Investigación
Ignacio Alcalde: "La definición de 'ciudad inteligente' que hemos acuñado es errónea"
El experto en urbanismo critica la actual definición de 'smart city' y defiende una aproximación holística al diseño y reinvención de los territorios.
11 diciembre, 2020 02:49Noticias relacionadas
La concepción de las ciudades ha sido objeto constante de debate y reflexión. Desde el arqueólogo italiano Valerio Mássimo que afirma son "un miserable recinto donde se contienen todas las humanas derrotas" hasta Woody Allen, quien acuñó aquello de "no quiero vivir en una ciudad cuya única ventaja cultural es poder girar a la derecha con el semáforo en rojo".
Cada ciudad es un mundo, pero todas ellas comparten los mismos desafíos (sostenibilidad, movilidad...) y todas ellas ejercen una enorme atracción sobre el resto del territorio hasta el punto de vaciarlo. Cómo solventar estos retos es una de las obsesiones de los urbanistas, que han encontrado en la innovación y la tecnología una posible respuesta.
Si hay alguien que entienda de este tema en nuestro país, ese es Ignacio Alcalde. Aquitecto urbanista, ha participado en la redacción de la Nueva Agenda Urbana española, exvicepresidente de la Fundación Metrópoli y director del Máster en Urbanismo de la Universidad San Pablo CEU. En su haber también figuran trabajos en alianza con la ONU y, actualmente, con Tecnalia, donde ejerce de asesor sénior de soluciones para las ciudades.
Que sabe de lo que habla no es algo que digamos a la ligera. Alcalde ha obtenido, entre otros reconocimientos, el Premio Europeo de Urbanismo o el ISOCARP 2017 Global Award for Excellence, otorgado por la Asociación Internacional de Urbanistas.
En D+I hemos hablado con él para conocer sus impresiones, esenciales en este momento de transición que nos permite abrir nuestra mente a nuevas posibilidades para las ciudades en que vivimos.
Arquitecto de formación y treinta años de experiencia en la transformación urbana y desarrollo territorial. ¿Por qué decidió especializarse en este campo?
Siempre me han interesado las ciudades porque es donde todo sucede. Es donde surge la interacción entre personas, al final somos seres conectados y tenemos esa vocacion de conformarnos como sociedad.
La ciudad es el escenario de la serendipia, de los hallazgos casuales y valiosos
Hay una palabra que me gusta mucho que es 'serendipia', el hallazgo casual y valioso. Y la ciudad es el escenario de muchas de estas serendipias, desde encontrarnos con un amigo hasta una exposición, una obra de arte, el propio paisaje urbano... Eso es lo más ilusionante y suele suceder en las ciudades. Es donde surge la innovación, la interacción entre las personas.
En estos treinta años, ha ganado numerosos galardones por su trabajo. ¿De cuál de ellos está especialmente orgulloso?
Lo primero he de decir que todos los premios son del equipo. Yo he tenido responsabilidades en todos esos proyectos, pero siempre son trabajo de equipo. La transformación de una ciudad nunca se puede conjugar en singular.
Probablemente del que más orgulloso me siento es de la transformación territorial del País Vasco. Es una iniciativa que no es muy mediática, al menos no tanto como la de Bilbao en la que también he colaborado. Por ella nos dieron el Premio Europeo de Urbanismo. Se trata de un documento realizado en 1994 y aprobado por el Parlamento Vasco en el 97 y que sigue vigente hasta hoy, se aplica a diario.
Al principio de esa década, todo ese territorio estaba contaminado y deteriorado, se mezclaban todas las actividades sin control: había ríos contaminados, industrias al lado de la población. Y ahí nos pusimos a trabajar en el modelo para redefinir ese territorio de cara al futuro.
Creo que lo que plasmamos en este documento ha contribuido enormemente en el día a día de la gente, a mejorar su calidad de vida y a aumentar la competitividad de ese territorio.
Desde la década de los 90 hasta hoy, entiendo que han cambiado notoriamente las prioridades en las agendas urbanas y los planes oficiales en estas lides...
Efectivamente, veníamos de un problema de impactos ambientales muy grandes y se empezaba a construir el discurso de la sostenibilidad que hoy ya está socialmente muy asumido. En aquel momento teníamos que explicar el concepto, lo que significa y lo que quería decir. Ese era el gran factor que en aquel momento se veía como clave, junto al desarrollo económico. Siempre digo que la unidad de medida temporal en urbanismo es la década. Y lo que ha cambiado en este tiempo es la aparición de otro 'concepto fuerza': la digitalización.
Uno de los retos más interesantes para la definición de las ciudades es la convergencia entre la realidad física y el mundo digital. Esa convergencia es un campo de desarrollo del que apenas hemos explorado un poco, pero que nos lleva a un concepto que es la sociedad híbrida.
Es lo que algunos han venido a llamar el mundo "phigital' y que es la intersección de lo físico y lo digital, que no existe en el diccionario pero que es muy expresiva. El mundo del siglo XX era analógico. Las dos primeras décadas del siglo XXI han servido para entrar en la era digital y ahora, a partir de la pandemia que nos ha supuesto un incremento de la digitalización de cinco años, vamos a entrar en esta hibridcación de lo físico y lo digital.
Cuando pase la pandemia volveremos a una realidad distinta, en la que podremos coger lo mejor de ambos entornos. Y eso abre, de repente, un escenario de oportunidades
Esta premisa del mundo 'phygital' implicará cambios sustanciales en la definición de las ciudades, en la configuración de la movilidad y el tráfico, en la distribución de las oficinas...
Estoy convencido que las ciudades van a cambiar después de esta situación, porque a lo largo de la historia de las ciudades siempre ha habido dos activadores principales del cambio: las innovaciones tecnológicas y las crisis sanitarias. Y en este momento tenemos ambas.
Entre los ejemplos de innovaciones tecnológicas que han determinado el modelo de ciudad que hoy tenemos fueron el automóvil y al ascensor. Dos innovaciones de finales del diecinueve y principios del veinte que que han marcado la movilidad tanto horizontal como vertical que tenemos hoy en día.
Por el otro lado, la epidemia de cólera que tuvo Londres en 1858 mil ocho cientos sirvió para entender los problemas de alcantarillado y saneamientos que había entonces.
Por primera vez, tenemos la superposición de una ola de innovación y de una crisis sanitaria
Ahora, como digo, tenemos una superposición de una ola de innovación tecnológica sin precedentes históricos con la crisis sanitaria más fuerte del último siglo. Además, hay otros factores que invitan a pensar que el cambio será en positivo: ahora la sociedad tiene interiorizados aspectos como la sostenibilidad y con la pandemia hemos entendido las cosas que de verdad importan, como el cuidado de la salud y de los mayores, la calidad del aire...
Quizás demos un paso atrás en el consumismo desaforado, especialmente de aquellos productos que generan plásticos. Crearemos una nueva relación con la naturaleza. La pandemia posiblemente va a ser un gran corrector del rumbo que estaba tomando la sociedad y un generador de tendencias de cambio. Durante el confinamiento hemos descubierto una ciudad que nos gusta más que la anterior, con aire más limpio e incluso mares de otro color. La sociedad no va a renunciar a eso.
Al hablar del futuro de las ciudades, se suele aludir por la parte de digitalización al concepto de 'smart city'. Ha manifestado en varias ocasiones que ese concepto es erróneo, ¿podría explicarlo? ¿Qué consecuencias ha podido tener la adopción de un planteamiento fallido desde la base?
Es el momento de revisar el concepto de 'smart city' porque es uno que ha nacido sesgado hacia la tecnología. Tenemos que romper esa afirmación de que una ciudad inteligente es aquella ciudad dotada de tecnología. Si leemos el plan de ciudades inteligentes del Gobierno de España, en la primera línea ya incluyen esta definición, que ahora estan incorporando en algunos países de Latinoamérica diez años después.
En mi opinión, una ciudad inteligente es otra cosa, es aquella que da calidad de vida a sus ciudadanos y que mira hacia al futuro. La tecnología no debe ser un fin en sí mismo, como se ha entendido hasta ahora, sino un medio, un motor para impulsarnos en una dirección. No es un tema teórico, porque tiene implicaciones directas en el enfoque que se adopta: hay ciudades que han hecho grandes inversiones en tecnología y no han conseguido convertirse en ciudades inteligentes.
Defiendo un enfoque más multidimensional. Está muy bien tener la capa de digitalización, pero sin incorporar otros asuntos como la transición energética o la movilidad urbana no tendremos esa visión poliédrica que nos permita hacer I+D urbano, un verdadero ejercicio de inteligencia urbana que sea transversal.
Al respecto, ha acuñado una definición propia de ciudad inteligente, con tres pilares clave: valores, visión y tecnología. ¿Cómo se articulan y materializan estos elementos?
He hecho ese ejercicio de tratar de redefinir que sería una ciudad inteligente. Por supuesto, no pretendo que sea la definición formal y puede haber otras opciones. Pero me parece que es un elemento para el debate. Como bien dices, la defino como tres ejes consecutivos que tienen un orden bien establecido.
El primero son los valores. Significa trabajar sobre el código de valores que esa ciudad concreta quiere aplicar. Ahí tenemos un punto de partida excelente que son los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU que por primera vez en la historia de la humanidad están firmados por casi todos los países unos objetivos comunes con una fecha común de cumplimiento. En el caso de las ciudades, el que atañe a las ciudades y comunidades sostenibles es el punto 11, que se desarrolla en otro documento marco que es la nueva Agenda Urbana de Naciones Unidas. A su vez, este documento se plasma en agendas urbanas nacionales, como la española en la que he tenido el honor de participar. Y finalmente cada ciudad la adaptará a sus necesidades específicas.
El segundo aspecto corresponde a construir una visión, normalmente a través de un Plan General que sirve de elemento de regulación del futuro de una ciudad. Un marco normativo que defina lo que se puede y no se puede hacer en los próximos años en esa ciudad. Pero tradicionalmente el urbanismo es demasiado lento y reglamentista, necesitamos una estrategia más creativa e inteligente, basado en reflexiones y una estrategia compartida y abierta con todos los actores de la sociedad. Tenemos ejemplos muy claros de ciudades que han apostado por una visión: cuando Barcelona presentó su gran visión del 92 no era sobre unos Juegos Olímpicos, estaba presentando un modelo de transformación urbana y para reformar la ciudad. O Bilbao, que estuvo en un momento complejo en los años 80, y creó una visión a partir de la necesidad de reinventarse. Más recientemente tenemos Málaga y otras localidades.
Y finalmente tenemos las tecnologías. Bienvenidas sean las tecnologías, porque son el motor que nos impulsa a un mundo distinto, pero tienen que estar en esa tercera posición. Si primero sabemos cuáles son nuestros valores, luego hemos construido una visión acorde a esos valores, ahora podremos hacer una llamada a la industria tecnológica y preguntarles cómo nos pueden ayudar a conseguir esa visión. Ahí es cuando tomamos las distintas soluciones de movilidad, de energía, digitalización o soluciones constructivas, siempre buscando conseguir los objetivos anteriores. Ese es para mi el hilo conductor de una ciudad.
En estos momentos, la Administración tiene en marcha diferentes actualizaciones de su Agenda Urbana y de los planes de movilidad. ¿Ve reflejada esta aproximación en estos documentos que se van conociendo?
No encuentro todavía esta visión con esta visión holística y en esos documentos. Creo que sería el momento porque la sociedad lo está demandando. Normalmente las aproximaciones administrativas terminan siendo sectoriales y lo sectorial nunca es la respuesta en el caso de las ciudades, que son algo de una complejidad enorme.
Echo de menos referencias a la inteligencia y la I+D urbana en los planes del Gobierno
Por ejemplo, echo de menos que entre los primeros epígrafes de cualquier ejercicio de este tipo exista uno que se refiera a la inteligencia o la I+D urbana. Un ejercicio de estrategia urbana previo a la implementación de una solución. Normalmente vamos directos a la tecnología y no pasamos por ese punto cero de definición del modelo urbano, de reflexión inicial. Y eso hace que lo que venga después pueda estar desenfocado o que no consiga el resultado deseado.
¿Es un problema de enfoque español o generalizado? Porque en otros países de Europa parecen tener estrategias muy bien definidas para el futuro de sus ciudades, como por ejemplo los países nórdicos. Oslo, de hecho, está inmersa desde hace años en una iniciativa para redirigir la mirada de la ciudad hacia el fiordo...
Hemos de tener en cuenta siempre la ciudad y la sociedad que hay detrás. En otros países de Europa, la sociedad ya tiene asumidos unos valores, que se hacen notar cuando se desarrollan soluciones urbanas. Por ejemplo, en Ámsterdam no se plantean si hay que poner un carril bici o no: lo tienen asumido desde hace décadas, porque es algo cultural.
Podemos aprender mucho de ellos, pero a mí me resulta especialmente otro aspecto del modelo europeo. La vieja Europa que parece que está en decadencia, que somos una potencia cada vez más reducida, tiene que sacar la bandera respecto a los valores urbanos. El modelo de ciudades medias europeas en red es el más interesante, frente a aquellos que defienden las grandes megalópolis y las infraestructuras enormes.
Aparte de tener tradición e historia desde hace siglos, esta escala intermedia es sumamente interesante. Ciudades de tamaño medio, en las que hay casi de todo pero mantienen una buena calidad de vida en la que las personas no pierden horas de su tiempo en desplazamientos. Y que están próximas entre sí, con otras ciudades medias a una hora de distancia.
En las grandes urbes se pierde la escala humana y además están a mucha distancia unas de otras, a salto de avión. No hay una interacción fácil entre ellas. Y entre medias no hay nada, cuando el territorio es algo valioso. Apostando por las ciudades medias podemos tener una mejor relación los espacios naturales y la agricultura de proximidad. Es un discurso muy valioso y es profundamente europeo.
¿Podría ese modelo de ciudades medias en red solventar el problema actual de la 'España vaciada'?
Evidentemente, este problema no se resolverá un día para otro. Pero creo que tras la pandemia vamos a un escenario en el que pasaremos de hacer énfasis en la globalización a otro de regionalización. Uno en el que se valore más la identidad local, lo cualitativo, la tradición, los productos de proximidad en lugar de aquellos que han viajado miles de kilómetros. Ciudades más pequeñas que estén a una hora de la principal pero que dan más calidad de vida con los mismos recursos económicos.
La siguiente gran brecha será entre territorios conectados y no conectados
Pero para conseguir esto, lo que necesitamos es que estos territorios estén conectados, porque la siguiente brecha va a ser esa. Me refiero tanto a conexión física como digital, volviendo a la convergencia entre ambos mundos. Si hay una buena carretera y conexión por tren, la alternativa del campo hace que sea aceptable. Y el ámbito digital, que en España tenemos la suerte de estar bien posicionados, es fundamental para que el teletrabajo o desarrollar determinadas actividades sea posible en un pueblo a una cierta distancia de la capital.
Se está hablando mucho de ese éxodo de las ciudades tras la pandemia, pero permítame hacer de abogado del Diablo. Tras otras crisis sanitarias que también afectaron enormemente a las grandes ciudades, éstas no solo no perdieron población sino que siguieron creciendo...
Es obvio que las ciudades tienen un magnetismo enorme. Una ciudad es como un imán y por lo tanto, nos guste o no, es una tendencia que se va a mantener. Las personas queremos vivir en ciudades, pero eso tiene un sentido: que somos seres urbanos. El ser humano es social por naturaleza.
La ciudad es uno de los mejores inventos de la humanidad. Porque al final lo que buscamos es la conexión entre personas. Y como decíamos antes, la ciudad es el escenario de la serendipia, del hallazgo casual y valioso. Y eso sucede en las ciudades.
Lo que sí es preocupante es la tendencia que había antes de la pandemia en todo el mundo por la que las grandes ciudades sí hacían esa función de imanes de población, pero las ciudades pequeñas y medianas perdían comparativamente dinamismo. En España lo vemos claramente con el área metropolitana de Madrid y Barcelona. Eso es algo que hay que intentar superar. La gente no va a dejar de ser urbanita, pero sí que podemos hacer una mejor distribución de las personas entre distintos modelos de ciudades.