Antonio Ortiz ha decidido callar. El presunto pederasta de Ciudad Lineal ha optado por mantenerse en silencio y no defenderse en el juicio que se celebra desde hoy en la Audiencia Provincial de Madrid.


Tras iniciar la vista oral y comenzar el turno de su interrogatorio ha anunciado que no iba a contestar a ninguna pregunta, ni del fiscal, ni del tribunal, ni de las acusaciones, ni siquiera de su abogado. Ha optado por no dar ninguna justificación de porqué se llevó a cuatro niñas y las agredió sexualmente.
A pesar de que su rostro es de sobra conocido, su abogado ha solicitado al tribunal que se prohíba hacerle fotografías "para no tener problemas en la calle" aunque en la actualidad, y desde septiembre de 2014 que fue detenido por la Policía, se encuentra en prisión preventiva a la espera de que la Audiencia dicte sentencia.
Antes de que la Policía le diera caza, Ortiz era un asiduo de los gimnasios. Las fotografías recogidas en la investigación judicial muestran un hombre musculoso y dedicado a su cuerpo. Esta imagen ya ha cambiado después de dos años en la cárcel. Se le ha visto menos músculos aunque todavía guarda un complexión fuerte.
Al sentarse en el banquillo de los acusados, para enfrentarse a una petición fiscal de 77 años de cárcel, se le ha visto más envejecido.
Tras negarse a declarar, Ortiz ha tenido que visualizar la grabación de la declaración de dos de sus víctimas que hicieron en su momento ante el Juzgado. Al tratarse de menores, el tribunal entiende que es una prueba preconstituida y por tanto las pequeñas no tienen que acudir al tribunal para declarar de nuevo sino que se da por válida lo declarado en la fase de instrucción.
Ahora el acusado tendrá que escuchar esa grabación en las que las pequeñas describen a Ortiz y su relato sobre cómo se las llevó, las metió en un coche, abusó de ellas, en algunos de los casos las duchó y luego las dejó abandonadas.
Antonio Ortiz podrá estar entre rejas un máximo de 25 años pero las niñas agredidas arrastrarán secuelas físicas y psíquicas irreparables. Aún así, podría ser condenado a 146 años de prisión, tal y como solicita una de las acusaciones particulares.

Por ello, la Fiscalía exige al acusado una indemnización de 75.000 euros para una de ellas por los daños morales; a otra, de 300 euros por los días que tardaron en curar sus lesiones y estuvo impedida para dedicarse a sus ocupaciones habituales y de 100.000 euros por los daños morales causados. En el caso de la tercera chica agredida, la Fiscalía solicita una indemnización de 900 euros por los días en que estuvo hospitalizada para curar sus heridas y de 150.000 euros por los daños morales. Y la cuarta deberá ser indemnizada, en caso de ser declarado culpable, en la cantidad de 100 euros por el día que tardó en curar sus lesiones y en 100.000 euros por los daños morales.

Antonio Ortiz tuvo en vilo durante meses a la Policía, hasta que fue finalmente detenido en septiembre de 2014, fecha desde la que se encuentra en prisión provisional. El presunto depredador sexual que andaba suelto por el madrileño barrio de Ciudad Lineal se resistía a ser detenido hasta que un operativo de cien agentes dio con él. Había tenido mucho cuidado para no ser cazado en sus incursiones a colegios y parques para buscar a sus víctimas hasta que un día cometió un error.

El pederasta de Ciudad Lineal

Una dependienta sospechó de su comportamiento y dio la voz de alarma a la Policía, que ya estaba detrás del pederasta. Tras una meticulosa investigación policial, con el análisis de coches, matrículas y repetidores de telefonía, dieron con el sujeto.

Llamarlas por su nombre, su firma

Desde el primer intento de agresión registrado por la Policía hasta la última consumación de abusos, pasando incluso por el ataque perpetrado en 1998, empleó argumentos familiares para acercarse a las niñas y ganarse su confianza. Incluso a veces hasta las llamaba por su nombre, después de haber estado observando su entorno. La Policía ha calificado este procedimiento como su firma de autor.

Antonio Ortiz con un perro.

La primera agresión que se le atribuye es de septiembre de 2013, cuando abordó a una niña de cinco años en un parque infantil y la engañó diciéndole que conocía a su madre y que tenía que darle unas bolsas. Según el escrito de la Fiscalía, una vez en el interior del vehículo al que la llevó, supuestamente abusó de la niña antes de abandonarla en una caseta de jardinería, donde dos personas la auxiliaron y la llevaron a su domicilio.

Duchaba a las niñas tras la agresión

La siguiente agresión ocurrió el 10 de abril de 2014, cuando una niña de nueve años salía con dos amigas de una tienda de chucherías del barrio de Ciudad Lineal y el procesado la engañó prometiéndole que le regalaría ropa. También en el interior del coche la drogó y la condujo hasta un inmueble donde la agredió sexualmente. Después, y para eliminar pruebas, duchó a la pequeña para abandonarla posteriormente en una parada de metro.

Más tarde, el 17 de junio, volvió a persuadir con engaños a una niña, en esta ocasión de seis años. Consiguió llevarla hasta un lugar apartado, donde consumó la agresión sexual. También en este caso obligó a la menor a lavarse todo el cuerpo en la ducha antes de abandonarla en plena calle.

Antonio Ortiz, asiduo del gimnasio.

Dos meses después, el 22 de agosto, abordó a otra niña de 7 años en un momento en el que se separó de su hermano y de su tío con quienes jugaba en las inmediaciones de un parque. Con la excusa de dar una sorpresa a su abuelo, la introdujo en su coche y la condujo a un descampado para agredirla sexualmente antes de abandonarla.

Una niña se escapó

Una de las niñas víctimas de Ortiz consiguió escaparse de sus garras. Según consta en la investigación policial, el acusado detectó que la menor (que apenas contaba siete años), había sido enviada por sus padres a hacer unas compras. A mitad de camino, el hombre hizo como si hablara por teléfono con el padre de ella. "Estoy con ella, yo la acompaño a casa", dijo en voz alta para que la niña le escuchara. La pequeña, que tenía las llaves de su domicilio, se dejó embaucar por ese comentario y se fue con él hasta la vivienda.

Una vez allí, el farsante le pidió a la criatura que se duchara. Ella le respondió que ya se había duchado, pero él insistió. La pequeña entró en el baño mientras él esperaba fuera. Tras la ducha, ella se cubrió con una toalla y salió a buscar su ropa. Él se ofreció para secarla, pero ella se negó, a lo que él respondió con ira sujetándola por el cuello. En ese momento la niña gritó "socorro, socorro" y el sujeto salió huyendo a toda prisa de la casa.

"Vamos a dar una sorpresa a tu abuelo"

Pero otras no tuvieron tanta suerte. En otra ocasión, otra víctima narró cómo fue engañada por el pederasta, que en este caso sí consumó sus abusos sexuales. Fue un año después del episodio de Coslada y el agresor volvió a utilizar el argumento familiar.

La menor, de ocho años, que montaba en bicicleta junto a su hermano bajo la vigilancia de su tío y su abuelo, que estaban sentados en un banco en el barrio de San Blas (Madrid), fue un momento a orinar junto a dos coches cuando se acercó el individuo. "¿Ese que está ahí es tu abuelo?", preguntó. "Sí –respondió ella–. Vamos a darle una sorpresa a tu abuelo", le dijo el sujeto, que logró así que la niña le siguiera hasta el vehículo que tenía aparcado en la parte posterior de la calle.

El presunto pederasta de Ciudad Lineal

Cuando llegaron a la altura del coche, él le abrió la puerta. “Métete y agáchate para que nadie te vea”, le indicó.

De ahí la llevó a un descampado y colocó una toalla en el suelo. Ella quiso marcharse a su casa, pero él ya no le dejó. Después la agredió y vejó sexualmente. Cuando terminó, la limpió con agua y una toalla para evitar dejar rastros, le señaló el agujero de una valla rota y le dijo que se tenía que ir por ahí. La pequeña echó a correr, asustada y llorando, hasta que otro hombre la encontró. Ante la Policía, la pequeña recordó el desagradable episodio y declaró que el pederasta le había hecho "cosas malas", le había dado "mordiscos" y le había dicho que no le dijera a nadie que había estado con él.

"Vente a probar ropa"

Antonio Ortiz buscó un amplio repertorio de excusas para convencer a las pequeñas para que se fueran con él. "Tu padre me ha mandado a que vengas a buscar conmigo unas cosas al coche, que tu padre está ahí", le dijo a otra de las niñas. A otra pequeña que estaba comprando chucherías con unas amigas, se acercó y le dijo: "Ven, que te voy a probar una ropa; te voy a poner unos trajes de modelo, que tu madre lo sabe y que yo la conozco", le dijo.

Esta última apareció horas después con "signos evidentes" de haber sufrido una intoxicación, con dificultades para andar y mantener el equilibrio y unas ojeras muy marcadas.

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