‘Limpiezas PSOE’: cómo tapar el mal olor del Salón del Caballo y de la corrupción
En cuanto hemos llegado, se nos ha informado del principal éxito logrado por el Politburó. En este recinto a las afueras de Sevilla, en este 41º Congreso Federal del Partido Socialista, "no huele a mierda de caballo".
–¿Disculpe? ¿Cómo dice?
–Sí, sí, lo que oye, que aquí ya no huele a mierda de caballo. Lo hemos conseguido.
Pensamos que se trata de una broma entre militantes, pero nos muestran en la pantalla de un teléfono móvil el cartel anunciador del evento que se celebró aquí hasta hace cuatro días: el Salón Internacional del Caballo.
Consultamos algunas fotos. El pabellón, además, es el mismo. La arena y los caballos están exactamente en el lugar donde Zapatero va a arengar contra el retroceso y la corrupción... de la derecha.
Aquí huele muy bien. A Pedro lo que es del César. De hecho, si se pone la nariz en el lugar adecuado, se puede oler a salmón, a anchoas y aceitunas. Las venden a un precio que no está mal en las barras que hay distribuidas por el salón principal. Cuando nos sentimos raros, miramos a las barras. Los bares son el único iceberg de la Transición que todavía no se ha derretido.
El Congreso de un partido político es muy difícil de comprender para quien no es político ni militante de una organización. También para los que iban a los congresos de la clandestinidad y el principio de la democracia. Hoy, todo está embadurnado de sentimentalismo. Todo es pegajoso. Todo se compra y se vende. Estás en el Congreso del PSOE, pero quieren que parezca que estás en Ikea, en una floristería, en una cita a ciegas.
De camino a saludar un ministro, nos topamos con la tienda. Camisetas, sudaderas, cuadernos, hasta bolis. Todo eso, vale. Pero vean: ropa de bebé, guantes de horno, las cajitas de plástico donde llevar las bolsas para recoger los excrementos del perro. Cada artículo con un lema, una foto o un plural desdoblado, "nosotros y nosotras".
"Rojo" y "roja" es lo que pone en las camisetas. Nosotros nunca habíamos llamado "rojos" a los del PSOE. Ahí se confunden. El Frente Popular, los rojos y los azules. ¿Cómo va a ser eso trendy? "Rojos" llamaban a los socialistas nuestros abuelos, ni siquiera nuestros padres.
Eso es lo que no podemos entender: ¿en qué momento se te ocurre vestir a tu bebé del PSOE? ¿En qué momento quieres leer un eslogan político cuando estás sacando la pizza del horno? ¿Cómo vas a querer acercar las siglas de tu partido a la caca de tu perro?
–¡Ministro, ministro!
–¿Qué tal, hombre?
Es un ministro de los clásicos, que lleva la camisa por dentro y el jersey sobre los hombros como forma desenfadada de vestir. Podría pasar desapercibido en una agrupación de militantes del PP en el barrio Salamanca.
Lo hemos interceptado al salir de una pecera acristalada en medio del pabellón, que se llama "zona roja" y es un plató de televisión donde el PSOE entrevista al PSOE, donde empleados del partido entrevistan a los dirigentes del partido.
–Durísima entrevista, ministro. Le hemos visto zafarse muy bien.
–No ha sido para tanto, de verdad. No me han dado mucha cera.
–¡Pues parecía!
–¿Lo estáis pasando bien?
–De maravilla. Muchas gracias. ¿Y usted?
En ese momento, interrumpe la conversación un militante que quiere hacerse una foto con él. ¿Cómo lo está pasando la dirección del PSOE? Dicen que muy bien cuando nos los cruzamos. Santos Cerdán, María Jesús Montero, Zapatero.
A Santos lo paramos nosotros porque somos de Pamplona, para agradecerle que ponga por todas partes "rojo", "roja"; lo que nos recuerda a Osasuna, que juega aquí, en Sevilla, dentro de un par de días.
A Montero no hay manera de pararla porque parece una estrella del rock. Cuando entra, la rodea una nube de periodistas y de militantes que acaba derribando dos plantas decorativas por el camino. Ella se enfada, pone mala cara, no le gusta lo de la planta, maldita sea, ¡aquí tenemos que luchar contra el cambio climático y defender el medioambiente!
Aparece en bicicleta Ander Gil, el que fue presidente del Senado. Viene con unos compañeros pedaleando desde Madrid. Eso lo ha conseguido por ser de Bilbao, no por ser socialista. Han tardado tres días. Dice que han sufrido "algunas bajas por el camino" y que tienen "las piernas maltrechas". Debe de ser, querido Ander, la hernia fiscal.
Buceamos en la procelosa mente de los militantes. Dicen que las noticias sobre los ausentes –Koldo, Aldama y compañía– son debates que quieren impedir que se hable "de las cosas de comer". "¡Aquí se habla de las cosas de comer!", dice a una cámara de Antena 3 un hombre muy convencido. Por eso han debido de poner más barras que stands informativos.
–¡Fulano! ¿Cómo está usted? ¡Cuánto tiempo! –saludamos a un dirigente que fue ministro con Zapatero. Un tipo encantador–. Un contexto difícil, ¿eh?
–Y tanto. La derecha se ha unido con la extrema derecha en Europa y eso hace que el continente pase por momentos muy delicados.
–Oiga, no nos joda. Nos referíamos a...
Le reclama el aparato. Se marcha antes de que podamos contestar. Nos queda la duda. En el fondo, es la misma duda que nos brota cuando escuchamos a los militantes, a los dirigentes que aceptan corrillos. ¿Lo dicen de verdad? ¿El contexto difícil es ese?
Es como si fuera San Valentín todo el fin de semana. Los corazones en las paredes, los corazones en los colgantes de las acreditaciones, los corazones en los discursos de los intervinientes. Van a causarnos diabetes con tanto azúcar, ¡no tienen corazón!
Tanto corazón, además, no nos cuadra con el proceso de aniquilación que se supone va a comenzar en las federaciones autonómicas tras este Congreso. Y no lo decimos nosotros, lo dicen los medios de izquierdas. Varios barones serán relevados próximamente porque el problema de este PSOE –cuentan en Ferraz– no está en Madrid, sino en los territorios. ¡Los de provincias siempre tenemos la culpa!
–Señor... ¿qué tal va la cosa en su tierra? –es, precisamente, un barón que acaba de llegar desde su Comunidad.
–En este partido, nunca se sabe.
–Pero, ¿cree que le van a...?
–Veremos. De momento, yo no me voy a hacer un Lobato. Aguanto.
Nos dice el barón que la federación madrileña es "la semilla de Caín" y se marcha. Nosotros, para librarnos de la maldición, asustados, miramos a la pared. A los corazones, siempre a los corazones. ¡Sursum corda!
Han llamado "ágora" al lugar donde estos días van a ir celebrándose los mítines. Eso tiene un problema no ya para los socialistas, sino para cualquiera. Hablar en un ágora, con ese nombre, te deja en pelotas salvo que seas Aristóteles.
La primera intervención es de la ministra Isabel Rodríguez, que clama contra Aznar. Pero hay casi más gente en las barras que en el "ágora". Si le das a elegir a un español entre un ágora y un bar, ¡por socialista que sea!, ¿qué va a elegir?
Regresamos a la "zona roja", el plató del programa de televisión del PSOE, a la pecera acristalada en medio del recinto. Está María Jesús Montero, pero el aislamiento es total. Desde fuera, aunque pegamos la oreja, no se oye nada. Anotamos la metáfora en la libreta: hablan y hablan, pero no se oye.
Vemos en el reflejo del cristal a los que no están, como si nos hubiera trastornado tanto corazón: Aldama, Lobato, Koldo, Ábalos. Y en los libros que vende la Fundación Pablo Iglesias, los nombres de Felipe González y Alfonso Guerra, como si estuvieran muertos.
Qué bonito el cómic con la biografía de Pablo Iglesias el bueno impresa en la pared. ¡La trayectoria política más encomiable del recinto es la de un muerto!
Sobrevuela el techo un dron. Lo sobrevuela continuamente. Hace un ruido extraño, como un susurro. Hay algo que está ahí todo el tiempo en este Congreso, que no tiene nombre, que flota en el aire, que hace ese maldito ruido. Todos saben lo que es, pero ninguno lo nombra.