Es tan grande que es difícil medirla para hacerle un traje. Saudí Aramco, la petrolera estatal de Arabia Saudí, explora su privatización parcial y salida a bolsa. Lo que parecía una idea peregrina de uno de los miembros de la Casa Real saudí puede convertirse en realidad en los próximos meses. Su valoración alcanzaría una dimensión desconocida hasta ahora por los inversores, de 1 a 7 Billones de euros, según distintas valoraciones que tienen en cuenta sus cifras de producción o el precio del petróleo, pero que no cuentan todavía con los verdaderos números de su balance.
Todavía son un misterio sus cifras, pero pueden dejar de serlo si sale adelante la operación. La venta de una pequeña porción de la empresa le convertiría en la mayor OPV de la historia, por encima de la china Alibaba, ya que solo un 5% de la petrolera podría alcanzar un valor en bolsa de, al menos, unos 50.000 millones. Esta colosal dimensión abarca todas las actividades actuales de Aramco, que van desde la exploración y extracción de crudo (upstream) y gas; la exportación o el refino y comercialización (downstream).
El globo sonda lanzado el jueves desde The Economist, que cita a un príncipe de la monarquía saudí, fue confirmado por la compañía el viernes. Sin embargo, el inesperado anuncio llega en el peor de los momentos para el sector petrolero. Un buen ejemplo es la situación de Repsol, que cotiza en mínimos de dos décadas en bolsa tras perder la mitad de su valor en los dos últimos años. Con 13.000 millones de euros de valor en bolsa, su capitalización se quede lejos, lejísimos, de los 2,5 Billones de Aramco o los 290.000 de otra cotizada en bolsa, Exxon Mobil.
En el peor momento
En 2010, cuando los precios del crudo cotizaban bien por encima de los 100 dólares por barril, la compañía fue valorada en unos 7 billones de dólares en un análisis publicado en Financial Times. Hoy esa cifra se vería sensiblemente rebajada debido a la brutal caída del barril -hasta el 70%-, pero sigue siendo descomunal. Entre 1 y 2,5 billones, con b, es el número más repetido entre algunos banqueros de inversión citados Financial Times o Bloomberg, que incluso da una cifra más baja de 100.000 millones al compararla con otras petroleras estatales como la rusa Rosneft (35.000 millones de valor en bolsa) o la brasileña Petrobras (23.000 millones).
Sin embargo, Aramco poco tiene que ver con las anteriores. El gigante saudí produce 10 millones de barriles diarios de petróleo, uno de cada ocho a nivel mundial, lo que le da algo más del 10% de cuota en el billonario mercado petrolero. El petróleo saudí es considerado uno de los más baratos de los que existen en el mundo a la hora de ser extraído y distribuido. Se estima entre 2 y 3 dólares el coste de sacar un barril del subsuelo, que unido a la distribución y transporte sitúa en los 12 dólares el nivel de rentabilidad de su crudo. Esto explica, por ejemplo, su capacidad para emprender una guerra contra el resto de productores e inundar el mercado con ello.
Desde que Arabia Saudí se planteó esta cruzada en el seno del cartel de la OPEP, la cotización del Brent europeo se ha derrumbado un 70%, pasando de costar más de 100 a poco más de 30 dólares.
¿Por qué sale a bolsa?
Entre los motivos expuestos por la propia petrolera para emprender su salida a bolsa se encuentra la intención de dotar de una “mayor transparencia” a una empresa tradicionalmente opaca, al igual que el resto de asuntos políticos saudíes. También alejar “la corrupción, si la hubiera”, en palabras de la propia Casa Real. “Esta iniciativa está coherente con el amplio y progresivo programa de reformas emprendido por el Reino (...) Saudi Aramco desea hacer hincapié en que este proceso fortalecerá el enfoque de la compañía en su visión de largo plazo para ser el líder en energía y química en el mundo”, dijo la empresa en comunicado difundido el viernes.
Hasta aquí está la versión oficial. La oficiosa apunta otros motivos que tienen que ver con el actual panorama del mercado del petróleo, marcado por la crisis de precios y la quiebra de centenares de empresas dedicadas al ‘fracking’ (petróleo no convencional) en EEUU. También algunas de las compañías tradicionales dedicadas sólo a explorar y extraer crudo pueden verse en problemas. En este escenario, Aramco puede convertirse en un jugador que lidere un proceso de concentración (fusiones y adquisiciones), pero para ello necesita, como reconocen las autoridades, una modernización de su estructura de empresa.
¿Compartir la joya de la corona? Esa es la gran pregunta que se prendió entre los inversores y banqueros nada más conocer los planes de Aramco. Teóricamente, la venta de acciones en bolsa sirve para financiar a la empresa si hay una ampliación (OPS) o para que los accionistas hagan caja con su negocio (OPV) vendiendo viejas acciones. Pero también es una forma de compartir los riesgos asociados a una compañía o un sector con otros inversores. Los jeques saudíes, después de décadas gestionando el mayor chorro de petrodólares de la historia, puede que decidan seguir dando acceso a inversores extranjeros a sus joyas de la corona. Es lo que han hecho con la Bolsa de Riad, donde ya cotizan otras empresas que anteriormente fueron propiedad solamente del régimen de los Saud.