La atroz guerra civil romana que asoló Hispania: lo que ha revelado la arqueología
- Un libro analiza la guerra de Sertorio (82-72 a.C.) combinando la información de las fuentes clásicas con los últimos descubrimientos.
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Hispania fue el escenario de una cruenta guerra civil entre romanos entre los años 82 y 72 a.C. Prácticamente la totalidad del territorio peninsular quedó asolado por un atroz conflicto marcado por los asedios, destrucción e incendio de asentamientos y episodios de extrema violencia que quedaron grabados en el registro arqueológico. En el casco urbano de Valencia, ciudad que fue tomada al asalto, se han podido documentar los restos óseos de un varón adulto con una cuerda al cuello que bajaba hasta atarle las manos a la espalda y con un pilum clavado que le atravesaba todo el torso hasta llegar al hombro derecho. A su lado aparecieron piernas y brazos cortados, varios cráneos y manos con anillos amputadas.
El conflicto, el epílogo de una crisis del sistema romano sustanciada en un enfrentamiento terrible entre optimates y populares, tuvo como gran protagonista al rebelde Quinto Sertorio, la última resistencia frente al nuevo dictador de Roma, Lucio Cornelio Sila, y por eso lleva su nombre. En su afán idealista de devolver a la República a su esencia tradicional, su desafío acabó provocando una movilización de recursos humanos y bélicos impresionante.
"Los horrores de esta guerra civil dejaron una honda cicatriz en el mundo romano. Una auténtica brecha que supuso un antes y un después en muchos órdenes de la República romana, una grieta tan grande y profunda que comenzó un proceso que culminaría con el mismo fin de la República romana", escribe el arqueólogo Francisco Romero Marugán en La guerra de Sertorio (Almuzara), un interesante ensayo en el que, combinando la información recogida por las fuentes clásicas y las evidencias arqueológicas, trata de ordenar y arrojar luz sobre estos acontecimientos.
Además, derriba algunas ideas que han tenido mucha acogida, como las supuestas aspiraciones de Sertorio de crear un estado independiente de Roma. Según el investigador, se trata de una guerra "intencionadamente incomprendida en su momento, ya que a la misma Roma le interesó desvirtuar las pretensiones de los rebeldes, e incomprendida miles de años después, al seguir perpetuando esta desinformación".
Los autores antiguos presentaron a Sertorio como un modelo de hombre virtuoso y víctima de los avatares de su tiempo o como un traidor a Roma. Nacido en la ciudad sabina de Nursia entre 124-123 a.C., se especializó en labores de reconocimiento del terreno, vigilancia e infiltración en un ejército del cónsul Cayo Mario destinado a frenar las incursiones de las tribus germanas en territorio romano —perdió un ojo en esta época, aunque no se sabe cuál—. Pasó alrededor de cinco años en Hispania como tribuno militar, conociendo al fondo la provincia y las ciudades, y volvió a la Urbs, donde sería elegido cuestor en 91 a.C.
Regresó a la Península Ibérica con el cargo de procónsul y poderes de propretor. "No sabemos si esta decisión fue realmente una maniobra para hacer de Hispania un bastión popular ante una previsible pérdida de Roma, o si se debió a otros motivos que desconocemos", analiza Romero Marugán. Lo cierto es que Sertorio partió al mando de cinco legiones, en torno a 20.000 hombres, y poco después los ejércitos de Sila conquistaron la Urbs.
Batallas misteriosas
Las primera fase del conflicto fue ardua para el general rebelde: hubo de huir con sus tropas a África, entablar una alianza con los piratas y empezar a recabar apoyo de poblaciones indígenas y de itálicos asentados en Hispania que comulgaban con la causa de derrocar a Sila. A partir de ese momento y hasta el año 77 a.C., Sertorio encadenó victorias y desquició al procónsul Quinto Cecilio Metelo, enviado por el Senado y quien quedó aislado en el sur. Las tornas cambiarían con la llegada de un joven y prometedor militar, Cneo Pompeyo Magno, al frente de cuatro legiones.
Francisco Romero Marugán analiza en la obra la táctica defensiva desplegada por Sertorio —consistió en establecer una serie de puntos fuertes por los que su ejército se pudiese desplazar con rapidez y relativa seguridad—, las razones por las que trató de evitar un combate frontal con sus enemigos y examina las evidencias arqueológicas de algunos yacimientos y su relación con los hechos descritos en las fuentes, como el misterioso lugar de la batalla de Lauro o la identificación del oppidum de Contrebia, donde se dice que el procónsul mandó a sus habitantes dar muerte a los esclavos fugitivos.
Sertorio, cuyo objetivo principal residía en controlar el valle del Ebro como la puerta de acceso terrestre hacia Italia, terminó arrinconado, con un ejército debilitado y desmoralizado y asesinado por sus propios partidarios a raíz de una conjura desarrollada en el año 72 a.C. en algún lugar desconocido del norte de Lusitania y no en Bolskan/Osca, la moderna Huesca. Su estrategia, concluye el autor, "funcionó perfectamente hasta que Roma decidió dar una palmada en la mesa en 75 a.C. enviando más ejército y dinero, que es como se solían ganar las guerras".