19 de marzo de 2009, en plena crisis financiera mundial. La revista ‘The Economist’ publicaba en su portada una ilustración de un mapamundi visto desde China. El titular era How China sees the world (así es como China ve el mundo). En primer plano se veía una China desarrollada, de servicios. Al otro lado del Pacífico aparecía EEUU, cubierta de carteles de quiebra. Sobre América del Sur habían dibujado algunas grúas. Y al fondo, en pequeñito, casi imperceptible, aparecía Europa. Sobre nuestro viejo continente había solo dos letreros, de Prada y Hermès.
Ha pasado más de una década desde aquella portada, todo un toque de atención para Europa. En estos once años, y con mayor intensidad en los últimos meses de pandemia, hemos constatado que la relevancia geoestratégica tiene mucho que ver con la tecnología. Las cinco marcas más valiosas del mundo, según la última edición del ránking de ‘Forbes’, son tecnológicas. Por este orden, son Apple, Amazon, Microsoft, Google y Facebook. Ninguna de ellas nació en Europa.
La pandemia que vivimos está teniendo consecuencias devastadoras sobre la salud de muchas personas, sobre el bienestar de la gente de su entorno y sobre la economía en su conjunto. Aunque esa parte es innegable, por suerte podemos extraer algunas lecturas positivas de esta trágica experiencia. Una de ellas es el empujón que las organizaciones están concediendo a su transformación digital y las nuevas oportunidades de flexibilidad laboral que se abren camino. La segunda, la resignificación del propósito o de los valores de esas mismas organizaciones. El eterno debate sobre qué tipo de sociedades queremos construir para el futuro, aprovechando la fuerza disruptiva de la tecnología, está ahora haciéndose realidad.
En todo este contexto, Europa se reafirma como un territorio que está retrasado con respecto a EEUU o Asia en lo tecnológico, pero que tiene un enorme capital humano. Además, la crisis de los últimos meses ha obligado a pisar al máximo el acelerón digital. El resultado: una nueva oportunidad para que Europa sea más relevante en el mundo del futuro.
“Empresas como Amazon, Apple, Alphabet (Google)..., ninguna es europea. Pero en estos momentos ninguna compañía puede ser autocomplaciente: la disrupción es tan grande que la brecha con otros territorios puede cerrarse, tal y como Asia ya está consiguiendo [con respecto a EEUU]”. Así lo cree Ramón Baeza, socio de Boston Consulting Group, que la semana pasada participó en una mesa redonda virtual organizada por Microsoft.
Baeza cree que para que Europa recupere la necesaria fortaleza tecnológica hacen falta tres cosas. Curiosamente, ninguna de ellas es técnica o tecnológica. “En primer lugar, estamos ante un reto de gestión. El management en un mundo de bits es distinto al que aplica en un mundo de átomos”, afirma Baeza, para quien “los CEOs europeos ya están empezando a ajustar sus estilos de liderazgo a esta nueva realidad”. Y continúa: “En segundo lugar, es un desafío humano. Los innovadores de éxito son aquellos que creen que el valor está en crear cosas nuevas antes que otros. Es decir, son personas con coraje. Ese tipo de talento escasea. Por ese motivo las empresas europeas deben poner a los empleados que tienen ese perfil a trabajar en sus proyectos de innovación”.
Y, por último, para este socio de Boston Consulting Group -que por cierto es español- la clave para que las empresas europeas recuperen el terreno perdido en lo digital está en su capacidad de generar alianzas. “Las compañías no pueden innovar por sí solas. Se trata de construir ecosistemas. Lo hemos visto en Silicon Valley, por ejemplo. En Europa empezamos a ver la emergencia de inversores propios muy activos y creo que es ahí donde las empresas deberían mirar a la hora de crear sus ecosistemas”.
“Hoy por hoy todo el mundo tiene acceso a la tecnología. Hay soluciones de código abierto y otras alternativas a las que puede acceder cualquiera. Lo determinante no es tener acceso a esas innovaciones sino convertirse en innovadores en serie, un año tras otro, y eso requiere de la cultura, los recursos humanos, los incentivos, las alianzas y el ecosistema que lo hagan posible”.
Observamos, al mismo tiempo, que esta cultura de la digitalización trasciende el sector tecnológico. En el citado evento de Microsoft participaron dos empresas europeas: una grande -Novartis, que no requiere mayor presentación- y una más joven -la checa Paketa, dedicada a la paquetería, que está creciendo muy rápidamente por Europa e iniciando operaciones en EEUU y Emiratos Unidos-.
En el caso de Novartis, la transformación digital constituye uno de los cinco pilares de su plan estratégico. “La digitalización nos permite llevar nuevos medicamentos al mercado dos años antes”, aseguraba Shahram Ebadollahi, director global de Ciencias de Datos e IA de Novartis. “La pandemia ha acelerado todo esto. Así, cosas que estimábamos ver en 3 años, las estamos haciendo realidad en 3 meses”. Durante la pandemia, la inversión anterior en digitalización ha evidenciado su poder: “Hemos podido mantener todos nuestros 500 ensayos clínicos, en los que participan 17.000 personas, sin interrupción”, aseguró.
Por su parte, Paketa nació hace diez años ya como una empresa fundamentalmente operada en cloud, con soluciones del ecosistema de Microsoft, gracias a lo cual durante la primera ola de la pandemia consiguieron implantar el teletrabajo para sus 1.500 trabajadores en tiempo récord: un fin de semana. Además, desarrollaron nuevos servicios basados en IoT o paneles solares, y pese a que la mitad de sus puntos de entrega echaron la persiana, lograron acelerar su crecimiento más de un 120%.
“La tecnología y los datos necesitan de un fuerte liderazgo”, constató Ralph Haupter, director de Microsoft para la región EMEA (Europa, Oriente Medio y África). La buena noticia es que los líderes europeos -incluyendo ejecutivos y otros miembros de los consejos de administración- son ahora más conscientes que nunca de la importancia de su rol en las empresas. Bien aprovechado el momento, podrán convertir los valores de la organización en una ventaja competitiva diferencial.
Con todo, “en Europa aún percibimos cierto escepticismo. El 40% de las compañías se muestran escépticas, frente al 30% de la media global, probablemente porque quieren seguir haciendo aquello que les funcionó en el pasado o porque también habrán visto fracasos previos en digitalización. Ante la crisis actual, lo que nosotros recomendamos a las empresas es que, en lugar de recortar su presupuesto de innovación, redibujen su portfolio de productos y pongan el foco en aquellos de mayor futuro”, concluyó Baeza.