La gran mentira del descubrimiento de América: se la inventó el hijo de Colón y se burlaba de Isabel la Católica
- Hernando escribió en la biografía de su padre que la reina castellana empeñó sus joyas para financiar el viaje. ¿Pero qué verdad hay en ello?
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El exitoso desenlace de la guerra de Granada a principios de 1492 reveló un problema: las arcas de Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, los Reyes Católicos, estaban vacías. Pero un inquieto marino genovés amenazaba con trasladar a Francia o Inglaterra su tentador proyecto de alcanzar las Indias y sus riquezas navegando hacia Poniente. En las semanas siguientes a la rendición del reino nazarí, Cristóbal Colón usó una serie de artimañas místico-económicas para seducir a los monarcas, entre las que sobresalió la de dedicar cualquier beneficio para organizar una nueva cruzada: la conquista de Jerusalén.
El acuerdo final entre ambas partes quedó ratificado en las Capitulaciones de Santa Fe, firmadas el 17 de abril y que otorgaban a Colón el título de almirante con carácter vitalicio, entre otros privilegios. La financiación de una empresa en la que los reyes no depositaron demasiadas esperanzas ascendió a un total de unos dos millones de maravedís. ¿De dónde iban a salir esos recursos?
Tradicionalmente se ha esgrimido que Isabel la Católica tuvo mayor protagonismo a la hora de apoyar la incierta empresa colombina —las últimas investigaciones, sin embargo, apuntan a un papel también decisivo jugado por Fernando y sus más directos colaboradores aragoneses—. En este sentido, un mito bastante extendido afirma que la soberana se ofreció a empeñar sus joyas ante la cantidad de dinero necesaria para financiar el viaje.
Este relato exagerado, como explica Consuelo Varela, una de las voces más autorizadas en la figura de Cristóbal Colón, encuentra su raíz en la biografía que Hernando Colón hizo de su padre, titulada Historia del Almirante. El dominico Bartolomé de las Casas incluyó esta anécdota en su Historia General de las Indias. Y así se fue haciendo bola. "Todo parece indicar que se trata de una leyenda que contrasta con la visión más generalizada que presentaron los primeros cronistas de la historia de Colón y el Descubrimiento", afirma la historiadora.
Hay un hecho fundamental que desmiente que la monarca pudiese llegar a hipotecar sus hoyas: ya hacía tiempo que las tenía empeñadas a los jurados de Valencia como garantía de un préstamo para financiar la guerra contra los musulmanes de Granada. "Para la financiación de la empresa, algo que los reyes no podían asumir fácilmente, se alcanzó un acuerdo que centraba la solución en la contratación de un servicio, que la monarquía avalaba, pero era costeada por particulares con los que los reyes tenían sus propios convenios y ajustes", detalla José Ángel Sesma, catedrático de Historia Medieval, en su biografía de Fernando II el Católico (Tirant Humanidades).
El presupuesto fue aportado principalmente por Luis de Santángel, hijo de conversos procedentes de Calatayud instalados en Valencia y gestor de los fondos de la Santa Hermandad, una institución dotada de un cuerpo armado, jurisdicción y tribunales propios. Este hombre, escribano de ración del rey Fernando desde 1481, en colaboración con Francisco Pinelo, fiel ejecutor de Sevilla, entregó al obispo de Ávila 1,15 millones maravedíes "para el despacho" de Colón, según recogieron en sus libros de cuentas.
"El resto se saldó para la Corona sin gastos ya que se aprovechó la sanción a la villa de Palos [puerto del que zarpó la expedición] obligándola a poner a disposición del Almirante dos naves", añade Varela. Al propio Colón, según las Capitulaciones, también le correspondía financiar un porcentaje del viaje. Apenas tenía riqueza, así que hubo de buscar el respaldo económico de sus compatriotas: el préstamo de 500.000 maravedís se lo brindó su amigo y factor el florentino Juanoto Berardi. El rompecabezas económico para poner en marcha una expedición a un destino desconocido pero que acabaría por transformar el mundo y cambiar la historia.