La NASA se ha fijado el objetivo de volver a pisar la Luna en 2024, quizás 2025, con el programa Arthemis. El segundo paso de la conquista, sin fecha definida todavía, será situar la miniestación espacial Gateway en órbita lunar.
Y el tercero será la creación de un campamento base en el polo sur del satélite, a finales de la presente década.
A falta de saber cuántos años quedan por delante para esa tercera fase, en París, en la Rive Gauche del Sena, Interstellar Labs está trabajando en el diseño de los edificios extraterrestres que serán capaces de mantener con vida, incluso confortablemente, a los primeros colonos lunares.
"Lo que estamos desarrollando son módulos, que sean muy fáciles de desplegar, en cuyo interior podamos recrear unas condiciones climáticas específicas que permitan prosperar la vida", explica a D+I la fundadora y CEO de la empresa, Barbara Belvisi.
"Lo primero que estamos haciendo es tratar de recrear un ecosistema en el que puedan crecer plantas, cualquier tipo de plantas. Y la visión de nuestra compañía es utilizar tecnología que pueda aplicarse tanto en la Tierra como, en el futuro, en el espacio", indica.
"Es decir, hacerla multiplanetaria, para ir primero a la Luna, después a Marte y al mismo tiempo, con el mismo sistema, aprender aquí cómo vivir de una manera sostenible", añade Belvisi.
Los módulos de Interstellar tienen forma ovoide, los llama "vainas" ["pods"], y el plan incluye tres variantes, con funciones específicas para crear un espacio vital autosuficiente. El primero, ya descrito por Belvisi, es un invernadero. Un espacio en el que cultivar alimentos incluso en condiciones extremas en el exterior.
El segundo se dedicará al reciclaje de los residuos, el agua y el oxígeno. Será el centro de soporte vital. Y el tercero, propiamente el hábitat para los astronautas, su dormitorio, zona de trabajo, "para que puedan hacer lo mismo que en la Tierra", y de supervivencia.
Los módulos se conectarán entre si a través de una estación central que hará de anillo de enlace e intercambiador. "Combinando las tres unidades crearemos un entorno habitable en el que todo se regenerará", dice la CEO de Interstellar, que ya tiene unos prototipos a escala.
El primer módulo de verdad, a tamaño natural, ha empezado a fabricarse en París y estará disponible en otoño. Se trata de la vaina invernadero. Aunque Belvisi precisa que "el domo que estamos desarrollando ahora mismo no está diseñado para instalarse en la Luna, sino en la Tierra".
"Para utilizarlo en el espacio [en la Luna] hay que pensar en cómo desplegarlo y el sistema de reciclaje de todo utilizando baja energía y gestionando el aire. Y aplicamos esto ahora a las limitaciones de la Tierra", señala.
¿Entonces, podríamos pensar ya en comprar un módulo para instalarlo en el patio?, le preguntamos.
"Sí, claro que puede. Aunque no estamos en condiciones de suministrarlo todavía. Prevemos poder hacerlo a mediados de 2022. Ya hay gente que ha hecho encargos. Costará 200.000 euros. Y los precios serán iguales para los tres módulos", explica.
"Por ahora sólo ofrecemos el de producción de alimentos, que puede ser como un invernadero, pero con mayor capacidad, porque es más alto que un típico contenedor de granja. Creemos que el precio es muy competitivo", recalca la CEO.
Las dimensiones de cada vaina son "55 metros cuadrados de superficie, con 4,5 metros de altura, diez metros de longitud y seis de ancho". Las tres variantes serán iguales.
Además, el diseño permite que sean escalables: "Sí, claro. Empezamos con este modelo, la versión más pequeña a la que llamamos Stardust (polvo de estrella), que es como un pequeño apartamento [el módulo habitable]", incide.
"Bastante pequeño comparado con nuestro objetivo, el modelo Supernova, que consideramos que no será menor de 200 metros cuadrados", recalca Belvisi.
Para crear esa estructura, con un sistema de domos equivalente a las dimensiones de un campo de fútbol, Interstellar estudia un sistema desplegable, con material inflable y diversas capas superpuestas.
En el tamaño con el que trabajan actualmente, un conjunto de vainas tendría capacidad de alojamiento, producción de alimentos y soporte vital "para un grupo de cinco personas", dice Belvisi. "Estamos mejorándolo para que pueda alojar hasta diez".
"Hemos desarrollado un algoritmo en el que introduces el número de personas que necesitas alimentar y calcula cuántos domos y cuántas cosechas tienes que cultivar. Es el modo en que imaginamos el futuro, en el que podrás construir una aldea, no importa con cuánta gente".
Belvisi se queda por un momento en blanco al preguntarle si cabe algún paralelismo con la película El marciano, de Matt Damon, superviviente solitario en el Planeta Rojo durante una larga temporada a base de reciclar sus propios desechos para cultivar comida en un habitáculo inflable.
Ella misma mencionó la idea de "criar patatas", que es de lo que se alimentaba Damon, durante una reciente presentación en el festival digital Tech Chill…
Tras pensárselo unos segundos, reacciona con una sonrisa: "Es una buena película… Para ser honesta no he vuelto a verla en mucho tiempo y mi favorita es Interestelar. En El Marciano hay algunos atajos en la manera de usar desechos como fertilizante. Pero no es tan sencillo".
Belvisi reconoce que ha tenido que estudiar por su cuenta, porque no hizo ingeniería ni arquitectura. Su trabajo tenía que ver con inversiones y desarrollo financiero de empresas "que fabricaban en China dispositivos muy atractivos, pero que no ayudaban en nada al planeta".
Lo que le motivó a cambiar de trabajo fue la idea de buscar soluciones a cuestiones como el cambio climático, el agua y las basuras. "Especialmente, pensaba en producción de alimentos y tratamiento del agua". Lo pensaba en clave terrestre, pero son precisamente elementos básicos para la colonización espacial.
Nuevo desarrollo espacial
"Entonces los propulsores de SpaceX empezaron a regresar a tierra [para ser reutilizables] y comprendí que el desarrollo espacial iba a cambiar de dirección. Encontré la conexión con nuestra necesidad del espacio para ser mejor especie planetaria", argumenta.
Antes de enfrascarse en este proyecto, estuvo en una compañía de robótica y le hacía vivir entre San Francisco, París y Tokio. Entró en contacto con gente de NASA y eso le abrió las puertas y le facilitó mucha documentación sobre la industria espacial.
Interstellar no tiene todavía un contrato con el programa Arthemis, aunque está convencida de que sus vainas estarán en la Luna cuando llegue el momento. Pero todavía necesita desarrollar algunas soluciones.
En el satélite, el día y la noche duran 14 días terrestres cada uno. Hay brutales cambios de temperatura, desde los 100 grados hasta 200 bajo cero, y otros problemas ambientales.
"Lo primero que debemos hacer son iteraciones sobre los materiales para construir el domo", detalla. "Los que utilizamos ahora son altamente aislantes, pero no protegen de la radiación solar. Así que el primer paso es establecer una nueva combinación de materiales que aíslen de la radiación".
"Una estrategia podría ser utilizar agua entre diferentes capas de material para crear esa barrera. Por ahora es una opción. Tenemos una hoja de ruta dos, tres años, para hacer pruebas en la Tierra y ver qué tenemos que cambiar para la Luna… Vamos a tener que aplicar mucho I+D".
Otra cuestión relevante es que, "el sistema de aire tendrá que ser un poco diferente, porque no hay CO2 en la Luna, así que tendremos que generarlo [se utiliza para procesar alimentos]. La calefacción y la ventilación también tendrán que ser distintos, porque no puedes trasladar todo lo que quieras de la Tierra a la Luna".
La adaptación extraterrestre requerirá "rediseño de hardware en el sistema de aire y en los materiales. Nuestra estrategia es hacerlo colaborando con los grandes jugadores como NASA y ESA para hacer la adaptación de este producto terrestre a un producto espacial".
Interstellar trabaja con medio centenar de compañías "de todo el mundo" como proveedoras de tecnologías para estos desarrollos, simulaciones relacionadas con las cosechas de alimentos y la manera de construir las vainas, pensando en la Luna… y en Marte.
Mantiene colaboraciones con NASA y empresas como Dassault, Saint-Gobain, Suez y Klasmann Deilmann para diversos subsistemas.
"Para el sistema inflable creo que lo más fácil será llevar directamente las membranas. Pero en el futuro consideramos que la mejor aproximación será utilizar los recursos del planeta [o satélite] y ser capaces de crear el hábitat principalmente mediante impresión 3D", detalla.
"Veremos las estructuras exteriores, en la Luna y Marte, hechas con regolito y estamos explorando cómo desarrollar nuestra membrana inflable usando también impresión 3D. Nos llevará algún tiempo, porque la tecnología todavía no está lista, pero creo que es el camino", remacha Belvisi.
Antes de que esas visiones sean reales, a finales de este año espera tener su primer domo real en París y empezar a suministrar unos treinta encargos durante el próximo año, de modo que las primeras 'aldeas extraterrestres' empezarán a verse en la Tierra.
Y, de momento, conectadas a la red eléctrica mientras resuelven el mejor sistema de energía "solar y también con hidrógeno", porque Barbara Belvisi se declara "perfeccionista" y "agnóstica" respecto a las tecnologías que se puedan incorporar a su proyecto.