Todavía no se conoce cuál será la identidad del futuro Gobierno, pero sí lo que tendrá que hacer: que siga girando la rueda de la deuda pública para financiar el déficit, pagar los intereses y refinanciar las actuales emisiones en vigor. Ya sea de color PP, PSOE, Podemos, Ciudadanos o el designio que ofrezca el ‘pactómetro’, la exposición española a la financiación externa se convertirá en un factor clave del próximo año.
Así será debido a la situación de “vulnerabilidad” en que se encuentra la economía española respecto a la financiación en los mercados, como han advertido en los últimos meses y por separado tanto el ministro de Economía, Luis de Guindos, como el gobernador del Banco de España, Luis María Linde, que desde verano ha advertido de la desaceleración de la economía española, aunque sin mucho eco en el Gobierno.
Pese a los buenos datos de crecimiento -la economía española crece a tasas del 3,4% interanual- y a la reactivación del mercado laboral -con la tasa de paro del 21% a la baja-, España mantiene un endeudamiento al alza (el 100% del PIB) que puede situarle en posición de riesgo ante cualquier tropezón en su continua salida al mercado.
Alerta por 'elevado endeudamiento'
Ajenos a los debates políticos, los responsables del Tesoro mantienen sus planes de 'servir' la deuda, es decir, amortizar, refinanciar y pagar intereses, partida esta última a la que España dedica alrededor de 30.000 millones de euros anuales. Según la previsión del Gobierno que rige en los últimos Presupuestos, de este verano, el Tesoro Público realizará en 2016 emisiones brutas de deuda por importe de 231.175 millones de euros, de los que al menos 40.000 millones serán emisiones netas que se sumarán a la mochila de la deuda pública española.
De su tamaño y de la incertidumbre que se cierne sobre la política española ha alertado la agencia de calificación de riesgo Fitch en una nota publicada el lunes. “La incertidumbre política puede tener un impacto limitado en el corto plazo sobre la fiscalidad española, ya que los Presupuestos fueron aprobados antes de las elecciones”, apuntan desde Fitch, que no descarta que la situación actual desemboque en unas nuevas elecciones.
No obstante, la agencia alerta de que si el nuevo gobierno es débil o depende de partidos radicales puede perder el camino de las reformas. “El ajuste fiscal de España todavía está incompleto”, añade la agencia, que prevé que la deuda pública sobre el PIB se coloque en el 99% este año y vaya bajando paulatinamente al 90% en 2024. Pese a ello, todavía será “más del doble” de la media de los países que tienen un rating BBB -apto para inversión- como España.
En manos extranjeras
La presencia de inversores extranjeros en la deuda soberana española es creciente. Según los datos publicados por el Tesoro, los inversores foráneos han multiplicado por dos su cartera de deuda pública nacional, hasta superar los 421.000 millones de euros en octubre. Son casi cuatro veces más en ocho años, mientras que el volumen de la deuda pública se ha triplicado en el mismo periodo. Es prácticamente el doble que la cifra de 212.000 millones registrada en 2012, según la estadística del Tesoro.
La calma en el mercado secundario (donde se negocia la deuda una vez emitida) es clave para que los inversores se decidan a comprar en el mercado primario (esto es, acudir a las emisiones del Tesoro), porque ahí es donde no puede acceder el BCE. El banco central tiene prohibido financiar a los Estados, por lo que sólo compra deuda en el mercado secundario. Esto significa que España necesita inversores que inviertan en sus bonos y letras, y el año que viene tiene que financiar esos 230.000 millones.
Para conseguirlo, necesitará que los inversores extranjeros sigan acudiendo en masa a sus emisiones como han hecho durante los últimos trimestres. Los ahorradores foráneos nunca habían tenido tanta deuda española como ahora: más de un 40% del PIB. España ha vivido una auténtica avalancha de dinero de todo el mundo a por la rentabilidad y el atractivo de los bonos y letras españoles. Sólo en el último año, los inversores no residentes aumentaron su cartera en más de 80.000 millones de euros. Esto significa que más de la mitad de los bonos y las letras españolas (un 53,3%) está en manos de extranjeros, mientras que hace un año se situaba en el entorno del 45%.
Pendientes de la prima de riesgo
El presidente en funciones, Mariano Rajoy, no se cansó de decir durante la campaña que ya nadie habla de la prima de riesgo en España, aunque él lo haga mucho. El ‘riesgo país’ de España dio ayer un salto, pero menos importante de lo que se podía temer dada la fragmentación del panorama político.
La prima de riesgo avanzó 8 puntos básicos, su mayor salto desde agosto, en plena crisis de Grecia, pero los niveles en los que cotiza distan mucho de ser preocupantes. El lunes cerró en 122 puntos, con la rentabilidad del bono español a 10 años en el 1,77%. El Tesoro no tiene que celebrar más subastas este año, pero si tuviese que hacerlo, estos niveles permitirían al organismo seguir rebajando el coste de financiación de su deuda.
Al final, todo está impregnado por la presencia del BCE como gran comprador de deuda en el mercado, lo que limita cada subida de la volatilidad. Todo el mundo tranquilo, que Draghi paga. De hecho, esta presencia permanente por parte del banquero central ha contenido la reacción negativa de los inversores al resultado electoral. “Creemos que los resultados electorales son algo peores de lo esperado por el mercado. Asistiremos a un deterioro del diferencial español (prima), pero teniendo en cuenta los programas del BCE no esperamos que sea más de 20 puntos básicos”, señala Ignacio Méndez, director de Mirabaud Securities en España.