El PSOE pactó con Junts la prórroga a la petición de cuestión de confianza para negociar temas pendientes
Moncloa gana tiempo para cerrar asuntos pendientes y Puigdemont mantiene una nueva arma de presión para mantener el control.
Yolanda Díaz aseguró hace poco más de un año que esta sería la "legislatura del tiempo". Lo dijo en referencia a la norma para rebajar la jornada laboral, pero con el transcurso del tiempo su predicción ha cobrado otro significado.
Porque el Gobierno de coalición, en un contexto difícil de fragmentación parlamentaria, busca permanentemente tiempo para negociar y para evitar derrotas en el Congreso. Lo mismo retrasa comisiones parlamentarias justo antes de perder votaciones, que congela proyectos o proposiciones de ley a la espera de tener mayoría suficiente para aprobarlos.
Otras veces gana tiempo prometiendo un decreto de futuro incierto para salvar una parte de su reforma fiscal o logra convalidar un decreto con la difícil promesa de ceder a Cataluña competencias de inmigración que un año después aún se negocian. Patada a seguir, como en el rugby, para ganar terreno y, sobre todo, tiempo.
Ahora, además, se da una prórroga en la Mesa del Congreso para decidir si califica una proposición no de ley, es decir, para decidir si la veta o permite su tramitación. Lo ha hecho con la que presentó Junts para pedir a Pedro Sánchez que se someta a una "cuestión de confianza" en el Congreso.
La iniciativa la presentó Junts para visualizar la distancia política y parlamentaria con Sánchez. Moncloa dejó claro que no habría cuestión de confianza y que, además, usaría su mayoría en la Mesa del Congreso para vetar la iniciativa.
El Gobierno no quería arriesgarse a que en febrero, cuando se vote la proposición, haya una mayoría de Junts, PP y Vox que inste a Sánchez a presentar esa cuestión de confianza. No tendría valor efectivo, pero sí simbólico y político, y podría ser demoledor para Sánchez. Por eso el PSOE habló de frenar en seco la iniciativa.
Pasado ese calentón inicial, Moncloa recibió de Junts el mensaje de que ese veto sería casus belli y que se pondría en peligro la negociación de los Presupuestos. Así que los emisarios de Sánchez ante Carles Puigdemont intentaron conseguir la retirada de la iniciativa.
Control de la agenda
Fuentes de Moncloa explican que, finalmente, el Gobierno pactó con Junts aplazar la decisión que debía tomar ayer la Mesa. De nuevo, el PSOE gana tiempo y, además, con ningún efecto práctico porque en todo caso la iniciativa no se votaría hasta febrero. A Junts no le valía la propuesta inicial del PSOE de ganar tiempo pidiendo una reformulación de la propuesta.
Junts, según fuentes parlamentarias, gana mantener la espada de Damocles sobre la Moncloa e introduce otro elemento para cobrar precio al Gobierno. Ya no sólo negociará Presupuestos, senda de déficit, impuestos, competencias de inmigración, el uso del catalán en Europa... sino que también incluye en el catálogo la retirada de la iniciativa para pedir la cuestión de confianza que tanto incomoda a Sánchez.
Puigdemont mantiene foco político y control de la agenda, que es lo que busca fundamentalmente con el poder decisivo de sus siete diputados y que perdería si aprobara, sin más, los Presupuestos para 2025. Ha visto sangre, es decir, ha comprobado que la iniciativa que el Gobierno trató con displicencia es efectiva porque hace daño político.
A su vez, el Gobierno logra un respiro porque el veto a la iniciativa hubiera supuesto la ruptura con Junts, y mientras hay vida hay esperanza. Ahora debe acelerar el pedaleo para cubrir a Junts de gestos políticos, en forma de cumplimiento de algunos de los asuntos pendientes.
A la vuelta de las Navidades, el PSOE se encontrará otra vez en la Mesa del Congreso el balón de la cuestión de confianza. Si para entonces hay acuerdos cerrados, Puigdemont ofrecerá retirarla o aceptar el veto, y si no hay pactos y restablecimiento de relaciones, el PSOE tendrá que hacer lo que no pudo hacer este martes. Salvo que encuentre otra fórmula para patear el balón y volver a ganar tiempo.