La cueva de Córdoba que escondía los secretos de los rituales funerarios prehistóricos
Un equipo de investigadores analiza con nuevas técnicas restos óseos manipulados de 12 individuos que fueron depositados en la cueva de los Mármoles entre hace 7.000 y 4.000 años.
21 septiembre, 2023 03:03Las poblaciones prehistóricas que habitaron en el sur de la Península Ibérica entre el V y el II milenio a.C., desde el Neolítico hasta finales de la Edad del Bronce, convirtieron una cavidad de la sierra de los Judíos, en la actual provincia de Córdoba, en su particular espacio funerario. Allí depositaron los restos fragmentados de forma intencionada, y en algunos casos reutilizados con fines alimentarios, de algunos individuos que formaban parte de la comunidad en una suerte de ritual para mantenerlos presentes.
La llamada cueva de los Mármoles, localizada en el municipio de Priego a una altitud de unos 900 metros y con una extensión de más de 370m, es una de las más importantes de Andalucía. Aunque ha sido sujeto de diversas campañas de excavación desde 1934, y también saqueada por expoliadores, hasta la fecha no se había realizado ningún estudio en profundidad del conjunto de restos óseos recuperados por los arqueólogos en el yacimiento.
En un artículo publicado este miércoles en la revista científica PLOS ONE, un equipo de investigadores liderado por Zita Laffranchi y Marco Milella, de la Universidad de Berna (Suiza), y Rafael Martinez Sanchez, de la Universidad de Córdoba, aborda la historia de la ocupación y uso de la cavidad mediante nuevos análisis antropológicos, tafonómicos y de radiocarbono. Los resultados del trabajo apuntan a que enterrar los restos de los individuos en las cuevas y posteriormente modificarlos para consumir alimentos y como herramientas fue una práctica generalizada en el sur de la Península Ibérica a partir del IV milenio a.C.
Recuperados sobre todo en dos intervenciones realizadas en 1998 y 2018 de la superficie del suelo de la cueva, sin posibilidad de asignarles una estratigrafía, los expertos han contabilizado un total de 411 fragmentos de huesos y diez dientes sueltos que se corresponden con un mínimo de doce individuos. De ellos, siete son adultos —cuatro mujeres, dos hombres y otro sujeto de sexo que no se ha podido determinar—, tres niños de entre 3 y 12 años y dos adolescentes de entre 13 y 20. La escasa presencia de elementos de las manos y los pies sugiere que los cuerpos eran depositados en la cueva parcialmente descompuestos.
En los aproximadamente tres milenios de historia de ocupación y uso como necrópolis de la cavidad, las dataciones radiocarbónicas han desvelado tres fases diferentes separadas por dos hiatos sin evidencias de depósitos de huesos humanos de unos mil años cada una. Los análisis microscópicos y macroscópicos de los restos óseos han desvelado diversas modificaciones postmortem entre las que se incluyen fracturas y marcas de cortes, quizá el resultado de los esfuerzos de los vivos por extraer la médula y otros tejidos de los cuerpos de los difuntos.
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Ritual de memoria
Hay dos casos específicos que han llamado especialmente la atención a los investigadores. El primero es una tibia de un adolescente que presenta en uno de sus extremos una parte lisa, probablemente resultado de su uso como herramienta. El segundo es un "cráneo-copa", una bóveda craneal recortada mediante percusión directa practicada con mucha habilidad perteneciente a un varón adulto de entre 35 y 50 años. Presentaba dos fracturas sanadas y diversas marcas de percusión. La hipótesis es que esas evidencias indicarían un intento de acceder al cerebro y a la médula como alimento o un proceso de modificación del calvario, la bóveda, para un uso posterior desconocido.
"Las prácticas documentadas en la cueva de los Mármoles encajan bien con aquellos ampliamente identificadas en grandes áreas de la Península Ibérica durante la Prehistoria final y sugieren la posibilidad de ideologías compartidas donde el cuerpo humano se vuelve esencial para mantener la memoria colectiva de una comunidad", escriben los investigadores en sus conclusiones.
Las cuevas naturales ofrecieron a estas comunidades prehistóricas una solución evidente a una serie de cuestiones prácticas relacionadas con el desecho de sus difuntos, como los olores. Pero en un plano más simbólico, estos espacios en perpetua oscuridad y bajo tierra se articulaban en un lugar de descanso ideal para los miembros de estos grupos. "Cuando se combinan con la presencia de deposiciones humanas, especialmente de deposiciones colectivas, estas características también convertirían a las cuevas en puntos de referencia sociales y las asociarían con conceptos como la veneración de los antepasados, la pertenencia a una comunidad, la tradición cultural y la memoria", añaden los autores del artículo.
¿Pero por qué manipularon los huesos de forma intencionada? Si bien los investigadores reconocen que los patrones de fracturas apoyarían un episodio de canibalismo, "la escasez de marcas de corte hace que esta explicación no sea completamente convincente". En realidad, siguiendo otros ejemplos como el de la cueva de Scaloria, en el sur de Italia, podría tratarse de un tratamiento secundario de los restos que habría incluido su selección, modificación sin que se tratase de una carnicería y abandono en el interior de la cavidad.