El otro frente de la Guerra Fría: cuando la CIA usó drogas para lavar cerebros e interrogar prisioneros
En 1953 el servicio de inteligencia autorizó el programa MK Ultra con el objetivo de estudiar los efectos del LSD y otras sustancias químicas capaces de hacer confesar en interrogatorios.
6 febrero, 2024 17:48El pánico cundió en los despachos del Pentágono. Al amparo de las frías noches otoñales de 1950, un inmenso ejército chino de 380.000 hombres al mando de Peng Dehai había cruzado en masa la frontera del río Yalu y las tropas de EEUU en Corea del Norte emprendieron una retirada atropellada hacia el sur. Las posiciones caían una tras otra hasta que en invierno, con temperaturas mínimas de 37ºC bajo cero, sucedió la tragedia. El grueso de la 1.ª División de Marines de Estados Unidos había quedado cercado en el embalse de Chosin y combatía a la desesperada sin apenas munición, gasolina ni medicinas. El general MacArthur, líder de las fuerzas en Corea, solicitó el envío de varias bombas atómicas y desde Washington se llegó a estudiar la propuesta.
El desastre se evitó y el cerco de Chosin se rompió después de brutales combates en la nieve y bombardeos aéreos masivos. Poco después la guerra se estancó hasta su final en 1953. La lista de muertos, heridos y desaparecidos era inmensa, pero los prisioneros en manos chinas y norcoreanas eran el principal motivo de preocupación. Según varios informes, algunos reos se comportaban de forma errática y en Washington temieron que los comunistas hubieran desarrollado métodos de control mental y sueros de la verdad. Allen Dulles, director de la CIA, no quiso quedarse atrás en este microcampo de batalla mental y autorizó el desarrollo en secreto del programa MK Ultra a principios de 1953.
Su objetivo consistió en "investigar el desarrollo de un material químico no tóxico capaz de inducir un estado mental aberrante reversible... En potencia, este material podría ayudar a desacreditar a alguna persona, implantarle ideas y otras formas de control mental", declaró Richard Helms, exdirector de la CIA desde 1966 hasta 1973.
Suero de la verdad
El uso de diferentes drogas y químicos por parte de los servicios de inteligencia no era nuevo. El 24 de julio de 1942, en plena Segunda Guerra Mundial, los británicos interceptaron varios mensajes en los que oficiales de las SS que estaban interrogando prisioneros soviéticos pedían el envío de 50 gramos de mescalina, principio activo de varios cactus como el peyote. Estas plantas solían ser usadas en la América prehispana por chamanes y grupos indígenas para celebrar rituales religiosos.
A finales de 1941, el general estadounidense George V. Strong había pedido al Consejo de Investigación de Defensa Nacional el desarrollo de una droga similar con hongos y setas alucinógenas para poder interrogar a la tripulación de los submarinos U-Boot capturados.
Con la caída del Tercer Reich, toneladas de informes y proyectos secretos de los científicos nazis fueron analizados. En ellos se encontraban multitud de macabros experimentos con barbitúricos, morfina y sustancias alucinógenas como la citada mescalina -de la que deriva el MDMA y las anfetaminas- en el campo de concentración de Dachau con el objetivo de usarlos en interrogatorios. Algunos de estos informes también llegaron a la URSS.
Aquellos terribles experimentos no habían conseguido resultados muy concluyentes, pero la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS) -más tarde conocida como CIA-, decidió seguir investigando en aquella dirección probando nuevos químicos. Con el telón de fondo de la guerra de Corea, ocho desertores soviéticos fueron interrogados con estos sueros en una base secreta en Alemania y poco después nacía el programa MK Ultra.
"La Agencia gastó varios millones de dólares en desarrollarlo y hubo aproximadamente 150 proyectos en el programa(...). El programa experimentó con ciudadanos estadounidenses y canadienses, algunas veces con su consentimiento y otras veces sin saberlo: indigentes, prostitutas y clientes (en la controvertida Operation Midnight Climax, que tuvo lugar en San Francisco), pacientes con enfermedades mentales, incluso empleados del gobierno y de la misma CIA", explica en uno de sus artículos Carlos Illana Esteban, profesor del departamento de Ciencias de la Vida de la Universidad de Alcalá.
MDMA y LSD
Uno de los pocos casos conocidos fue el del tenista Harold Blauer, internado por depresión en diciembre de 1952 en el Instituto Psiquiátrico de Nueva York, entidad que colaboraría con el programa de la CIA. Durante su tratamiento le fueron administradas varias dosis de MDMA, anfetaminas y otras sustancias derivadas de la mescalina. Antes de la cuarta inyección, Blauer quiso abandonar el tratamiento, completamente aterrorizado por las alucinaciones que sufría.
Pese a sus quejas, el 8 de enero de 1953, los sanitarios le inyectaron una nueva jeringuilla que resultó fatal. Después de unos instantes de una enorme agitación comenzó a sudar y temblar de manera descontrolada hasta que entró en coma y murió poco después. El motivo oficial de la muerte fue el de un paro cardiaco y parece que desde entonces el centro se dedicó a investigar en animales.
Sin embargo, estos derivados de la mescalina no fueron el único químico que llamó la atención a los científicos del programa y pronto sumaron el estudio de la diatilemnia de ácido lisérgico (LSD). Esta sustancia es inolora, incolora e insípida: perfecta para usar contra espías.
Esta droga ampliamente utilizada por los hippies en sus festivales fue sintetizada por accidente por el científico suizo Albert Hoffman en 1943. Mientras investigaba el hongo del cornezuelo de centeno comenzó a marearse y decidió volver a su casa en bicicleta. En el trayecto un paisaje de fractales, luces, sombras, colores vivos y sinestesias le envolvía. En los círculos de la psiquiatría se especuló que podía ser un prometedor fármaco para algunas enfermedades mentales.
Los científicos del MK Ultra pensaban en cambio que en este estado de conciencia alterada sería sencillo romper la realidad y el ego de los interrogados. Se cree que al menos una persona murió durante los experimentos con LSD.
"Desde el principio se descubrió que las reacciones al LSD no eran lo suficientemente predecibles y que inducían ansiedad severa y desintegración del ego, y que no podía usarse para interrogatorios u otros fines operativos", explican Torsten Passie, psiquiatra y profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Hannover y Udo Benzenhöfer, profesor y director del Instituto Senckenberg de Historia y Ética de la Medicina de la Universidad Goethe Fráncfort del Meno, en su artículo dedicado a las drogas de la verdad.
Estas comenzaron a perder popularidad ante los desastrosos resultados y el programa MK Ultra se fue abandonando en la década de 1960. Informes de los diarios The Washington Post y The New York Times destaparon el caso a principios de la década de 1970 y obligaron una investigación del Senado de los EEUU, pero gran parte de la documentación y las pruebas relativas al programa ya habían sido destruidas.