Eduardo Jorgensen estaba cursando quinto de Medicina cuando, en una consulta, una niña enferma de diabetes afirmó que no quería que volver a pincharse nunca más y se quejaba de que las bombas de insulina no le dejaban llevar una vida normal. Y es que a pesar de todo el esfuerzo que conllevaba su tratamiento, su patología no estaba bien controlada.
Este episodio dejó huella en Jorgensen al comprobar que, aunque en la teoría los pacientes con diabetes cuentan con un tratamiento conocido para su enfermedad, su calidad de vida sigue siendo muy diferente a la de las personas que no padecen esta dolencia.
Jorgensen considera que en esa misma consulta cambió su vida, ya que decidió aparcar su idea inicial de convertirse en neurocirujano para buscar la manera de acabar con los tratamientos con agujas y encontrar una alternativa indolora para la gestión de enfermedades crónicas.
Para ello, se puso en contacto con dos amigos del colegio que estaban estudiando Ingeniería de Telecomunicaciones y con una compañera de medicina para explicarles su idea y con los que acabó fundando la startup Medicsen.
En una entrevista a D+I, Jorgensen, consejero delegado de Medicsen, apunta que un paciente de enfermedades crónicas como la diabetes tiene que pincharse de media tres veces al día, lo que supone más de mil veces al año, unas condiciones que hacen que algunos pacientes disminuyan su adherencia al tratamiento. De hecho, remarca que, por este motivo, solo uno de cada de tres pacientes están bien controlados.
Mejorar la calidad de vida de los pacientes
El objetivo que persigue Medicsen desde su creación es acabar con esos pinchazos para lograr una mayor adherencia de los pacientes al tratamiento que mejore sus resultados y su calidad de vida. En definitiva, se trata de encontrar una alternativa indolora para la gestión de enfermedades crónicas.
Inicialmente en Medicsen empezaron a elaborar un concepto de páncreas artificial muy distinto al dispositivo en el que están trabajando actualmente, ya que iba instalado dentro del cuerpo del paciente. Sin embargo, durante la fase de puesta de en marcha de la startup, y tras hablar con la industria y los pacientes, se dieron cuenta de que era mejor desarrollar un dispositivo que estuviera fuera del cuerpo.
Pese a que han tenido que aprender muchas cosas a lo largo de este camino que emprendieron en 2015 con la creación de Medicsen, poco a poco están logrando su objetivo de mejorar la calidad de vida de los pacientes gracias a la innovación y la disrupción y el concepto inicial de proyecto sigue centrando sus esfuerzos.
Medicsen Smartpatch es el resultado final de todo este trabajo. Se trata del primer dispositivo de administración de fármacos wearable y sin agujas del mundo, ya que los parches que actualmente existen para diabéticos sólo sirven para medir la glucosa.
Funcionamiento de Smartpatch
En el caso de Smartpatch, las ondas inocuas aumentan el tamaño de los poros naturales de la piel, permitiendo la entrada de macromoléculas de hasta 2000 kilodalton (KDa). Indoloro y seguro, los poros se cierran cuando el dispositivo se detiene.
Smartpatch es un poco más grueso que un parche de nicotina, ya que lleva electrónica, pero el objetivo es dejarlo en un centímetro de grosor. Además, cuenta con un cartucho desechable, donde va la insulina, que el paciente se retira cuando termina de administrar su dosis y que se puede recargar cuando se acaba.
"El Smartpatch no es más que una jeringuilla sin agujas, una bomba de infusión sin catéter, es un parche que tú te pones en la piel y sin ningún tipo de agujas consigue aumentar la permeabilidad de la piel a grandes fármacos como la insulina y lo hace con ultrasonidos en vez de con agujas", recalca Jorgensen.
Asimismo, el dispositivo también cuenta con un software predictivo que recopila información del paciente y calcula sus necesidades de insulina. Así, va acompañado de una aplicación que aporta consejos de estilo de vida y soluciona dudas como si el paciente puede o no tomar un zumo en 30 minutos o si le conviene tomar unos cacahuetes antes de hacer deporte para evitar una bajada de azúcar.
Reducir al mínimo el número de pinchazos
Jorgensen explica que con el desarrollo del parche han conseguido su meta de quitar el dolor y la incomodidad que supone el pinchazo y adaptarse al cuerpo del paciente. Esta solución es mucho más cómoda que las bombas de insulina, que son de un tamaño mucho mayor y se debe llevar colgada en el cinturón.
Su objetivo ideal sería bajar a cero el número de pinchazos que reciben los pacientes de enfermedades crónicas, pero admite que va a ser muy difícil poder eliminarlos completamente. Sin embargo, la empresa sí tiene una meta concreta: reducir más del 90% por ciento las inyecciones que se lleva la gente con tratamientos crónicos y haber eliminado 30 millones de pinchazos en 2025.
Asimismo, el consejero delegado de Medicsen destaca las ventajas que ofrece el que sea un ecosistema interconectado a través de la telemonitorización, que permite el control de la dosis o incluso la futura automatización de la misma, algo que no es posible con otros dispositivos como las microagujas o los implantes.
Además, el uso de dispositivo no se tiene que limitar solo a la inyección de insulina, sino que se puede adaptar a un montón de fármacos distintos, como la heparina, los anticuerpos, las vacunas o el interferón para la esclerosis múltiple. "Hay un montón de patologías que pueden cubrir con esta tecnología de inyección subcutánea", afirma Jorgensen.
Jorgensen incide en que el dispositivo no se ha inventado desde la ciencia básica, sino que han tenido que probar todo el set de ultrasonidos, definir las características al dedillo, construir los prototipos, validarlos en laboratorio y, finalmente, el año pasado consiguieron hacer ya unas pruebas preliminares en cerdos vivos que han apuntado muy bien.
Ahora el siguiente paso es hacer este año las últimas pruebas en animales para terminar antes de que acabe 2021 el prototipo para animales. Si todo va bien, a principio el año empezarán a hacer las pruebas en humanos de cara a que el dispositivo esté disponible para su comercialización en 2023.
Un camino complicado
El camino de Medicsen emprendido en 2015 hasta llegar al punto en el que se encuentran ahora no ha sido fácil. De hecho, Jorgensen apunta que una de las cosas más complicadas "sin ninguna duda" ha sido el obtener recursos, no solo económicos, sino también de talento, partners o infraestructura.
Así, admite que al principio fue muy difícil conseguir la confianza de la gente y tuvieron que pelear mucho para ello. En 2015 consiguieron 30.000 dólares con un Power Point que les permitieron empezar a desarrollar los mínimos productos viables. Poco a poco se fueron sumando nuevos apoyos hasta 2020, año en el que la compañía se fortaleció gracias a la obtención de en torno a un millón de euros de financiación.
Este 2021, Medicsen recibió el Premio a la Mejora de la Salud y Tecnología Digital de la cuarta edición de los Premios Fundación Mapfre a la Innovación Social, siendo seleccionado entre más de 300 iniciativas de diez países. Como ganadores recibieron un premio de 30.000 euros de la Fundación Mapfre y consultoría gratuita de la Fundación E&Y.
De cara a la comercialización del dispositivo, su objetivo es empezar en España en 2023, ya que es donde tiene toda su red construida, pese a que Medicsen ya que es una empresa "bastante internacional" con apoyos de todo el mundo y sede en Australia, Polonia o Inglaterra.
Planes para el futuro
Jorgensen espera con su entrada en España ir asegurando mercado, conociendo muy bien a sus clientes y ver que se puede mejorar en la parte de atención al cliente. A partir ahí, en 2024 quieren dar su salto a otros países de Europa y a finales de 2025 intentar entrar en Estados Unidos y acercarse a políticas de reembolso, es decir, que el dispositivo sea cubierto por la Seguridad Social.
En la parte tecnológica, en la compañía ya están pensando en la segunda generación del dispositivo, que sería hacer real esa idea inicial de crear un páncreas artificial. La diferencia con el smartpatch es que, mientras éste es manual y el usuario debe decidir en cada momento la dosis, el páncreas artificial ya estaría automatizado.
"El salto tecnológico que hay que dar de uno a otro es relativamente grande, pero estamos preparados para hacerlo ya", afirma Jorgensen, quien apunta, sin embargo, que el salto regulatorio es "terrible", ya que pasa de ser un dispositivo médico a ser un fármaco, lo que requiere años de estudios.
De ahí que decidieran apostar por una estrategia de fases, con una primera en la que se la aporta valor al usuario en lo fundamental: eliminar los pinchazos gracias al smartpatch. Una vez hecho esto, viene la segunda, que es eliminar la incertidumbre y los cálculos a la hora de aplicar el tratamiento.
Con este fin, en Medicsen trabaja un equipo fijo de diez personas entre los que se incluyen médicos, ingenieros y expertos en negocios o diseño. Pero, además, cuenta con otras diez personas a las que denominan advisors, pero que en el fondo son "miembros del equipo en toda regla", ya que dedican a la compañía 50 horas al mes.