Exministros de González tildan de "podemita" al presidente y culpan a ZP de su deriva en Cataluña
Durante la cena, la premisa de no hablar de Pedro Sánchez sólo se cumplió en el discurso del homenajeado.
18 diciembre, 2022 02:25Los 38 asistentes a la cena de "homenaje" a Felipe González estuvieron de acuerdo en dos cosas: la crisis constitucional e institucional que se está viviendo en España "tiene su origen en la presencia de los comunistas en el Gobierno" y que el Pedro Sánchez se ha convertido en el "presidente podemita".
Por lo menos eso dicen en privado los invitados a la cena del expresidente. Al tiempo que piden que no se ponga sus nombres y apellidos.
Tanto los más críticos con la actuación del Gobierno y su enfrentamiento con el Poder Judicial, como los que más defienden a Pedro Sánchez "por la compleja herencia recibida de Rajoy y antes de Zapatero con la crisis de Cataluña", el diagnóstico es el mismo: Sánchez se ha dejado arrastrar por sus socio de Gobierno.
"Felipe y Alfonso se equivocaron en sus iniciales apoyos a Eduardo Madina, esperando que luego llegaría Susana Díaz a la Secretaria General; les falló el plan y pasaron a ayudar a Pedro Sánchez, que era uno de los tres protegido de Pepe Blanco", insisten fuentes de la cita a EL ESPAÑOL.
De hecho, el exministro con el que habló este periódico tras la cena -y testigo directo de aquellas maniobras-, va más lejos: "Hasta Zapatero viajó a Marruecos, donde Eduardo estaba pasando unos dias de vacaciones con su mujer para intentar convencer al diputado vasco que renunciara a presentarse, pese a que había sido uno de los grandes defensores del proceso de primarias".
"Felipe y Guerra convirtieron al PSOE en un partido socialdemócrata, a semejanza de los del resto de Europa. Rubalcaba no tenía las fuerzas suficientes para oponerse a lo que empezó con Zapatero. A partir de ahí todo ha ido a peor hasta llegar a Sánchez. Creyeron que a Pedro lo podrían manejar durante un año y se equivocaron". sentencia.
La historia de la cena en La Manduca comienza en el mes de noviembre cuando Felipe González habla con Rosa Conde. Era imprescindible que estuviera Alfonso Guerra "para dar esa imagen de unidad fundacional que parte de Suresnes".
Los asistentes sabían que el ex presidente y el vicepresidente iban a ser las dos estrellas de la cena y "tanto Felipe como Alfonso", se comportaron como tales.
"Sabían que esa imagen suya, que se iba a publicar y comentar dentro y fuera del partido era una de las pocas cosas que podemos hacer los que ya no estamos en primera línea de la política", reconoce uno de los asistentes a este diario.
Felipe González y Alfonso Guerra se necesitaban mútuamente para intentar que su legado político al frente del PSOE no desapareciera por la acción del actual Secretario General y presidente del Gobierno.
Para lograr esa respuesta necesitaban rodearse de los 40 ministros vivos que les acompañaron en sus catorce años en el poder. No eran los 40 de Ayete pero su misión era muy parecida. Aquellos debían salvar al Régimen de Franco, éstos, con sus diferencias, quieren salvar al Régimen del 78.
"El éxito de la convocatoria se debe al esfuerzo de Rosa Conde, pero tambien al de Angeles Amador y Virgilio Zapatero, al que nunca se debió expulsar del partido por el tema de las black de Bankia", argumentan fuentes presentes en la cita.
1982
Los dos creadores del socialismo español, que rompió con el viejo socialismo que habitaba entre los exiliados de México, saben que el proceso de cambio emprendido por Rodríguez Zapatero, y continuado por Pedro Sánchez, ha creado una crisis constitucional e institucional muy superior a la que parecía superada cuando, desde un balcón del Hotel Palace, dos manos enlazadas sumaron 202 escaños un 28 de octubre de 1982.
[La foto rota de Alfonso y Felipe: de jurar su amistad dos veces al portazo del que existe un audio]
Querían dar una respuesta a la deslucida celebración de los 40 años de la llegada del PSOE al Gobierno que Pedro Sánchez y su equipo organizaron en Sevilla. Allí hubo demasiados ausencias, empezando por la del antiguo vicepresidente.
En Madrid, de la mano de Rosa Conde y con la ayuda de Virgilio Zapatero y Angeles Amador, lo lograron, con dos excepciones muy justificables: la de José Antonio Griñán, por estar a unos pocos días de su previsible entrada en prisión por el escándalo de corrupción de los ERES en Andalucía, y la de Josep Borrell, en la Europa comunitaria entre el descubrimento de las corrupción es en el Parlamento europeo y la inacabable guerra en Ucrania.
El primer día elegido por la ex directora del CIS y exportavoz de del Gobierno entre los años 1988 y 1993 -por delante en el cargo tuvo a Javier Solana y por detrás a Alfredo Pérez Rubalcaba- era el dos de diciembre.
Se celebraría, así, el aniversario de la fecha en la que en 1982 se formó el primer Gabinete de Felipe González, con Alfonso Guerra de Vicepresidente, y todo el área económica en manos de dos hombres, Miguel Boyer y Carlos Solchaga. Habló con su ex jefe y éste le dijo que era imposible pues se encontraba en Iberoamérica cuidando de sus nuevos trabajos.
Dieciseis años atrás Rosa ya había organizador una cena similar en el mismo restaurante, a la que no asistió Alfonso Guerra. Este año 2022, ya en el mes de noviembre, cuando se puso en contacto con el antiguo vicepresidente para invitarle, tras los desplantes sufridos por el actual inquilino de La Moncloa, éste no lo dudó.
Alfonso Guerra acudiría a la cena y dejaría constancia de que Felipe y él ya habían enterrado el hacha de guerra que durante tanto tiempo les mantuvo separados.
González había acudido, de mala gana y con gesto duro en la cara, al acto de Sevilla. Alfonso se había convertido en uno de los grandes críticos, desde el seno del PSOE, de la actuación del Gobierno de Sánchez.
Aunque no llega al nivel de José Luís Corcuera, Joaquín Leguina, Emiliano García Page y Javier Lambán, Guerra considera que el mal que aprisiona al Ejecutivo radica en los pactos con los comunistas y los independentistas. Un mal cuyo nacimiento y expansión lo colocan en las dos Legislaturas de José Luís Rodríguez Zapatero.
Sin intervenciones
Rosa Conde trasladó a todos sus compañeros la única condición que puso Felipe González para que pudiera organizar la cena: no habría intervenciones de los asistentes, ni discusiones sobre lo mal o bien que lo está haciendo Sánchez al frente del actual Gobierno.
Una muy breve introducción al "homenajeado" -así se presentó el ágape a los exministros por parte de la propia Rosa- al compañero que había dirigido durante catorce años a España. Y, luego, unas palabras que no pasaron de los diez minutos por parte del propio Felipe.
El expresidente no mencionó ni una vez a ninguno de sus dos sucesores en La Moncloa. En esa cena no estaban, ni se les esperaba, Rodríguez Zapatero y Pedro Sánchez.
De pie y gesticulando como en sus mejores tiempos de campaña electoral, Felipe hizo hincapié en lo conseguido por el Partido Socialista como eje fundamental en la llegada de la democracia a España, de la necesidad del respeto a las leyes, de la necesidad de promover la convivencia y los acuerdos.
Sentado a su derecha estaba Alfonso Guerra, a su izquierda el otro ex vicepresidente y hasta posible sucesor en el lejano 1992, Narcís Serra. Quedaban más de dos horas de cena -acordada con Juan Miguel, el dueño de La Manduca- en las que Felipe y Alfonso no pararon de hablar, explicar y sonreir ante los, en algún momento, soprendidos comensales.
[Así es La Manduca de Azagra, el restaurante donde Felipe González cenó con sus exministros]
El acuerdo de no mencionar al actual Gobierno y a su presidente en voz alta era para evitar la confrontación entre los 38 excompañeros. Algunos de ellos, como Carlos Westendorp, habían protegido y alentado la carrera política de Pedro Sánchez, y otros deseaban dejar a un lado los ataques posibles al expresidente Zapatero.
Pero el pacto de silencio se cumplío en voz alta, no en los pequeños grupos que de forma natural se hicieron en torno a la mesa con forma de herradura.
Sólo había tres asientos fijos en el centro, los de Alfonso, Felipe y Narcís, el resto eran libres de sentarse dónde les apeteciera. Tal vez por ello Carlos Solchaga y Juan Claudio Aranzadi estuvieron más juntos; al igual que le ocurrió as Joan Lerma con Vicente Albero.
¿Cómo no comentar las inquietudes de Ximo Puig por mantenerse al frente de la Generalitat Valenciana e incluso la posibilidad de un adelanto electoral antes del mes de mayo?
Es imposible que un expresidente del Gobierno, dos exvicepresidentes y 35 exministros, sentados a la misma mesa no hablen de política. Se habla tanto con los silencios como con las palabras y alguno, que fue biministro y ex alcalde, se cuída tanto de lo que dice, de cómo lo dice y cuándo lo dice que se olvida de los telefónos y sólo habla con su interlocutor frente a frente.
También quiso suceder a González, sin saber el pacto que habían conseguido Narcís Serra y José Bono, pero como jurista es más que probable que esté en profundo desacuerdo con la crisis desatada entre los poderes legislativos y judicial, y mucho más con la palabra "fascista" dirigida al colectivo de jueces y fiscales.
Hablaron de sus problemas de salud, de los cambios que produce la edad, de las nuevas y viejas aficiones, de los nuevos trabajos mercantiles, empresariales y de asesoría.
Salió de entre los manteles los eternos problemas que aparecen en España en los momentos de crisis institucional: Cataluña, Gibraltar y Marruecos. Las diferencias entre Javier Solana y José Manuel Albares son abismales, como lo son incluso con Westendorp y hasta con Gustavo Suárez Pertierra. Hay actuaciones industriales y financieras que cruzan varias veces el Mediterráneo y hasta el Atlántico.
Alabaron el excelente aspecto de Carlos Solchaga y Javier Moscoso, lo irreconociblre que está Julián García Vargas sin bigote y lo delgado que se ha quedado Javier Gómez Navarro.
Hijos, nietos, salud, chequeos, pasos obligados por los hospitales. Pocas corbatas, demasiado gris oscuro, demasiado verde oscuro, demasiados chaquetas azules que sirvieron para bromear sobre la moda a seguir cuando se pasa la raya de los sesenta años.
Recuerdos para las soluciones imposibles, como la de que volvieran a intentar la presidencia del Gobierno Feliepe González o Javier Solana -más de ciento cincuenta años entre los dos-, o las "trampas" que se les hicieron a los dos adversarios que tuvieron Zapatero y Sánchez en los Congresos en los que resultaron vencedores.
Alguno colocó dos palabras "primarias" y "podemita" en el centro del problema. El rojo socialista hace 40 años que se convirtió en socialdemócrata. Principalmente, por tres hombres que llevaron al PSOE a su gran giro doctrinal: Felipe González, Alfonso Guerra y Carlos Solchaga. Hoy, catorce de diciembre de 2022, aquel color que demandaba la revolución imposible desde las élites antifranquistas de Madrid, sólo aparece en el vestido de Matilde Fernández.