De la Torre, alcalde imbatible desde hace 23 años: "Me frustra que no haya pactos PSOE-PP"
"En la Transición había exageración y demagogia, pero no mentira" / "Devolví a Rusia la medalla que me dio Putin" / "Me siento más identificado con Feijóo que con Ayuso".
14 mayo, 2023 02:36Dice Francisco de la Torre (Málaga, 1942) que hoy ha dormido mal. Cuando queremos conocer su escala del sueño, especifica: “He dormido seis horas. Para mí, eso es dormir mal”. Deducimos entonces que el alcalde de Málaga, ochenta años a la espalda, pasa en horizontal siete u ocho horas cada noche.
No nos viene mal el arranque porque en alguna de esas 100.000 horas, ¡seguro!, el joven De la Torre debió de soñar con la inteligencia artificial. Lo que para su generación era ficción hoy es una realidad. Y para colmo tendrá que enfrentarse a ella como alcalde de su ciudad.
De la Torre es en sí mismo una paradoja. Tiene ochenta años y lleva gobernando 23, pero esas circunstancias excepcionales no muestran a un hombre extraordinario, sino a un tipo corriente. Tanto que no hay manera de buscarle las cosquillas.
–Hay cosas que dice el robot que no nos cuadran: De la Torre toca el violín, el saxofón, escribe poesía, habla cuatro idiomas…
–Todo eso es mentira salvo lo de los idiomas, aunque hablo tres y no cuatro. Me encanta la música, pero no sé tocar. Oiga, igual el robot lo dice por mi hijo, que se llama igual y toca el violín y el piano. Tampoco escribo poesía.
–Cuando habla del alcalde de Málaga, el ChatGPT destaca por encima de todo su “longevidad”. Responda a sus detractores: con ochenta años, ¿se puede estar en condiciones de gobernar una ciudad de medio millón de habitantes?
–Si te mantienes en una forma física y mental aceptable, sí. Porque la experiencia orienta y la forma física conduce. Creo que puedo combinar las dos y por eso sigo.
De la Torre está sentado en una sala del Ayuntamiento de Málaga, un palacio levantado frente al mar a principios del siglo pasado. Al lado, el Banco de España. Es una zona noble, un largo paseo que conecta con las calles viejas a través de una pared donde está escrito el poema de Aleixandre a su ciudad: “Colgada del imponente monte, apenas detenida/en tu vertical caída a las ondas azules”.
El alcalde recibe, en concreto, en las dependencias del grupo popular. Entiende que está hablando como candidato y por eso no se celebra la entrevista en el despacho principal de la institución. Todo es más humilde aquí, más sobrio. Como de colegio. Mesas de plástico, estanterías con libros sobre Málaga, una jarra de agua.
Se dice que De la Torre, al que las encuestas sitúan en la alcaldía hasta los 84, corre y nada todos los días. Muchos malagueños de veras lo creen, pero él mismo reconoce la leyenda: asegura que sólo nada un día a la semana y que hace años dejó de correr. “Protéjanse las rodillas”, recomienda.
–Ya no es sólo el físico. La crítica que le transmiten sus adversarios es que un hombre de su edad no está al tanto de las nuevas peculiaridades de la sociedad contemporánea.
–Yo me siento conectado con los jóvenes. Lo noto. Los escucho y nos entendemos. Suelo hablar bastante con ellos cuando me paran por la calle. Ayer mismo me paró un grupo en la calle Granada. Venía de inaugurar una exposición sobre Picasso.
–¿Qué le pidieron?
–¡Una foto! Eran unos chavales de Málaga que iban con unos amigos suyos franceses, que están aquí por el Erasmus. Y querían presentarles al alcalde.
Hasta que el cuerpo aguante
Lorena G. Maldonado es de Málaga. Tiene 31 años. Nos dice que no recuerda su ciudad sin que De la Torre sea alcalde. Es una circunstancia compartida por todos los jóvenes que van desde los 18 hasta casi los 35. Cuando empezaron a entender qué era un alcalde, ya estaba “Paco”.
Y a Paco, como con casi todo, nada le turba. Paco de la Torre es la encarnación del poema de Santa Teresa: nada le turba, nada le espanta. Admite, impertérrito, que es un dato que tiene “su importancia” y explica con la ilusión de un niño que, ojalá, un día, todos estos chavales piensen que sus mandatos “no han sido tiempo perdido”.
Sólo asoma una migaja de vanidad política cuando les invita a preguntar a sus padres cómo era Málaga antes de que llegara él: “Si el balance es positivo, me quedo satisfecho”.
–¿Y se puede gobernar durante tanto tiempo sin que la ciudad se convierta en un cortijo?
–Si tienes claros los valores que deben orientar tu acción política, por supuesto. Yo no siento ese riesgo. Estoy aquí para servir a la gente. Jamás he puesto el Ayuntamiento al servicio de mi familia o de mis amigos.
Cuenta De la Torre que, cuando le para una familia con niños, los padres dicen a los hijos: “¡Mirad! ¡Este es el que más manda en Málaga!”. Y él siempre responde: “¡No! ¡Este es el que trabaja para la gente de Málaga!”.
A priori, suena un tanto tópico, a reflexión de Marco Aurelio pasada por la batidora de la simplificación, pero es innegable que la gente, cuando lo escucha, se lo cree. Porque la oposición, a tenor de los sondeos, no tendrá apenas opciones de desbancarlo el 28 de mayo.
–¿Es su última legislatura o estará hasta que el cuerpo aguante? El otro día, me dijo Abel Caballero, sólo un poco más joven que usted, que quiere gobernar 25 años más.
–En casa, hace ya tiempo que me dicen que debería pensar en dejarlo, pero he logrado que me comprendan un poco. Digamos que el tema se ha pacificado. Lo normal es que esta sea mi última legislatura, pero dependerá de cómo me vaya sintiendo física y mentalmente.
–No descarta presentarse en 2027.
–No, pero insisto: dependerá de cómo me sienta. En Japón, los jubilados colaboran con la comunidad. Ese sentimiento de utilidad es lo que le anima a uno a seguir.
Nos dice el robot que Francisco de la Torre estudió en los Maristas. Imaginamos que sus compañeros del colegio serán hoy, en gran medida, jubilados a la manera convencional: hombres que pasean a sus nietos, toman café con sus amigos, echan una mano a los hijos, van al teatro y a los conciertos…
La agenda del alcalde –más en concreto la de éste– impide hacer siquiera una milésima parte de esa ansiada vida de jubilado. Nos intriga conocer cómo son los encuentros entre De la Torre y sus amigos de aquel tiempo.
Confiesa que se reúne muy poco con ellos. De vez en cuando, almuerzan, pero sólo con motivo de alguna efeméride.
–¡Es usted un monje! Un sacerdote dedicado a Málaga.
–Pues sí. Pueden ustedes decirlo. ¡Para qué se lo voy a negar!
Picasso
Antes ha mencionado De la Torre a Picasso, el buque insignia de Málaga, que atrae a los turistas con su museo, su casa natal, su merchandising… El pasado mes de abril se cumplieron cincuenta años de la muerte del artista.
–¿Qué opina de los intentos de cancelación sostenidos en lo mal que trató a sus mujeres?
–Hay que estudiar a Picasso en su contexto. Conozco el libro de una de sus nietas, donde se cuenta esa perspectiva que ustedes mencionan. No soy un experto, no tengo un criterio muy depurado al respecto. Pero Picasso tiene un valor inmenso como artista. Ese es el legado que a mí me importa.
–¿Qué hacemos con lo otro?
–Cuando criticamos esa parte de su vida, debería servirnos para incorporar los valores positivos que nacen en contraposición a eso que se critica. Expulsemos de nuestra vida lo que consideramos malo en otras. Pero le hablaba del contexto porque esa actitud de Picasso, por desgracia, era incluso “lo normal” en aquel tiempo.
De la Torre muestra interés por el ChatGPT y se le ve algo más familiarizado con el debate que a Revilla, el primer entrevistado de la serie. Cree que la inteligencia artificial, más pronto que tarde, podrá facilitar datos y cruzarlos. Ese resultado será útil para que el gestor público los utilice a modo de predicción. Como por ejemplo, para responder a preguntas del tipo: ¿qué hacemos con la frecuencia de los autobuses? ¿Dónde ponemos más bicicletas públicas?
También le gustaría a De la Torre que, desde hoy mismo, se impulsara a nivel europeo o incluso de Naciones Unidas “un comité de expertos” que piense en un catálogo de “principios éticos”: “Sería un buen punto de partida para que la inteligencia artificial esté a nuestro servicio, y no nosotros al suyo”.
El alcalde de Málaga pone sobre la mesa “una noticia que le ha llamado la atención”: “Un hombre de setenta y tantos años ha dimitido de Google para llamar la atención sobre las consecuencias negativas que puede tener la inteligencia artificial si no se piensa en cosas como las que les digo”.
–¿Suele pensar acerca de la llamada “posverdad”? ¿Le parece que eso que podemos dar en llamar “verdad” se ha ido difuminando con los años? Cuando usted entró en política, ¿había menos mentira?
–Sí. Creo que, cuando empecé, había menos mentira. Eso de meter la mentira en política como herramienta para conseguir votos lo siento como algo reciente. Fui diputado de UCD en la Transición. Viví aquella etapa tan apasionante. Había exageración y demagogia, pero eso es distinto a la mentira.
–Al ser usted del PP, ¿atribuye la culpa de esa deriva a la izquierda o le reconoce parte de la culpa a la derecha?
–Todos los ejemplos que me vienen a la cabeza son mentiras de la izquierda. No recuerdo algo equivalente en la derecha.
–¿Qué parte de su trabajo como político le gustaría que se pudiera encargar a un robot?
–Le diría: “Estudia cómo podemos organizar la educación en España para que funcione tan bien como en los países escandinavos”.
–Pero, ¡cómo le va a encargar eso! Si es lo más bonito de la política. Pensábamos que le encargaría algo mucho más engorroso.
–No, no. Eso es lo más importante que hay que hacer. Si el robot funcionase a ese nivel, eso es lo que le pediría.
De la Torre y Putin
Precisamente, es el robot el que nos avisa de una de las historias más rocambolescas vividas por Francisco de la Torre, político aburrido. ¡Qué falta nos hacen los políticos aburridos! Hace unos años, el gobierno ruso lo distinguió con la medalla Pushkin. Pero, tras la invasión de Ucrania, don Paco la devolvió.
–Cuéntenos esa historia.
–Me dieron la medalla porque habíamos creado en Málaga el museo de arte ruso, ligado al que tienen ellos en San Petersburgo. El proyecto fortalecía mucho la imagen de la cultura rusa. Pero cuando pasó lo que pasó, la devolví.
–¿Se la colgó de la solapa el propio Putin?
–Sí. En el Kremlin y junto a otros cuatro o cinco condecorados.
–¿Qué tal con él?
–Fue muy breve, un saludo protocolario. ¡Oigan!
–Diga, don Paco.
–Pregúntenle al robot a ver si alguien más ha devuelto su medalla a Putin.
–Pero, disculpe, una cosa: ¿eso en la práctica cómo se hace? ¿Cómo se le devuelve una medalla a Putin?
–A través de la embajada de Rusia en España. Llamé al embajador, le expliqué mis razones. Creo que las entendió, aunque no me lo dijo por temor a ser cesado. Lo hice con una empresa de transporte. Metí la medalla en un sobre y la envié.
–¿Cómo ha evolucionado la relación del alcalde de Málaga con la comunidad rusa desde que empezó la invasión de Ucrania?
–En Málaga ciudad, la comunidad rusa es menor que en la costa. Tengo una relación más fluida con la comunidad ucraniana.
Las camisetas del alcalde
Vamos ahora con el pasado de Francisco de la Torre. Un hombre que ha hecho lo que podríamos llamar evolución típica del centro-derecha. Obtuvo su primer cargo en el franquismo encuadrado en ese leve aperturismo que encarnó Fraga. Después, llegada la Transición, le pareció poco y se fue a UCD. Allí quiso estar con Suárez hasta el final. Por eso viajó al CDS. Por último, recaló en el PP. Igual que los padres de la Constitución Gabriel Cisneros o Miguel Herrero de Miñón.
Los adversarios de De la Torre describen estos cambios, hablando en plata, como chaqueterismo. Sus admiradores lo llaman “capacidad de adaptación”. Vamos a pincharle un poco a ver si se altera su venerable bonhomía.
–¿Chaquetero?
–Me gustaría explicar esos cambios. Estuve con Fraga, es verdad. Cuando aquello significaba, dentro del régimen, cierto aperturismo. Me nombraron presidente de la Diputación de Málaga en los setenta, pero maniobraron para que saliera porque les parecí, precisamente, demasiado aperturista. Alianza Popular no fue lo que me esperaba, por eso milité en UCD, a través de la facción que encabezaba Fernández-Ordóñez. Pero, ¿saben una cosa?
–Diga.
–Cuando se produjo el gran declive de UCD, pude marcharme a Alianza Popular, pero no lo hice. Me quedé hasta el final sabiendo que la derrota sería segura. En el CDS no tuve cargos, pero sí lo apoyé. Y como era centrista, también estuve en la llamada “Operación Roca”. Pero Guerra sacó a Roca en TVE todo el rato hablando en catalán y la cosa se fue al traste. Maniobraba muy bien Guerra.
–De entre todos esos proyectos políticos en los que ha estado, diga con cuál se ha sentido más identificado. Mójese, por favor.
–Con una UCD cohesionada o un PP centrado.
–¿Dos imposibles?
–¡No, no! Me identificaba mucho con la UCD, pero el cainismo fue terrible. Aquello no funcionaba. En política, no sólo importan las ideas, sino también poder trabajar a gusto y en paz. Ah, y otro dato, por eso de “chaquetero”: en el 95, cuando entré en una lista del PP, lo hice como independiente para guardarle el luto a UCD y el CDS.
–No se ha mojado.
–Sí, mis mejores escenarios son una UCD cohesionada y un PP centrado.
–De entre los demás datos que arroja el robot, llama la atención este: usted fue consejero en el gobierno preautonómico de la Junta de Andalucía, que presidió un dirigente del PSOE, Plácido Fernández Viagas.
–Era un gobierno de concentración y había una leve minoría del PSOE.
–¿Conserva esa voluntad de entendimiento con el PSOE? ¿Debería existir alguna posibilidad de pacto entre Sánchez y Feijóo?
–Debe existir esa capacidad de pacto, de “gran concentración” o como queramos llamarlo. Ahora mismo existe muy poca. Me frustra, sí. Hombre, no es un sinvivir, pero no se debe dejar de contemplar esa posibilidad.
Entrevista en marcha
De pronto, don Paco se levanta como un resorte. Mira el reloj. Dice que tiene que marcharse. Como no hemos terminado la entrevista, nos sugiere que lo acompañemos al acto en que debe participar y que vayamos charlando por el camino.
Nos montamos en el ascensor. Vuelve a advertirnos de lo importante que es “cuidarse las rodillas”, plenamente consciente de que la política, a veces, arrodilla. “Subir por las escaleras y bajar por el ascensor, eso es lo que recomiendan”, remacha.
Dentro, dos trabajadores del Ayuntamiento: “Alcalde, ¡no para usted!”. “Es que esta gente tiene muchas preguntas y hay que atenderla”. Son sólo dos pisos, pero De la Torre lamenta que el ascensor “sea tan lento”. Mide el tiempo con una exactitud escalofriante, aunque comprensible si se examinan su agenda… y su carné de identidad. Salimos al paseo, con el mar enfrente. Echamos a andar y a preguntar.
–Retomamos.
–¿Habían hecho ustedes alguna entrevista en el ascensor?
–No, pero sí le hicimos una meando a Inocencio Arias.
–¡Qué barbaridad! Bueno, no vamos a superar hoy ese récord.
–A grandes rasgos, los dirigentes del PP se dividen en dos: los que piden a Feijóo que pacte con Abascal para desbancar a Sánchez y los que le recomiendan que lo evite por todos los medios. ¿Dónde está usted?
–Estoy en tener mayorías amplias para no necesitar pactar con nadie.
–Pero a usted mismo le pasa: hoy gobierna gracias a Ciudadanos.
–Feijóo tiene más criterio e información que yo para decidir lo que sea más oportuno. Habrá Comunidades donde no sea necesario pactar y otras donde sí. Verán lo que hacen.
–¿Se siente más cómodo con el liderazgo de Feijóo o con el de Ayuso?
–El liderazgo que existe es el de Feijóo. El de Ayuso es autonómico. En cualquier caso, me siento más cómodo con la manera de hacer política de Feijóo. A Ayuso la respeto mucho, ¿eh? Son contextos distintos. Madrid no es igual que las demás Comunidades.
Nos para un quiosquero. Le dice al alcalde que por el parque a nuestra espalda ronda “un pedófilo” y que suele estar sucio. El parque, no el pedófilo. De la Torre escucha con atención. Es de los que, cuando se despide, dice “un abrazo” pero estrecha la mano.
En estos tiempos de la memoria, hemos leído por ahí que una de las principales críticas de la oposición a este alcalde suele ser su pasado como presidente de la Diputación de Málaga en tiempo de Franco.
–Si le preguntan sus nietos quién fue Franco, ¿qué les dice?
–Fue el militar protagonista de un golpe de Estado que acabó en guerra civil y que, a consecuencia de eso, gobernó España en dictadura durante cuarenta años. Sin desvirtuar ni amplificar.
–El 23-F, usted, diputado raso, jugó un papel importante en la bancada de UCD. Fue uno de los que tuvo acceso al transistor para contar a los compañeros lo que estaba pasando fuera.
–Me lo dejó Julen Guimón, diputado por Vizcaya. Me subí arriba y, haciéndome el dormido, pegaba la cabeza a la radio. En un momento dado, la Ser dijo que venía la policía militar a liberarnos. Los habían confundido con unos que venían para unirse al golpe. Di la noticia y, cuando entraron, Pérez-Llorca me gritó: “¡De esos libertadores que no vengan más!”.
Málaga
Vamos llegando a un escenario que han montado junto al puerto. Esperan decenas de cámaras, decenas de periodistas. Aprovechamos el semáforo para disparar las últimas preguntas. El alcalde, por el rabillo del ojo, consulta la escaleta del evento.
–Le hemos preguntado al robot cuáles han sido sus mayores polémicas. Que si la construcción de una torre, que si la quiebra de una empresa a la que contrató el Ayuntamiento, que si la construcción de un parque en tal lugar… ¿Es usted tan civilizado como parece?
–Pues parece que… sí.
–Díganos qué es lo que le hace perder el control. Todos tenemos algo que nos hace perder el control.
–De verdad, nada me saca de quicio. Ni siquiera la utilización de la mentira como arma política, cosa que también ocurre en Málaga.
–Ayer dimos una vuelta por el centro de Málaga. Era lunes y estaba a tope. Hay mucho turismo extranjero. El precio de la vivienda se ha disparado, la gentrificación empieza a campar a sus anchas. Todo esto redunda en una pérdida de identidad. ¿Cómo se gestiona este cúmulo de problemas?
–Existe ese problema, no voy a negarlo. Pero la ciudad sigue siendo atractiva. Debemos buscar un equilibrio. El problema también es muy normal en Sevilla o Barcelona. Pero en Málaga hay un dato esperanzador: la población de la ciudad continúa creciendo; no sólo lo hace la población del área metropolitana. Estamos haciendo muchos esfuerzos.
–Dígale algo al robot, que ya nos vamos.
–Que sea buen chico y que trabaje al servicio de la gente.
Todo en Paco de la Torre es como parece. O eso parece.