla. No podían comer ni dormir. Murieron uno de los nuestros y quince rusos. Logramos la posición.
Le decimos a Cherniev que, cuando Putin comenzó su invasión, muy pocos europeos dábamos un duro por el ejército ucraniano. Nos parecía imposible que vencieran al arsenal ruso. Asiente, ya lo había escuchado antes. Cuenta que la resistencia ucraniana consta de tres factores: "El espíritu y la moral de nuestra gente, el liderazgo de Zelenski y el apoyo militar de nuestros aliados".
También influyeron para bien los primeros combates en el Donbás: "Vimos que el ejército ruso no era aquella gran armada que creíamos. Eran como nosotros. Podían matar y ser matados, destruir y ser destruidos. Pero nosotros tenemos claro por qué luchamos. Muchos de ellos van obligados. No teníamos experiencia de combate, ahora sí. Vamos aprendiendo a medida que se incrementa nuestra moral".
De manera personal, otra vez a través de la primera persona del que ha estado en el frente, apostilla: "Cuando estás ahí, es un motor poderosísimo saber que, si caes, Ucrania dejará de existir".
¿Negociar?
Ahora sí, hablamos de la situación geopolítica.
–¿Van a negociar con Rusia?
–Hoy no existe esa ventana de oportunidad. Porque Rusia intenta convencer al mundo de que está abierta a negociar y de que somos nosotros los que no queremos. Eso no es verdad. Rusia quiere que Ucrania renuncie a parte de su territorio. Y eso no lo vamos a hacer.
–¿Cuáles son las condiciones que pone Ucrania para negociar?
–Que Putin retire todas sus tropas del territorio ucraniano, incluida por supuesto Crimea. Y que acepte el pago de reparaciones. Buscamos tener la garantía de que no volverá a producirse una invasión. Pero Rusia no está preparada para asumir estas condiciones. Por eso le decía que no existe esa ventana de oportunidad. Le digo algo más.
–Diga.
–La decisión de no negociar hoy no es sólo del presidente Zelenski, sino de toda la nación. Si Zelenski aceptara negociar hoy con las condiciones de Rusia, al día siguiente tendría que abandonar el gobierno.
–¿Están recibiendo presiones de Estados Unidos para que negocien ya?
–No, no es cierto. La semana pasada recibimos en Kiev una visita diplomática de los americanos y nos están apoyando sin fisuras.
Yehor Cherniev se levanta, consulta los últimos mensajes recibidos y desaparece en el ascensor. Hoy se ha despertado en un hotel con calefacción, bufet libre y electricidad a rabiar. Mañana lo hará en un lugar donde hace mucho frío y rellenan las garrafas de agua en las plazas.