Hace poco más de un año, el galo Thierry Breton pasaba a ocupar uno de los preciados sillones de la Comisión Europea. En concreto, aquel que le confiere la mayor responsabilidad sobre el Mercado Interior de la UE. Un salto más en la exitosa carrera de Breton que, a su vez, provocó una cascada de cambios en una de las principales empresas de tecnología francesas, Atos, de la que era CEO.
Atos, consultora especializada en comunicaciones unificadas, nube, big data y servicios de ciberseguridad, no tardó en anunciar a su sustituto: Elie Girard, hasta entonces director financiero. Personaje que, además, presenta un perfil extraordinariamente parecido al de su antecesor.
Graduado por la École Centrale de París y Harvard, Girard ha tenido una prolífica carrera que ha conjugado a partes iguales la actividad privada (Andersen, Orange…) como la pública, con puestos de responsabilidad en el Ministerio de Economía, Finanzas e Industria del gobierno francés. Y ello cala en su mensaje: a pesar de tratar de grandes tecnologías de vanguardia, introduce conceptos y líneas de pensamiento que divergen hacia lo político, lo macroeconómico e incluso lo geoestratégico.
En la primera de esas vertientes, la tecnológica, Girard tiene claro cuál es el tema del momento: la migración a la nube. Suena manido, pero él replica con una cifra contundente: menos del 10% de las aplicaciones que se ejecutan en la nube en estos momentos son aquellas críticas para los negocios. Y, de cara a 2024, lo será el 28%. Un incremento exponencial, oportunidad de negocio para firmas como la suya, pero todavía insuficiente para dar por culminada esta etapa de la informática.
Después de la pandemia, subir a la nube es una obligación
“Estamos en un cambio masivo de llevar esas aplicaciones críticas a la nube. Pero para ello necesitamos tanto la potencia suficiente como la latencia baja que permita llevar esas cargas fuera de un centro de datos de proximidad”, detalla Girard en entrevista con D+I. “Mientras, hemos anunciado ya una propuesta ‘cloud’ que funciona como una ventanilla única, donde poder diseñar conjuntamente este viaje. También estamos impulsando a los clientes con más velocidad hacia la nube. Antes esto ya era importante, pero después de la pandemia ha quedado claro que es una obligación. O las empresas se pasan a la nube o, en un año, perderán su capacidad competitiva debido a los costes asociados a la flexibilidad y agilidad”.
Lo dice con conocimiento de causa: el 55% de los ingresos de Atos provienen hoy de la gestión de infraestructuras y datos. Para afianzar su propuesta en la nube, denominada OneCloud, la multinacional pretende invertir nada menos que 2.000 millones de euros en cinco años.
“Las empresas necesitan una solución en la nube que lo cubra todo. Tenemos que revisar las plataformas, modernizar todo el abanico de aplicaciones, implementar protección cibernética alrededor de muchos dispositivos en el extremo [Edge computing] que están empezando a ser relevantes”, explica Elie Girard. “Por ejemplo, muchas compañías del sector minorista y el industrial nos están advirtiendo de que sus bases de datos son demasiado pesadas para subirlas a la nube. Necesitamos entonces añadir la capa de supercomputación. Y todo ello mientras nos atenemos a los objetivos de descarbonización y reducción de la huella de carbono”.
Muchos retos, sin duda, que Atos busca afrontar en alianza. Elección o no (el mercado de infraestructuras en la nube está dominado por escasos tres jugadores -Amazon Web Services, Microsoft Azure y Google Cloud-), la apuesta de Girard por colaborar estrechamente con los grandes es cristalina.
“El vínculo que tenemos con esos tres nombres, pero también con IBM o Red Hat, es muy estrecho. Nosotros queremos ser el pegamento de todos esos proveedores, hacer la orquestación. Esto es: conseguir que todas estas soluciones trabajen juntas, se comuniquen entre sí”, defiende el directivo.
Queremos ser el pegamento entre Amazon, Google y Microsoft en la nube
Una relación de intimidad que no es casual, sino fruto de numerosas adquisiciones en torno a uno de los tesoros menos comentados del sector TIC: las certificaciones. “Las certificaciones en la nube es la nueva pólvora. Es uno de los criterios que tenemos en cuenta en cualquier compra de otra empresa. Hemos incorporado a grandes compañías que trajeron consigo muchas certificaciones en Google Cloud, también con los otros jugadores”, admite Girard.
Adquisiciones orientadas a la nube pero que han supuesto desinvertir en otros negocios ya no considerados estratégicos, como el coloso de los pagos Worldline. “El plan es ser un jugador puro digital, en base a la seguridad y la descarbonización. La escisión de Worldline es muy natural, porque no tiene nada que ver con nuestro negocio. Hace 10 o 15 años sí, estaba en el foco de la tecnología, pero ahora no encaja en nuestra estrategia”.
Supercomputación y cuántica
El mensaje de Atos pasa casi en exclusiva por la nube, pero lo cierto es que la firma es bien reconocida por otra de sus áreas clásicas de actividad: la supercomputación. Esos gigantescos centros de procesamiento también viven su particular reinvención, en este caso con la sostenibilidad por bandera.
“Al final un supercomputador consume muchísima energía. Por eso hay que trabajar y sentirse orgullosos de fabricar y tener en Europa los supercomputadores no sólo más potentes, sino también más verdes”, presume un Girard que también está haciendo que Atos de sus primeros pasos en la computación cuántica.
La computación cuántica no es cuestión del número de cúbits, sino de qué hacer con ellos
Lo hace, en este caso, con un simulador de las capacidades cuánticas basado en un supercomputador al uso. Un paso intermedio entre ambos mundos para el que el ejecutivo de Atos pone 2023 como fecha de despegue masivo. “Es la primera vez que tenemos una máquina híbrida entre ambos mundos, una máquina comercial que integre al menos una pizca de cuántica. Hay muchos actores hablando de ordenadores cuánticos de 46, 52 cúbits pero esto no es una cuestión de cantidad, sino de qué podemos hacer con esos cúbits. Y hoy por hoy no hay nada comercial: nosotros estamos trabajando con las empresas para asegurarnos de que hay problemas de la vida real que podemos resolverlos con este simulador”, sentencia Girard.
Europa por descontado
Elie Girard gusta de tecnología, pero también de pensar cómo Europa puede hacerse un hueco en el mercado digital actual, dominado por EEUU y China. Ahí, quizás por la cuenta que le trae o por su vertiente política, se muestra especialmente directo en el diagnóstico pero también en la fórmula de resolver el eterno dilema.
“Hemos visto el poder de estos proveedores en otros países y Europa tiene que replantearse su rol. Tenemos empresas europeas muy fuertes, pero no lo suficiente”, reconoce el directivo. La solución tiene nombre propio: Gaia-X. Se trata de la alianza europea, gestada entre Francia y Alemania, para contar con una gran alternativa en la nube que sea marca de la casa, con los valores éticos y de privacidad que definen al Viejo Continente.
“Gaia-X era la forma más natural de abordar este desafío. Podíamos haber creado un gran coloso del mismo tamaño que los estadounidenses o los chinos, pero no hace falta crear algo desde cero. A lo mejor hace diez años lo hubiéramos hecho, pero ahora somos más maduros”, define Girard. No en vano, Gaia-X no deja de ser una alianza comercial y un marco de estándares y reglas para los jugadores europeos.
“Lo que buscamos es un marco de políticas y reglas que tradujeran los valores de ciudadanos y empresas europeas a la portabilidad de datos en la nube. Y no tiene por qué ser algo exclusivamente europeo: igual que muchos países han copiado el GDPR (Reglamento General de Protección de Datos), ojalá todas las plataformas de datos sigan este camino. Soy un gran creyente en ello”, concluye el ejecutivo de Atos.