El verdadero origen de la mula y el buey en los nacimientos de Navidad (y no está en la Biblia)
- La mención a estos animales durante el parto de Jesús solo está documentada en una escritura apócrifa influyente en los primeros siglos del cristianismo.
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De los cuatro Evangelios que integran el Nuevo Testamento solo dos mencionan el nacimiento de Jesús, y lo hacen de forma breve. El de Lucas dedica buena parte del relato a explicar el viaje de María y José y las cuestiones relacionadas con el empadronamiento; y el de Mateo no ofrece detalle alguno sobre el contexto del parto, más allá de que ocurrió en Belén. Sin embargo, durante los primeros siglos del cristianismo hubo otra escritura que se detuvo con mayor atención en la Natividad.
El apócrifo Evangelio de la infancia de Santiago o Protoevangelio de Santiago, probablemente elaborado hacia finales del siglo II y que posteriormente acabó siendo absorbido por el también herético Evangelio del pseudo-Mateo, fue en su momento muy popular e influyente. Se conservan unos 140 manuscritos solo en griego, pero fue traducido a otras muchas lenguas como el siríaco, el copto, el árabe, el etíope, el georgiano o el armenio. Además de condicionar muchas imágenes sobre la virgen María que conforman la ortodoxia cristiana, este libro también ha sido determinante en la construcción de las tradicionales escenas de la Natividad plasmadas por la Historia del Arte.
La famosa imagen de María montada en una mula —una asna, en realidad— no está presente en ninguna de las Santas Escrituras. Se trata de una descripción que aparece originalmente en el Evangelio de la infancia de Santiago. "De modo parecido, cuando vemos una escena de la Natividad en la que el Niño Jesús aparece vigilado por un buey y una mula, o en la que ha nacido en una cueva, podemos comprobar la influencia de esta obra, pues ninguno de esos detalles aparece en la Biblia", explica la clasicista Catherine Nixey en Herejía (Taurus). De ahí la presencia de estos dos animales en los nacimientos que se colocan por Navidad en millones de casas.
La mula y el buey, que aparecen en cuadros de Giotto o El Greco y de otros tantos artistas, así como en mosaicos bizantinos de fondos azules y dorados, y que son protagonistas universales de las escenas que han pretendido recrear el nacimiento de Jesús, hunden por lo tanto sus raíces en una escritura apócrifa.
Estos libros son una referencia fundamental para el arte cristiano. Una de las primeras imágenes materiales en las que aparecen el buey y la mula se encuentra en un sarcófago datado a finales del siglo IV y que desde la Edad Media ha servido como base para el púlpito de la iglesia de San Ambrosio de Milán. En una de las partes se puede observar a un bebé en una cuna flanqueado por ambos animales. Curiosamente, no aparecen los otros grandes protagonistas de la estampa: ni Jesús, ni María, ni los pastores, ni los Reyes Magos —los Evangelios tampoco refieren cuántos eran, si tres o más—.
Según la tradición cristiana, la mula simbolizaría la capacidad de María de dar a luz siendo virgen y, por otro lado, el buey, dócil y cariñoso, representaría a San José, piadoso y sumiso, quien, sin intervenir en la concepción de Cristo, aceptó los designios de Dios. Además, como la mula es un animal opuesto al buey, representaría los aspectos benéficos ante los maléficos, las fuerzas del mal vencidas por el Redentor.