A principios de 2009, el sistema financiero estadounidense todavía no se había recuperado de la quiebra de Lehman Brothers y seguía en caída libre. Nadie estaba seguro del alcance de la infección en el resto de grandes bancos y el mercado interbancario se congeló: la falta de liquidez amenazaba con tumbar todo el sistema. Fue entonces cuando el secretario del Tesoro de Barack Obama, Tim Geithner, ideó los test de estrés para determinar la capacidad de resistencia de las entidades en los escenarios más adversos, a los que se atribuye el principio del fin de la crisis.
La Unión Europea intentó seguir el ejemplo de Estados Unidos y en 2010 realizó las primeras pruebas de resistencia a la banca. Aquí la iniciativa tuvo mucho menos éxito, al menos al principio: los exámenes no detectaron a tiempo los problemas de los bancos irlandeses ni de las cajas españolas. Pero los test de estrés ya se han convertido en una herramienta a la que el Banco Central Europeo recurre periódicamente para revisar el estado de salud de los bancos y detectar posibles necesidades de capital, que después deben cubrirse.
Tras el accidente en la central nuclear de Fukushima en Japón provocado por el terremoto y tsunami de marzo de 2011, la Unión Europea decidió exportar la práctica de los test de estrés al sector energético. El objetivo de las pruebas de resistencia era evaluar la seguridad y la solidez de 154 reactores comunitarios en caso de inundaciones y terremotos. Los resultados se conocieron en octubre de 2012: no se obligó a cerrar ninguna central pero sí se recomendaban mejoras de seguridad en casi todas.
Ahora, el Gobierno de Pedro Sánchez quiere trasladar este tipo de pruebas de resistencia también al sector sanitario con el fin de mejorar su preparación ante futuras pandemias como la del coronavirus. España se lo ha propuesto ya a la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, y al presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, así como a los Gobiernos de Francia y Portugal, según explican fuentes diplomáticas. El plan podría abordarse también durante la videocumbre de líderes europeos convocada para el jueves 23 de abril.
"Se trata, como se hizo en el pasado con la banca y con las infraestructuras energéticas, de ver mediante una evaluación conjunta pilotada desde Europa cuáles son las necesidades mínimas que deben tener todos nuestros sistemas sanitarios para resistir crisis como esta o incluso de mayor envergadura", señalan las fuentes consultadas.
De acuerdo con la propuesta española, los test de estrés sanitarios deben centrarse en cuatro ámbitos: sector farmacéutico, infraestructuras hospitalarias, personal sanitario e instituciones de protección social como las residencias de ancianos, que han sido las más golpeadas por el Covid-19. Se trata de detectar los puntos débiles y corregir a tiempo las debilidades que revelen las pruebas.
Invertir más en sanidad en la UE
El argumento que esgrime Madrid es que aunque la sanidad pública sigue siendo una competencia exclusivamente nacional (y en el caso de España, autonómica), una pandemia como la del coronavirus desborda rápidamente las fronteras: los sistemas sanitarios de los países más afectados se colapsan y necesitan asistencia externa y las medidas de confinamiento y paralización de la actividad económica tienen repercusión en el conjunto del mercado único y la unión económica y monetaria.
"Desde el punto de vista europeo, es importante que la siguiente crisis de esta o incluso de mayor magnitud nos pille mejor preparados (...) Una de las enseñanzas que hemos sacado todos de esta crisis es que tenemos que invertir todos más en sanidad y necesitamos desde el punto de vista estratégico una preparación mayor de la que teníamos", relatan las fuentes consultadas.
Los test de estrés a la sanidad que plantea España son una propuesta a medio plazo. De ser aceptados por el resto de los socios, se llevarían a cabo una vez que pase la emergencia sanitaria del Covid-19 y los diferentes sistemas nacionales vuelvan a la normalidad.
También el Parlamento Europeo ha empezado a debatir las lecciones que cabe extraer de la crisis del coronavirus. En una resolución aprobada este viernes, la Eurocámara aboga por ampliar las competencias de la UE para permitirle actuar en caso de amenazas transfronterizas para la salud. Se trata de que Bruselas tenga más poderes para coordinar la respuesta a nivel europeo y dirigir los recursos donde más se necesitan, ya sean materiales como mascarillas, respiradores y medicamentos, o ayuda financiera.
Los eurodiputados también apuestan por incrementar la producción en la UE de productos estratégicos, como medicamentos, ingredientes farmacéuticos, dispositivos médicos, equipos y materiales. El objetivo es estar mejor preparados para futuras crisis mundiales y reducir la dependencia respecto a China.