Sumar no despega: por qué la buena valoración de Yolanda Díaz no se traduce en votos y escaños
Sumar sigue sin adelantar a Vox y no consigue ilusionar al electorado más fiel de Podemos, que se divide entre los que votarán a Díaz "con la nariz tapada" y los que desean su fracaso.
16 julio, 2023 02:59Cuando a Yolanda Díaz se le encargó el reto de liderar la izquierda a la izquierda del PSOE su respuesta no fue ni rotunda ni inmediata. En su equipo, y ella también, temían que las enormes expectativas puestas sobre sus espaldas y la dificultad de armar una coalición se la llevaran por delante.
Llegó el proceso de escucha, Sumar, Magariños, el hundimiento de mayo y el adelanto electoral, y Yolanda Díaz no se pudo echar atrás. Las expectativas siguen ahí, pero el proyecto no termina de despegar.
En la izquierda no deja de repetirse el mantra de que la única opción de revalidar el Gobierno de coalición, de existir, es que Sumar supere a Vox como tercera fuerza política y le dispute los escaños clave, los últimos de las circunscripciones que se deciden por un puñado de votos. Con todo, la mayoría de las encuestadoras siguen sin ser optimistas.
Los trackings que reciben con regularidad, sostienen fuentes de la coalición, sitúan a Sumar en algún punto rotante entre el 13 y el 14% de los votos, en empate técnico con Vox, y dan pie a cierto optimismo. En contrapunto, la buena imagen de su líder —Díaz sigue siendo la candidata mejor valorada— no se traduce en votos.
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Es precisamente bajo estos dos mantras sobre los que está diseñada la idea de la remontada, el eje principal de la campaña: si a Sumar le va bien, hay esperanza para la izquierda; y le debe de ir bien porque tienen a la mejor candidata. Esto ocurre sobre el papel, y el número de personas en los mítines dan buena cuenta de que hay partido, pero otros datos no son tan optimistas.
Fuentes de la dirección del partido señalan que, desde que se apagó el ruido interno de las listas electorales y el veto a Irene Montero, la ilusión ha ido subiendo poco a poco, aunque no lo suficientemente rápido. Sobre todo, existe el miedo de que las negociaciones con Podemos les hayan arrebatado el aval de casi 300.000 exvotantes morados que, especulan, podrían no ir a las urnas el 23-J.
"Podrían ser la diferencia entre la vida y la muerte", comparte un dirigente de uno de los principales partidos de la coalición, "pero Podemos tampoco está poniendo de su parte para recuperarlos", acusa.
La misma persona habla de una "actitud de abatimiento" por parte de Ione Belarra y compañía, que se estarían negando a participar en la vida interna de la coalición, promoverla en redes sociales, celebrar actos mediáticos ni organizar los actos de campaña.
Sumar, está claro, no consigue ilusionar al electorado más fiel de los morados, que se divide entre los que votarán a Díaz "con la nariz tapada" o los que desean su fracaso como pago por haberles humillado durante meses. Esta "abstención de castigo", como la llama un alto cargo de Podemos, hace especial daño para un partido al que le está costando diferenciarse del PSOE en su electorado.
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"Las urnas [del 28 de mayo] nos obligan a dar un paso a un lado y ocupar un lugar más humilde", justifica la misma persona cuando se le pregunta por la falta de implicación en campaña. Belarra, de hecho, ni siquiera ha compartido los lemas de campaña de Sumar en sus redes sociales ni los ha adoptado como propios dentro de la formación, estancando presuntamente la remontada.
La agonía por esas últimas décimas escuece sobre todo en las provincias clave, donde Díaz acaricia con los dedos la tercera plaza sobre Vox y donde podría decantar los últimos escaños del lado de la izquierda. "El voto de Sumar vale doble", se ha hartado de repetir, en referencia a que conseguir ese último escaño supone también quitárselo a la extrema derecha.
La competición es a varias bandas, ya que en las provincias más grandes el partido que lucha por el último escaño puede hacerlo contra el más votado, que optaría a un tercer escaño; o con el segundo, si la pelea está más pareja. Este es uno de los motivos por los que Unidas Podemos perdió tantos últimos escaños en las elecciones del 2019, a pesar de su porcentaje de votos.
Desde los morados también tienen sus propias teorías sobre el presunto desgaste de Sumar los últimos días. La falta de referentes de gran capital político y, sobre todo, el abandono de la guerra cultural contra la derecha y el feminismo de trinchera son dos ingredientes complicados para movilizar al electorado; entremedias, los representantes de Sumar no dejan de prodigarse en televisiones y espacios de sus "enemigos", como el Programa de Ana Rosa la semana pasada.
Por contra, el tono de la campaña de Díaz ha huido de la polarización cultural y se ha centrado en la gestión. La vicepresidenta ha apostado por un programa electoral complejo y multitud de propuestas, más de una por semana, para imponer un marco distinto que apele "a las cosas del comer". De ahí salen ideas como el bono para paliar la subida de las cuotas hipotecarias o la discutida herencia universal de 20.000 euros para los jóvenes.
En contrapunto, desde el equipo de Díaz se decantan más por identificar a su candidata con el electorado femenino de edad media y tradición progresista, uno mucho más amplio que el tradicional obrero al que apelaba Pablo Iglesias y que, además, se encuentra huérfano de voto con el PSOE. Son un 40% de indecisas que, mientras se queden en la coalición, el pacto de no-agresión seguirá vigente.
"Estas elecciones van de parejas y yo soy clara, nosotros vamos a gobernar con el PSOE mientras el señor Feijóo va a tener de vicepresidente a Santiago Abascal, un señor que es un racista y un machista", señaló Díaz este jueves, entrevistada en Espejo Público, reivindicando su papel como única candidata mujer.
Si el domingo que viene Díaz da la campanada y supera a Vox en las elecciones, sólo habrá sido posible con el voto femenino y el de Podemos, justo los dos que daba más por hecho y los dos que más está echando de menos. De hecho, a una semana del 23-J, la mayor parte de los votantes de Sumar siguen siendo, por un lado, hombres, y por otro, más escorados hacia el centro-izquierda que a la izquierda. Cosas veredes.