Echando mano del refranero español, Manuel Murillo se ha comparado este miércoles en la Audiencia Nacional con un "perro ladrador, poco mordedor". Sus ladridos fueron varios mensajes de WhatsApp en los que fanfarroneó con asesinar al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Pero, según ha reiterado ante el tribunal, nunca pretendió hincar el colmillo.
El fiscal, por contra, duda de las excusas de Murillo. Echando mano de la hemeroteca, el representante del Ministerio Público ha recordado que, "en la época contemporánea, hemos tenido etapas con un presidente de gobierno asesinado cada 30 años". Y ha enumerado a Juan Prim (muerto en 1870), Antonio Cánovas del Castillo (1897), José Canalejas (1912), Eduardo Dato (1921) y Luis Carrero Blanco (1973).
A ojos de la Fiscalía, cuando Murillo llamó a disparar contra Pedro Sánchez "no propuso un imposible ni una locura". "Desgraciadamente, lo es tanto [posible], que en este tribunal se han juzgado tentativas de asesinato del jefe del Estado y del presidente del Gobierno", ha expuesto el fiscal en la última sesión de un juicio que ha quedado este miércoles visto para sentencia. "No se trata de un pobre hombre que lanzó esa locura. Se trata de un plan concreto que tenía: asesinarlo [al presidente del Gobierno] como francotirador. (...) Y llevaba varios meses con esta idea.", ha subrayado.
El Ministerio Público solicita 13 años de cárcel para Murillo por los delitos de homicidio en grado de proposición y depósito de armas de guerra. En la segunda sesión, la del martes, rebajó la pena desde los 18 iniciales, al descartar la agravante de discriminación ideológica.
Este miércoles, el fiscal ha insistido en presentar varios wasaps que Manuel Murillo escribió en un chat ultraconservador como pruebas que demuestran sus intenciones magnicidas. "Los mensajes estaban en el móvil del acusado y de los testigos que declararon", ha expuesto.
También, ha recordado que Murillo reconoció como suyos tanto esos escritos como el arsenal de armas prohibidas que los Mossos d'Esquadra encontraron en su casa y su coche. Entre ellas, una ballesta artesanal, un fusil militar Cetme, varios revólveres modificados o una escopeta recortada.
"No se trata de un exabrupto en un momento aislado. [Una de ellas] es una conversación de hora y media. Y son mensajes a diversos interlocutores", ha indicado. "El acusado tenía esa intención de asesinar al presidente del Gobierno y, sobre todo, de proponerlo. Si hubiera ido adelante, él lo hubiera cometido", ha rematado.
Por contra, el abogado de Murillo ha puesto en duda la cadena de custodia del teléfono móvil de su cliente y de los mensajes de chat: "No hay garantías de que los efectos intervenidos sean los mismos". Una vez fue detenido el acusado, a finales de 2018, el terminal "no ha estado siempre aislado de la red, por lo que ha estado expuesto a injerencias", ha indicado, tratando de invalidarlos como prueba.
Asimismo, considera que los mensajes de Murillo, en los que —tanto en un grupo público como en un chat privado— habría instado a matar a Pedro Sánchez, no constituyen una propuesta "ni seria ni eficaz ni convincente". Ha reprochado a Fiscalía su análisis "plano y superficial" de estos wasaps y ha defendido que su cliente no recuerde haberlos escrito, ya que fueron "2.000 tonterías a lo largo de 60 días" en los que el acusado no vivía su mejor momento.
"Estamos aquí por la forma de ser de Manuel Murillo, no porque quisiera atentar contra nadie", ha culminado, tras recordar que, según un informe médico, su cliente es "verborreico y desinhibido". "Empieza a hablar y no para. Lo ve todo como una película", ha indicado, tras solicitar una sentencia absolutoria para él.
"Matar" a Pedro Sánchez
Durante la primera sesión del juicio, celebrada el pasado 15 de marzo, Murillo aseguró al tribunal de la Audiencia Nacional que jamás quiso matar a Pedro Sánchez. "Nunca pensé en hacer algo tan gordo", repitió.
Ante la Sala, se excusó alegando que es un tirador aficionado y muy mediocre. Que aquellas palabras eran poco más que chiquilladas, una bravuconería. E indicando que un cóctel de patriotismo, educación franquista, películas bélicas, soledad, ansiolíticos y consumo desmedido de alcohol le hizo sentirse "como un héroe para salvar España". Que fanfarroneó con la idea de disparar contra el presidente del Gobierno para impresionar a una coordinadora de Vox Tarrasa —bastante más joven que el acusado—, que fue quien denunció ante la Policía estos hechos.
Este miércoles, en el turno de última palabra, Murillo ha asegurado que se arrepiente "mucho de lo sucedido", hechos que ha tachado de "ensoñación". Y ha insistido en que no es un asesino y que chatear con su móvil era la "válvula de escape" frente a su "soledad" de aquellos días de 2018. Y que lo hacía "casi con los ojos cerrados". Que prefería WhatsApp a Facebook. Que bebía y tomaba tranquilizantes. Que ahora ha vuelto a trabajar. Que en el calabozo, pensó en quién le habría denunciado y no logró sospechar de nadie. Que se sintió un "salvador de la patria", pero que tiene "buen corazón". Que su padre fue alcalde franquista.
"Nunca pensé que podría venirme este lío tan grande", ha indicado. "Ahora, prácticamente no escribo wasaps ni digo tantas tonterías. Me sirvió de lección. Perro ladrador, poco mordedor: si lo hablé tanto, es señal de que no lo iba a hacer", ha insistido, hasta que la presidenta del tribunal, Ángela Murillo, ha puesto fin —"Ya, ya, nos lo ha contado todo..."— a un turno de última palabra convertido ya en un alegato de más de cinco minutos. "Y lo siento mucho, eh", ha culminado el acusado.