El francotirador que fanfarroneó con matar a Sánchez: "Me sentí un héroe para salvar España"
Reconoce que es un tirador mediocre, "no un asesino", y que consumía regularmente alcohol. "Nunca pensé en hacer algo tan gordo", ha dicho.
15 marzo, 2022 12:22Noticias relacionadas
Manuel Murillo entró este martes a la Audiencia Nacional con una sudadera negra, capucha y mascarilla. Y gafas oscuras, a pesar de la nube de polvo marrón que cubría el cielo gris de un Madrid sin sol. Un intento fallido de pasar desapercibido ante las cámaras de televisión. Abrió la puerta unos minutos antes de las diez de la mañana, cuando estaba señalado el inicio de su juicio.
Murillo, de 65 años, está acusado de un delito de homicidio en grado de proposición y de depósito de armas de guerra. La Fiscalía pide para él, en total, más de 18 años de prisión por haber manifestado en WhatsApp su disposición a matar al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, e instar a los miembros de un chat grupal a organizarse a tal fin.
"Soy un francotirador y con un tiro preciso se acaba el Sánchez (sic) antes de que del todo hunda a España. No haría falta guerras", manifestó, indignado por los planes del Gobierno de trasladar los restos de Francisco Franco del Valle de los Caídos.
"No podemos permitir que humillen al Generalísimo Francisco Franco ni a José Antonio Primo de Rivera. Es una venganza por haber perdido la guerra. (...) No lo voy a consentir. Si es preciso, me voy a ir armado y me sentaré en la tumba de Franco y si se acercan, disparo", escribió en otra ocasión. Según manifestó a una miembro de este chat, con un cargo local en Vox, el acusado pretendía confesar sus planes a Santiago Abascal, presidente del partido.
Todas sus palabras, según ha narrado Murillo a preguntas de la Fiscalía, eran poco más que una bravuconada: "Con la edad que tengo... Eran chiquilladas... Nunca pensé en hacer algo tan gordo". Un cóctel de orujo, tranquilizantes y películas —ha citado el filme Una bala para el rey— le hizo sentirse un "héroe para salvar España", "un Rambo".
Aquello se debió a un patriotismo inflado por el alcohol, ha sostenido. "Imbecilidades mías", ha dicho. Todo fue "una ensoñación", pero nunca sus verdaderas intenciones. La Policía tampoco le vinculó a grupos organizados de ultraderecha, más allá de constatar lo extremista de sus mensajes en el chat.
Este martes, una testigo ha descrito a Manolo como "excesivamente hablador" y ha reconocido que le solía notar "estresado". "Cuando bebía, era insoportable y decía cosas que la mayoría de gente no llega a decir", ha expuesto. Otro ha reconocido que le bloqueó en WhatsApp "por pesado", tras haber recibido varias fotos de armas de fuego. "Era un pobre hombre; estaba solo... Lo que le pierde es la boca", ha valorado el testigo, tras verle incapaz de cumplir sus fanfarronadas.
Ante la Sala de lo Penal, Manuel Murillo ha relatado que, a pesar de ser aficionado a las armas, no tiene mucha habilidad para disparar: "No soy francotirador ni mercenario ni asesino. No voy a cazar; lo máximo que he tirado son 50 metros en la galería de tiro. No he hecho la mili ni he estado en una guerra". En los mensajes, sin embargo, manifestó que era "bastante bueno en competiciones".
En aquellas fechas, según ha reconocido, estaba "saturado" de jornadas maratonianas de trabajo como vigilante de seguridad y su única vía para "disfrutar de la vida" era "comer un menú, beber vino, un orujo". Apenas recuerda esos días, en los que era habitual que llegaba a tomarse "una botella de vino como si fueran tercios de cerveza" para olvidar la "angustia" de cuidar de una hermana esquizofrénica y una madre nonagenaria y "casi ciega".
"Y cada vez, más", ha manifestado sobre su ingesta de alcohol. Y animado por varios conocidos, la solución a su desazón fue meterse en un grupo de WhatsApp —denominado Tarrasa por España— con personas de ideología similar a la suya, donde criticaba "a quienes podían perjudicar a España". Además de contra Sánchez, arremetió contra los grupos yihadistas o el expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero. Y ensalzaba recurrentemente el franquismo.
"Todo esto era porque estaba bebido", ha reiterado. "Era como los poetas ingleses que bebían para hacer sus obras. (...) Esos wasaps son lo contrario de lo que soy", ha repuesto, tras recordar su fe cristiana y el mandamiento No matarás.
"Para poner eso, tienes que estar bebido", ha respondido a preguntas del fiscal, que ha cuestionado las escasas faltas de ortografía en sus textos. "Pues igual que conducía. Y tenía un corrector de faltas [de ortografía en el móvil]", ha añadido, ante la sorpresa de la Sala.
Manuel Murillo permaneció durante dos años en prisión preventiva, en la cárcel de Brians (Barcelona) tras ser detenido en septiembre de 2018. Durante los registros, los Mossos d'Esquadra hallaron en su vivienda y el maletero de su vehículo una colección de armas que incluía un petardo casero, un lanzadardos, también de facturación casera, tres revólveres, una escopeta, un fusil de asalto, una ballesta artesanal y abundante munición.
De acuerdo con su relato, Murillo coleccionaba armas. Algunas las adquirió para guardarlas como "recuerdo", dado su valor histórico. Otras las reparaba, barnizaba y pintaba. Parte del arsenal sí lo usaba en la galería de tiro. También ha confesado que dedicó todo el agosto de 2018 para fabricar munición y explosivos con pólvora en su propia casa, ya que el club de tiro estaba cerrado todo ese mes.
La denuncia
El origen del proceso es la denuncia de una coordinadora local de Vox Tarrasa, a la que Murillo había dirigido varios de estos mensajes. Ella contó lo ocurrido a un amigo suyo, policía nacional, quien le aconsejó que la presentara.
Tras ser detenido, el acusado explicó al juez de instrucción que le había escrito los mensajes aquel 12 de septiembre de 2018 tras tomar varias copas de más, porque quería impresionar a la mujer, bastante más joven que él y a la que había solicitado una "reunión privada" para narrarle sus planes de "salvar a España".
Manuel Murillo comentó a la denunciante sus ideas de fomentar "un alzamiento nacional" que culminase en "meter a Vox en el Gobierno" si triunfaba el supuesto magnicidio. "Muerto el perro, se acabó la rabia", fanfarroneó ante la coordinadora del partido, tras sugerirle al periodista Federico Jiménez Losantos —al que solía escuchar en la radio cada mañana— como asesor de un hipotético Gobierno liderado por Santiago Abascal.