Lienzo sobre la batalla de Boyacá pintado por J. W. Cañarete.

Lienzo sobre la batalla de Boyacá pintado por J. W. Cañarete. Museo Nacional de Colombia

Historia

El general indio que defendió al Imperio español contra Bolívar: "Estaría dispuesto a inmolar 20 vidas por el rey"

D. Barreira
Publicada

Agustín Agualongo era un indígena nacido en las montañas de Pasto, en Colombia, de estatura baja, grueso, pelo hirsuto y negro, tez prieta y un montón de cicatrices provocadas por los efectos de la viruela. De oficio pintor, se alistó el 7 de marzo de 1811, a los 31 años, en la 3.ª Compañía de Milicias del Rey. El objetivo de este devoto católico consistía en servir a la Monarquía española y luchar desde el sur de su país contra los independentistas quiteños. Una promesa que cumplió hasta sus últimas consecuencias.

Durante casi una década, Agualongo participaría en algunos de los hechos de armas más relevantes defendiendo la causa realista y obteniendo diversos reconocimientos en forma de ascenso en el escalafón militar. Tras el desenlace de la batalla de Boyacá (7 de agosto de 1819), decisiva para la independencia del virreinato de la Nueva Granada, el líder indígena seguiría siendo uno de los cabecillas de la lucha contra los republicanos, convirtiéndose en un maestro de la guerra de guerrillas.

En 1822, desde la región de Pasto, Agualongo encabezó un levantamiento contra el nuevo régimen de Colombia en defensa del rey Fernando VII y de la religión católica. Logró tomar la ciudad, pero las represalias fueron terribles. El general Antonio José de Sucre, enviado por Simón Bolívar y derrotado en varias ocasiones por los realistas, permitió una terrible masacre contra la población civil conocida como la "Navidad Negra". Según un testigo, "las puertas de los domicilios se abrían con la explosión de los fusiles para matar al propietario, al padre, a la esposa, al hermano y hacerse dueño, el brutal soldado, de las propiedades, de las hijas, de las hermanas, de las esposas".

Retrato de Agustín Agualongo pintado por José Eduardo Ordoñez Ordoñez.

Retrato de Agustín Agualongo pintado por José Eduardo Ordoñez Ordoñez. Wikimedia Commons

A pesar de todos los reveses, Agualongo logró reconstruir su ejército y sitiar Pasto. A mediados de 1823 impulsó una nueva rebelión con la que sí lograron recuperar la ciudad y restablecer el gobierno realista. Espoleados por la euforia, marcharon hacia Quito, movimiento que obligó a reaccionar a Bolívar, que para entonces centraba sus esfuerzos en la independencia de Perú. El indígena y sus hombres fueron derrotados y tuvieron que regresar a Pasto. En su empeño por prolongar la guerra, intentó conquistar Barbacoas y hacerse con el tesoro de las tropas republicanas, así como buscar la salida al mar por el puerto de Tumaco y contactar con la Marina española.

En esta última batalla, el 1 de junio de 1824, Agualongo se enfrentó al futuro cuatro veces presidente de Colombia Tomás Cipriano de Mosquera, a quien destrozó las mandíbulas y atravesó la lengua. Pero el pastuso también resultó herido. Si bien mantenía la esperanza de reclutar nuevos soldados —indígenas, negros de las minas de oro de Patía o mestizos realistas— para mantener el pulso, fue capturado por un pequeño contingente patriota comandado por José María Obando y José María Córdova el día 24 de ese mes, cuando trataba de camuflarse en las montañas que lo habían visto nacer y que tan bien conocía.

Agualongo fue trasladado a Popayán y se le condenó a muerte. Aunque le ofrecieron conmutar dicha pena a cambio de jurar fidelidad a la República de Colombia y un alto rango en el ejército Libertador, no aceptó. El día de su ejecución, el 13 de julio de 1824, Agustín Agualongo pidió vestir con el uniforme realista de coronel y que no le vendaran los ojos. Sus últimas palabras, se dice, fueron las siguientes: "Si tuviese veinte vidas, estaría dispuesto a inmolarlas por la religión católica y por el rey de España". Al sonido de los disparos gritó una última vez "¡Viva el rey!". Fernando VII había aprobado poco tiempo antes una cédula real confiriéndole el grado de general de brigada. 

Durante décadas, por su filiación realista, a Agualongo se le identificó como un "indio ignorante" o un antipatriota. El historiador Sergio Elías Ortiz publicó en 1958 una biografía reivindicativa del personaje que ha modificado muchas de las aproximaciones negativas a su figura. Agualongo encabezó una rebelión contra un sistema que afectaba la vida económica y política no solo de indígenas y negros, sino de una parte de la elite pastusa. El líder rebelde mantuvo su insurrección mediante alianzas y negociaciones con los distintos sectores sociales que tenían una visión política concreta: impedir el avance del republicanismo en el Nuevo Mundo.