La mayoría pende de un hilo: los tracking acercan a Sánchez y todos sus socios posibles a los 175 escaños
El PP aspira a ganar en todas las comunidades, salvo Cataluña, País Vasco, Navarra y Canarias, y el PSOE confía en la movilización.
22 julio, 2023 03:16Los psiquiatras aseguran que los momentos de shock intensos o depresión pronunciada no son adecuados para tomar decisiones trascendentes, porque en la mayoría de los casos conducen a la autodestrucción o a situaciones dañinas y erróneas.
Pedro Sánchez tomó la decisión de convocar elecciones para el 23 de julio la madrugada del 28 al 29 de mayo, tras comprobar que su partido había sufrido un descalabro en las elecciones autonómicas y municipales. Vio que los barones regionales y los alcaldes del PSOE pagaban en las urnas el desgaste del Gobierno de coalición y el rechazo ciudadano que provoca.
En ese estado de shock tomó la decisión de convocatoria inmediata. Si el 23-J las urnas impiden que haya una mayoría absoluta de la derecha y que Alberto Núñez Feijóo sea presidente del Gobierno, Sánchez añadirá muchos quilates a su leyenda de táctico resistente imbatible. Habrá desafiado también a quienes prescriben calma en momentos de zozobra.
Pero si la noche del domingo su partido pierde y hay cambio en la Presidencia del Gobierno, la genialidad se convertirá en error garrafal y se cuestionará la decisión que tomó en caliente la noche del 28 de mayo.
Por el momento, ha logrado llegar a la jornada de reflexión con la mayoría pende de un hilo: los tracking acercan a Sánchez y todos sus socios posibles a los 175 diputados, porque en multitud de circunscripciones los últimos escaños dependen de muy pocos votos. Sánchez ha logrado agitar y movilizar a la izquierda para arruinar el plan de campaña sosegada que hubiera favorecido a Feijóo.
La dirección del PP explica que los dos estudios que reciben diariamente muestran que es posible que ganen en todas las comunidades autónomas, salvo en Cataluña, Canarias, Navarra y País Vasco. En Cataluña, donde ganarían los socialistas, el PP asegura que sus estudios coinciden con los del CIS catalán, que les augura un resultado óptimo de entre 6 y 8 escaños.
Explican que aún esperan voto útil de última hora procedente de Vox y que el ascenso de Sumar por el último debate sería a costa del PSOE, lo que puede perjudicar a la izquierda en circunscripciones pequeñas en las que es imposible que los votos a la lista de Yolanda Díaz se transformen en escaños. Y con todos esos datos mantienen el optimismo sobre el cambio en la Moncloa, aunque en los últimos días hayan rebajado en público sus expectativas.
En el PSOE perciben movilización de los suyos, mantienen que en multitud de circunscripciones hay escaños pendientes de pocos votos, lo que puede acercarles al PP y evitar la mayoría absoluta de la derecha y la extrema derecha. Muy difícil, pero posible, según explican.
Con esas impresiones, el equipo de la Moncloa se la juega con su arriesgada estrategia de agitación, en una de las campañas más feas y extrañas de la democracia para unas elecciones diferentes por la fecha en la que se celebran y por celebrarse inmediatamente después de las municipales y autonómicas.
Y si Alberto Núñez Feijóo gana y puede gobernar se hablará y escribirá sobre su habilidad para ganar las elecciones generales poco más de un año después de llegar a la presidencia del PP. En caso contrario, se dirá que la gestión de los acuerdos con Vox, su estrategia sobre los debates y el manejo de las expectativas no fue la más conveniente pese a que partía con una clara ventaja. En general, se dirá que se ha autolesionado en repetidas ocasiones estas semanas.
La campaña más extraña
La campaña más extraña de la Democracia se inició con la consigna del PP de “derogar el sanchismo” y termina con el debate sobre la credibilidad de los principales candidatos. Empezó con el “¿por qué nos miente tanto, presidente?”, que le lanzó Carlos Alsina a Sánchez, y termina con la campaña del PSOE contra Feijóo por sus supuestas mentiras.
Nunca antes una campaña electoral se había centrado en la credibilidad de los principales candidatos. No se ha hablado apenas de propuestas.
Sánchez ha hecho una campaña táctica, reactiva y, sobre todo, arriesgada y cargada de épica.
Empezó arriesgando con entrevistas en medios que no había visitado en toda la legislatura con un tono de autodefensa, para borrar el pasado de sus pactos y de algunas de sus decisiones más polémicas. Termina con un tono más moderado.
Decidió afrontar directamente los marcos que le lastraban como el “que te vote Txapote” y el del uso del Falcon para intentar manejarlo de inicio. Y ha puesto el foco cada día en los pactos de PP y Vox para establecer la imagen de Feijóo como presidente y Abascal como vicepresidente del mismo Gobierno.
El socialista se ha sobreexpuesto y, al tiempo, es el único cuyo nombre y foto no figura en la carta a los electores y no está sólo ni sale su nombre. Por supuesto, no se entendería la campaña del PSOE sin la irrupción de José Luis Rodríguez Zapatero, tirando del carro de la movilización y apelando al orgullo del partido.
Y termina con un cara a cara perdido frente a Feijóo, pese a salir como favorito, y un debate con Yolanda Díaz y Abascal en el que su socio de Gobierno le ganó claramente. Empezó con el ticket con Sumar, luego se separó y ahora vuelve al tándem.
Sobre todo ha intentado hacer olas y meter presión a la campaña para movilizar a la izquierda, mientras que Feijóo hubiera preferido tranquilidad y poco ruido.
El líder del PP tropezó gravemente con las pensiones y con lo que los socialistas vieron como claras mentiras, justo cuanto necesitaba la credibilidad suficiente para apartar la sombra del pacto con Vox.
Feijóo ha hecho una campaña subido a la ola de la victoria del 28 de mayo, que apuntaba un cambio de ciclo político en las generales, y se le ha terminado haciendo largo el tiempo hasta las urnas.
Ha sido una campaña plagada de errores comunicativos, muy territorial (ha visitado todas las circunscripciones, salvo Canarias, Ceuta y Melilla), pero lastrada por los pactos con Vox y las dudas en algunas comunidades. Siempre con el riesgo de elevar tanto las expectativas que desincentive a los suyos. De hecho, llegaron a jugar con la mayoría absoluta el pasado fin de semana.
El líder del PP decidió arriesgar eludiendo un segundo cara a cara y negándose a acudir al debate con Sánchez, Díaz y Abascal.
Sumar y Vox pugnan por el tercer lugar para buscar la prima en escaño que se pierde cuando se es cuarto. Su problema ha sido hacerse hueco en una campaña tan polarizada.
Yolanda Díaz lo hizo de inicio con anuncios de medidas concretas y diferentes como las reducciones de jornada laboral y la llamada herencia universal. Luego viró hacia la crítica dura a Feijóo y la referencia permanente a las fotos del líder del PP con el narco Marcial Dorado, de hace casi treinta años.