La abdicación, por dentro: Rubalcaba sujetó al PSOE y Zarzuela tuteló a un Juan Carlos I desatado
Los escándalos amorosos y financieros del hoy Emérito se iban reflejando en las encuestas internas que manejaba la Casa Real.
2 junio, 2024 03:34A la monarquía en España siempre la salvan los socialistas. También puede decirse al revés: con la monarquía en España siempre acaban los socialistas.
Esto lo tuvo claro Alfonso XIII, lo supo don Juan pese a no haber reinado y fue el faro en el proceder de Juan Carlos I. De hecho, las turbulencias en el seno del PSOE y el papel moderador de Rubalcaba actuaron como principal riesgo y esperanza de esa operación de abdicación de la que ahora se cumplen diez años.
El Rey anunció su intención de abandonar la jefatura del Estado el 2 de junio de 2014.
Cuentan varios colaboradores de la Casa Real a este diario que don Juan Carlos celebró haber consolidado la monarquía definitivamente en 1982, con la victoria por mayoría absoluta de Felipe González, y no en 1978, cuando la Constitución le otorgaba la legitimidad de la que carecía por haber sido nombrado heredero en dictadura.
Esta es la historia de la abdicación contada por algunos de los que la alumbraron. Y esta es también la historia de los problemas levíticos españoles que la pusieron en riesgo. Por un lado los escándalos de Juan Carlos I tan parecidos a los de su abuelo Alfonso XIII y su bisabuelo Alfonso XII; y por el otro el mencionado papel del PSOE.
Porque en 1923, la monarquía sobrevivió gracias al apoyo de varios dirigentes del Partido Socialista a la dictadura de Primo de Rivera. Porque en 1931, la monarquía cayó debido al viraje en masa del Partido Socialista a las tesis republicanas. Y porque, en la Transición, la monarquía resucitó gracias al apoyo incontestable del Partido Socialista a Juan Carlos I.
Rafael Spottorno era el jefe de la Casa del Rey. Fue el hombre de la máxima confianza de don Juan Carlos en aquel proceso. A él se fueron sumando después algunos de los que habían desempeñado el mismo cargo con anterioridad: Fernando Almansa y Alberto Aza, principalmente.
En un primer momento, el Rey manifestó a Spottorno su intención de comunicar la abdicación en enero de 2015, coincidiendo con su cumpleaños. Pero, a tenor de los testigos consultados por este diario, el jefe de la Casa Real y otros colaboradores le advirtieron de que faltaba "mucho tiempo" para esa fecha y que existía "un gran riesgo de filtraciones".
Investigaciones como las de la periodista Ana Romero sitúan los primeros deseos de abdicación en 2012, después de que estallara el escándalo del elefante en Botsuana y aquello desencadenara las informaciones referidas a Corinna y a los escándalos financieros relacionados con ella.
A tenor de las fuentes consultadas por este diario, conviene resaltar que la intención de abdicar de don Juan Carlos no fue lineal. Es decir: no tomó la decisión y fue consecuente con ella hasta el final. Por el camino hubo dudas. Por el camino, en ocasiones, cambió de opinión, dijo que no abdicaba y que los reyes se mueren siendo reyes. A Juan Carlos I le había costado mucho recuperar el trono para la dinastía Borbón.
Spottorno suele contar que Juan Carlos dio el paso definitivo entre finales de febrero y principios de marzo: tres meses antes de que se anunciara la decisión en público.
La sucesión de escándalos amorosos y financieros fue arrimando al Rey al precipicio. También le arrimaron a él algunos de sus colaboradores, que veían cómo la situación se iba tornando "insostenible". Para muestra, un botón: las amantes del Rey siempre fueron secretas hasta que Sabino Fernández Campo –mítico jefe de la Casa Real ya fallecido– decidió que eran perjudiciales para la institución y puso sobre aviso a la prensa.
Zarzuela también manejaba números, encuestas en directo que denotaban cómo la imagen de Juan Carlos caía en picado mientras se iba reforzando la de su hijo Felipe.
La serie de catastróficas desdichas
Antes de llegar a la decisión definitiva, es importante resaltar las migas que marcaron el camino:
En 2010, a don Juan Carlos se le encontró un nódulo en el pulmón. Hubo una cumbre entre Felipe González, Zapatero y Bono para estudiar qué hacer en caso de fatal desenlace. Extirpado el bulto, la biopsia determinó que era benigno y el debate de sucesión se aparcó.
En 2011, trascendió el caso Nóos. Acabaría siendo condenado Iñaki Urdangarin, pero fue imputada la infanta Cristina. En los titulares no dejaba de aparecer la buena relación entre Urdangarin y don Juan Carlos.
En 2012, se publicaron las fotos del accidente del Rey mientras cazaba en Botsuana. Le organizó el safari Corinna, aquella amante con la que Juan Carlos I llevaba una vida paralela.
No sólo era una cuestión de amor. Don Juan Carlos pidió perdón porque se había ido de safari en esas condiciones mientras la prima de riesgo estaba por las nubes. Paralelamente, se irían dando a conocer los turbios negocios financieros que vinculaban a Juan Carlos con Corinna. La donación de 65 millones no declarados y la sociedad opaca en Suiza destapada por este diario.
Los colaboradores del Rey, preguntados a este respecto, niegan la mayor y sólo aceptan ofrecer detalles más bien técnicos de la abdicación. Aseguran que todo este contexto del escándalo no influyó. Lo aseguran porque guardan lealtad al Rey y reiteran que la guardarán siempre.
El detonante
En la Pascua Militar de 2014 –6 de enero– llegó el punto desencadenante. Juan Carlos I apenas se sostenía durante su discurso a los militares. Fue un bochorno televisado. Balbució, se saltó párrafos, apenas se le entendía. Inmediatamente después, tuvo que ser evacuado del salón por el equipo de Zarzuela.
Más tarde, se conoció el porqué de ese repentino deterioro físico. No había un empeoramiento gradual. Existía una causa concreta. Desoyendo a sus colaboradores, había estado celebrando su cumpleaños en Londres con Corinna y su familia paralela hasta bien entrada la noche. Juan Carlos I, aquella Pascua Militar de 2014, apenas había dormido.
Explicado este contexto, volvemos a la operación que se fraguaba en palacio. Rafael Spottorno, según testigos consultados por este diario, advirtió a don Juan Carlos del peligro que suponía la previsible debacle del PSOE en las europeas de aquel mayo de 2014. Zarzuela no descartaba que Rubalcaba, entonces líder socialista, pudiera dimitir.
"Dábamos por sentado que se abriría paso un proceso de primarias, como finalmente ocurrió. Y eso nos generaba mucho desasosiego. Necesitábamos al PSOE para llevar a cabo el plan de la abdicación", relata a este periódico uno de los colaboradores de Juan Carlos. Otro lo dice de manera más coloquial: "El PSOE podía enredar y eso era un gran riesgo".
Efectivamente, los socialistas se hundieron en las europeas y cobró mucho protagonismo el naciente Podemos, que era la traducción política del 15-M; un movimiento que tuvo a la monarquía en el punto de mira.
A lomos del político de moda, Pablo Iglesias, el debate monarquía-república se colaba en las tertulias de las radios y las televisiones; además de en los periódicos. Los partidos nacionalistas también se sumaban. Lo hacían incluso muchos diputados del PSOE en privado, además de organizaciones de juventudes socialistas en abierto.
Rubalcaba ya había sido puesto al tanto por Zarzuela cuando anunció su dimisión. De ahí que no se fuera inmediatamente, como por ejemplo hizo Joaquín Almunia al estrellarse en las urnas. Rubalcaba convocó una gestora, pero se quedó al frente del partido para pilotar la parte que le correspondía en la abdicación. Era amigo de Juan Carlos I desde las Olimpiadas de 1992, cuando coincidieron con harta frecuencia.
Algunas de las fuentes de la Casa Real de entonces consultadas para la elaboración de este artículo ponen esta frase en boca de Rubalcaba cuando se le pidió la colaboración en el plan: "Hay que ir con tiento. ¡No sabéis la gente que hay en este partido!".
El propio Rubalcaba –apostillan estas fuentes– tenía "dudas" sobre el alcance del "alma republicana del PSOE". Aunque, ya en la Transición, con González al frente, el Partido renunciara a su republicanismo, esa llama antimonárquica se mantuvo en algunos grupos. Y esa llama fue avivada entre los jóvenes socialistas por los escándalos que protagonizaba Juan Carlos I.
Spottorno y su equipo diseñaron un Real Decreto "sencillo". En un primer momento –relatan algunos de ellos– se pensó en escribir un preámbulo que diera contexto a la decisión del Rey, pero se rechazó por temor a que aquella versión de la Historia ocasionara desavenencias entre los partidos que debían apoyar la abdicación.
Se decidió, de hecho, aprobar una Ley Orgánica para la abdicación y otra distinta para aforar al ya Emérito. "¡Qué lío!", dijo Rajoy cuando se lo contaron. La operación concluyó sin daños reseñables. PP y PSOE forjaron un consenso que hoy parece imposible. Un consenso, podríamos decir, encaminado a proteger "el sistema". El papel de Rajoy fue tan importante como el de Rubalcaba, pero trascendió menos porque se daba por sentado.
Juan Carlos I salió de aquel 2014 con una asignación financiera en los Presupuestos de la Casa Real y con ciertas funciones protocolarias. En estos diez años, hemos ido sabiendo mucho más. Lo suficiente como para que, en 2020, Felipe VI retirara a su padre esa asignación económica y comunicara en público que renunciaba a la herencia que "personalmente le pudiera corresponder".
En 2014, cuando abdicó, Juan Carlos I tenía 76 años. Hoy tiene 86. Se fue de España en dirección a Abu Dabi en 2020. Todavía reside allí pese a algunos viajes esporádicos a Galicia y Madrid. Sus causas pendientes con la Justicia se archivaron debido a la inviolabilidad que le concedió el cargo de jefe del Estado.