Dos meses de juicio a Antonio Ortiz, sospechoso de la agresión sexual de cuatro menores y conocido como el pederasta de Ciudad Lineal, han servido para exponer al tribunal todas las pruebas que existen contra él. A partir de ahora, con todo el trabajo policial, pericial y forense encima de la mesa, el tribunal debe deliberar si con todo ello se puede concluir que Ortiz se llevó a las pequeñas, las drogó y abusó de ellas, dejando a algunas con graves secuelas físicas y psíquicas.
Ortiz ha aprendido la lección. Este es el segundo juicio que se enfrenta por agresiones sexuales. Sin embargo, la primera vez reconoció los hechos y eso le llevó a cumplir condena. En esta ocasión ha decidido mantener el mutismo. No quiere dar ni una sola pista que ayude a la Audiencia Provincial de Madrid a declararle culpable. A lo largo de toda la instrucción y todo el juicio ha permanecido en silencio pero, eso sí, con un abogado solicitando su libre absolución.
No hay un reconocimiento de hechos, ni una fotografía o imagen que le sitúe en el lugar de los hechos ni una pillada 'in fraganti' en alguno de sus actos. Sin embargo, hay pruebas irrefutables, tal y como considera la Fiscalía y las acusaciones, de que Ortiz es el violador de las pequeñas. Principalmente lo que más le señala es su ADN en la ropa interior de alguna de las pequeñas y que todas ellas sin excepción le reconocieron en las ruedas de reconocimiento. Pero hay más pruebas que le sitúan en el lugar de los hechos y que ayudó a que la Policía le diera caza se septiembre de 2014, en el marco de la 'Operación Candy'.
1. Ruedas de reconocimiento
Una de las primeras pruebas que se visualizaron en el juicio que se ha celebrado durante dos meses por la Sección Séptima de la Audiencia Provincial de Madrid fue el visionado de las ruedas de reconocimiento por parte de las menores. Las cuatro víctimas reconocieron a Ortiz sin ningún género de dudas como su agresor.
2. ADN de Ortiz
El ADN del acusado apareció en los pantalones y ropa interior de tres de las cuatro niñas víctimas de las agresiones sexuales,una de las cuales fue encontrada en plena calle con un papel higiénico impregnado de sangre que fue usado a modo de tampón. Varios peritos policiales revelaron en el juicio que hallaron durante el análisis de una de las niñas (TP3) restos celulares (ADN) "idénticos" al del presunto autor de los hechos en la ropa interior de la niña de nueve años, en sus mallas y en una bolsa de golosinas que portaba la menor.
Los agentes llegaron a esa conclusión al hallar restos celulares compatibles con los de un hombre en algunas prendas de la pequeña que fue agredida el 10 de junio de 2014, por lo que los peritos cotejaron estas pruebas con el perfil genético del procesado para comprobar si correspondían con su ADN.
3. ADN de una víctima
En el domicilio de la calle Santa Virgilia, el “piso de los horrores”, propiedad de la madre de Ortiz y donde las llevó para abusar de ellas, la Policía dio con el hallazgo de ADN de una de las niñas en las baldosas del pasillo, en el salón, en el recibidor de la casa y en el plástico que cubría el colchón de una cama, donde también se localizó sangre de la pequeña. En este plástico, las peritos encontraron varias evidencias de esperma y ADN que "coincide con el perfil genético de Antonio Ortiz".
4. Las BTS
El rastro del móvil de Ortiz es otra prueba clave que el tribunal debe estudiar y que ha sido recalcado en sus informes por parte de la Fiscalía y de las acusaciones particulares como las populares como la Asociación Clara Campoamor. El presunto pederasta de Ciudad Lineal cambió su forma de actuar a medida que la prensa se hacía eco de los hechos, dado que su búsqueda fue ardua y llegó hasta ser considerado “enemigo público número uno”.
Al principio su móvil estaba encendido en todo momento, pero después lo apagaba cuando presuntamente cometía los abusos, como explicó uno de los policías en el juicio, afirmando que "el teléfono permanece apagado justo en el momento de las agresiones". Aún así, su rastro le sitúa en las zonas donde capturaba y dejaba a las menores, una señal que fue determinante para su detención en Santander, donde su móvil le situaba durante el último mes.
5. TP3, testigo clave
A pesar de que las víctimas son niñas pequeñas e indefensas, una de ellas fue de vital importancia para capturar a Ortiz. Su testimonio ante la Policía, la descripción de su agresor y de los detalles del lugar donde la llevó, así como el coche que la trasladó, supuso un gran empuje en la investigación. Además, los peritos y psicólogos que han declarado en el juicio han dado credibilidad y veracidad a estos testimonios, que los refuerza aún más.
La pequeña, violada y drogada, hizo un monumental esfuerzo para aportar ciertos detalles a los investigadores, que después lo reprodujeron en el juicio. La pequeña incluso fue capaz de hacer dos croquis del edificio de la calle Santa Virgilia 3 de Madrid, en el que se ubica la vivienda donde abusó de ella. Aquellos dibujos y sus narraciones describían un edificio poco habitual, con un aparcamiento en forma de “herradura”.
Aseguró que el pederasta viajaba en un coche gris de marca Toyota. Es más, que una vez que le hizo subir al vehículo, condujo por calles que identificó, no por sus nombres, sino porque allí vivían sus “amiguitos”. Todavía medio drogada, le contó a su madre y a los policías que habían abusado de ella en un piso de una cuarta o quinta planta con ascensor, dando detalles del interior. También pudo describir a su agresor: “varón, de 175 centímetros de altura, pelo corto, liso, peinado de lado, con un reloj en la mano izquierda con números romanos, barba de tres días y ojos de color castaño”, datos que sirvieron para hacer un retrato robot.
6. La 'firma de autor'
Otro dato que deberá ser valorado por el tribunal, que tiene en su mano aplicar más de un centenar de años de cárcel (aunque no cumpliría en todo caso más de 25 años de prisión efectiva) es el 'modus operandi' del agresor, su 'firma de autor'. Según relataron varios policías durante las sesiones del juicio, la 'firma de autor' que Antonio Ortiz dejaba en sus agresiones sexuales permitió con el tiempo identificarle y finalmente detenerle.
Engañaba a las niñas diciendo que era amigo de su familia y que iban a gastar una broma y a otras, que les iba a dar ropa. También coincidía que les daba tranquilizantes antes de abusar de ellas. Detalles como estos se empezaron a repetir más tarde, con los testimonios de otra agresión a una niña de nueve años. Otras menores presentes contaban que el hombre les había dicho que conocía a su madre y que le tenía que dar una ropa.
Y datos nuevos, como el número de una matrícula o la descripción de partes de la vivienda donde se las llevaba permitieron avanzar en las pesquisas y a identificar su 'firma' en otros casos, como el de una menor en Coslada.
7. Los coches
Con la ayuda de las descripciones de las menores, la Brigada Provincial de la Policía, encargada de la investigación, localizó dos coches que habían sido utilizados por Ortiz durante las fechas de las agresiones y que fueron identificados por las menores.
Uno de ellos es un Toyota Celica, que estaba a nombre de la pareja sentimental de Ortiz y en el que pudo trasladar a alguna menor hasta el lugar donde cometió la agresión. Otro de los vehículos utilizados por Ortiz fue un Citroen Xsara Picasso,en el que agredió a su última víctima antes de ser detenido. En este caso, el acusado abordó a la menor en un parque infantil de San Blas, la agredió en el vehículo y después la abandonó en una gasolinera. Todo ello se desarrolló "en un lapso relativamente corto de tiempo", según explicó un policía en el juicio, y la niña fue llevada de vuelta a su casa por dos personas que la encontraron abandonada y desorientada en la calle.
8. Un testigo ocular
"Vi a este individuo con una niña negrita y me chocó". Una testigo que vio al presunto pederasta con su última víctima minutos previos a la presunta agresión declaró también en el juicio. Le "chocó muchísimo" verles bajando una cuesta de gran pendiente por un descampado en el que "no hay nada".
Recuerda ver a Ortiz bajarse del coche de marca Citroen Xsara Picasso junto con una niña de color y pensó que era su hija. Iban bajando una cuesta de dicho descampado con la niña detrás, quien se tenía que ir sujetando porque se estaba cayendo debido a la pendiente de la cuesta. Le llamó la atención que Ortiz ni siquiera se diese la vuelta a mirarla y a ayudarla: "Me chocó muchísimo y estuve mirando mucho tiempo cómo bajaban. La niña le seguía como un perrito". Esta testigo reconoció "sin ninguna duda" a Ortiz en la rueda de reconocimiento y que fue al día siguiente.
9. Pisada de zapatilla
Otro dato que sitúa a una de las menores en el piso de la madre de Ortiz -a pesar de que la casa fue limpiada en profundidad-es una huella de pisada. “Nos sorprendió la pisada porque el tamaño era poco habitual. Vimos que una víctima tenía un calzado parecido. Nos enviaron la zapatilla para hacer el cotejo”, explicó un policía en su testimonio ante el tribunal.
Concretamente, la pisada, de una talla 35, tenía un dibujo en la suela idéntico a unas zapatillas de una de las pequeñas que fue trasladada el 'piso de los horrores. Cuando los padres enviaron a la Policía la zapatilla de la niña se realizó un cotejo y se estableció que el tamaño y el dibujo coincidían en su diseño como en el tamaño.
10. Condena anterior
El tribunal no podrá dejar de lado que Antonio Ortiz es reincidente. En el año 2000 fue condenado a una pena de 9 años de prisión por secuestrar y abusar sexualmente de una menor de 7 años en 1998. En aquella ocasión, Ortiz mantuvo retenida a la pequeña durante una hora. Tras circular por diversas calles, se dirigió a un sitio despoblado, detuvo el vehículo y, “sacando sus órganos genitales, comenzó a realizar frotamientos en la zona vaginal de la menor hasta conseguir eyacular manchando las bragas” de su víctima, recoge la sentencia de entonces. Dejó que la niña abandonara el coche a unos 500 metros del colegio.
En aquel entonces, Ortiz tenía 28 años y carecía de antecedentes penales. Reconoció los hechos, por lo que el fiscal y su defensa renunciaron a la práctica de las pruebas. El fallo, que incluía una indemnización de 1.000.000 de pesetas (6.000 euros) a la víctima, no fue recurrida. Seis años después consiguió un tercer grado por "cambio positivo de su autocontrol, su autoestima y su escala de valores", entre otros aspectos.
Noticias relacionadas
- La madre del pederasta de Ciudad Lineal protege a su hijo: “Fui yo la que limpió el colchón”
- Así es el cerebro incurable de un pederasta
- La Policía sobre el pederasta de Ciudad Lineal: "Es la prueba del 9. Ya detenido no hubo más abusos"
- El pederasta de Ciudad Lineal: "No voy a declarar"
- Así era el "piso de los horrores" del pederasta de Ciudad Lineal