Alberto Núñez Feijóo, interpelando al presidente en la sesión de control al Gobierno.

Alberto Núñez Feijóo, interpelando al presidente en la sesión de control al Gobierno. Efe

Política SESIÓN DE (DES)CONTROL

Feijóo se quita las gafas, los ministros hacen de niños de San Ildefonso y cuando Sánchez pide perdón... el TS le imputa al fiscal

Más información: Sánchez se niega a revelar cuántas veces se reunieron él o Begoña Gómez con Aldama, y Feijóo pide su dimisión "ya".

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Cada régimen tiene su alegoría. La de la Segunda República era aquella mariana preciosa con gorro frigio que blandía la balanza de la libertad y la igualdad. La de Mariano Rajoy acabó siendo el bolso de Soraya en su escaño el día de la moción de censura. Y la de Pedro Sánchez podría ser María Jesús Montero, alzada al butacón por un bedel y un compañero de partido.

El día que María Jesús ha llegado en silla de ruedas será para siempre el día en que Sánchez reconoció un caso de corrupción en el corazón de su gobierno y pidió “perdón a la ciudadanía”. Lo del corazón ha resultado literal porque el presidente ha entrelazado las manos como una paloma de la paz y se las ha llevado al pecho. Para pedir perdón y para decir “somos la izquierda”.

Suele apuntar Luis Alberto de Cuenca que “recordar”, etimológicamente, significa “volver a pasar por el corazón”. Y Sánchez ha debido de recordar muchas cosas –los abrazos a Ábalos, que vendría de abrazar a Koldo, que vendría de abrazar a Aldama– cuando ha pedido disculpas.

El presidente no ha querido entregarle esa victoria al padre Feijóo, rejuvenecido al fin naturalmente. Ya no se tiñe el pelo, pero se ha quitado las gafas. Feijóo ha querido que Sánchez respondiera a algo relacionado con la trama, pero no ha habido manera. La penitencia ha llegado en respuesta a Ione Belarra. Por los viejos tiempos, cuando eran compañeros en el Consejo de Ministros.

Después de que Sánchez la ridiculizara a costa de la poca influencia que hoy tiene Podemos, ella ha aprovechado los últimos segundos del crono para clavarle el puñal: “Mientras tanto, gente de su gobierno estaba metiendo la mano en la caja”. Entonces Sánchez se ha confesado coherente con su credo. Con Begoña se casó por lo civil. Y ha dejado pasar la oportunidad de expiar con dos curas –el Papa el otro día y el padre Feijóo esta mañana– para hacerlo con la revolución.

"Pido perdón a la ciudadanía"... y a los cinco minutos, el Tribunal Supremo le imputó al Fiscal General por presunta revelación de secretos contra el novio de Ayuso. Los pecados son así. Ave María Purísima, le decíamos al cura en el cole. Primero, estábamos callados. Luego decíamos uno y salían en riada todos los demás.

Le habría quedado precioso a Belarra el corte para el telediario si no fuera porque ese gobierno donde “se metía la mano en la caja” era también el suyo. Feijóo, también por lo del telediario, que eso siempre viste, ha pedido la dimisión inmediata del presidente.

Aquí nos atenemos a la doctrina de José María García: si lo sabías, dimite porque eres un corrupto. Si no lo sabías, dimite porque se corrompieron a tu costa y no lo viste.

Temblores

Era un día que amenazaba tormenta. Corrían los diputados por la Carrera de San Jerónimo, sobre todo los que habían olvidado el paraguas. Santos Cerdán llegaba con un chubasquero precioso y con una bolsa de cuero oscuro de esas que en las películas –y en las noticias– sirve para que viaje el dinero negro. Una referencia involuntaria la de Santos –en Pamplona, “Santi”– que nos servía para centrarnos: la sesión de esta mañana era un pleno monográfico sobre la corrupción.

A Sánchez le han temblado las manos al contestar a Feijóo. Y a Feijóo le han temblado las manos –se le ha visto en el aleteo del papel que sostenía– al preguntar a Sánchez. Puede que el miedo escénico, pese a la costumbre, nunca desaparezca del todo. Pero también puede que fuera fruto de esa tensión enfangada. A uno le ha caído encima la condena a Zaplana y a otro le está cayendo encima lo suyo, que es lo de Koldo, Ábalos, Aldama y Begoña.

Sánchez comparece en estas sesiones como comparecían los chavales que iban a ver los discursos de Millán Astray. Con las piernas juntas, erguido y los brazos firmes. “No somos iguales en corrupción. No me hable de tapar. Actuamos con contundencia y colaboramos con la justicia”. Eso, siendo Sánchez hoy, sólo se puede decir erguido, impostando firmeza… y extraviando un leve temblor de las manos. 

El padre Feijóo ha debido de quitarse las gafas porque hay tantas cosas en los informes de la UCO que ya no hace falta ponérselas. Aunque algo de miopía conserva. Tanto él como su partido han insistido en la idea de la financiación irregular del PSOE, que es lo único de lo que no existen indicios.

Con esa querella que incluso los medios de derechas abocan al archivo, deja pasar un tiempo precioso para apretar con lo otro. Belarra ha estado más hábil. De momento, sabemos que metían la mano en la caja, pero no sabemos si, cuando la sacaban, metían ese dinero en el PSOE.

Feijóo, de gris diplomático, ha estrenado lo que parece que va a convertirse en un lema: Pedro Sánchez es “el 1” –así lo llamaban los implicados en la trama, según la UCO– igual que Felipe González fue “el señor X”.

Se han invertido las tornas esta mañana. Sánchez ha contestado sin leer papeles y Feijóo ha tenido que llevarlos igual que los llevamos nosotros para escribir las crónicas de estos días. Los caminos de las autopistas de Aldama son muchos y no sabemos adónde conducen.

A Sánchez, cuando le habla Feijóo, le entra la risa y abre una tertulia con María Jesús Montero y Yolanda Díaz. Sólo ha frenado la risa cuando el jefe de la oposición le ha evocado aquel tiempo en que se dibujó como redentor de corruptores y llamó a Rajoy indecente.

Conviene apuntar un dato interesante. Pablo Casado es hoy todo un ídolo en el PSOE de hoy. Lo ha dibujado el presidente como el mártir que fue asesinado por los suyos cuando denunció “la corrupción de Ayuso”. ¡A quién queréis salvar a Jesús o a Casado! ¡A Begoña Gómez o a Barrabés!

Nos había quedado claro el guion hasta que le ha tocado el turno a María Jesús Montero y lo ha revuelto todo. El guion era, más o menos, el previsible. Sánchez utiliza a Zaplana para recordarle al PP que es “un partido corrupto”. Feijóo le dice a Sánchez que no emplee el pasado para tapar su corrupción actual. Sólo un imprevisto: el perdón de Sánchez a la “ciudadanía”, que ha sonado un poco como el de don Juan Carlos en África

Mención aparte merece la actuación de los ministros en virtud de esa estrategia. Bolaños al frente, con un papelito y los nombres en verso, iban leyendo los casos de corrupción del PP desde la Democracia hasta este miércoles como si fueran los niños de San Ildefonso.

Pero le ha tocado a María Jesús, que ha esparcido unos papeles escritos a mano por el escaño, invadiendo el trozo de mesa del propio Sánchez y de Yolanda, y hemos tenido que ponernos a cubierto. Bulos, invenciones, extrema derecha, invenciones, bulos, extrema derecha, mentiras. ¿Sánchez había pedido perdón por un bulo?

El paroxismo del delirio monteriano ha llegado cuando ha asegurado que Borja Sémper reconoció en público que su partido se inventa noticias para luego ponerlas en manos de los jueces. Sémper, que no estaba atendiendo, cuando lo ha oído, casi se desmaya.

Menos mal que Aitor Esteban nos ha recordado que una vez hubo un mundo normal. Aitor, más de derechas que san Dios, le ha dicho a Sánchez que nada de crear un escudo social para los inquilinos a costa de los propietarios; que eso de que los propietarios de viviendas son grandes tenedores es mentira. El PNV, de derechas, contra la izquierda. Lo que pasa es que el PNV es más nacionalista que de derechas y por eso apoya a Sánchez. ¡Pero qué recuerdos, Aitor! Aquel tiempo en que funcionábamos como cuando cayó el Muro de Berlín.

Dice Aitor que se trata de “vasos comunicantes”. Así empezó la trama. En La Chalana y en no sé cuántos bares, en plena ronda de vasos comunicantes. En eso, España no ha cambiado. Queremos la foto en calzoncillos.

Montero y el Gobierno se han marchado en silla de ruedas.