La prestación por desempleo es uno de los estabilizadores automáticos más importantes que emplean los estados para combatir los ciclos económicos. Este concepto económico significa que la política fiscal de los países actúa de forma opuesta a lo que hace el ciclo económico y lo hace de forma automática. Cuando la actividad se frena y aumenta el paro, de forma inmediata se aumenta el gasto público en prestaciones por desempleo y se reducen los ingresos por cotizaciones y otros impuestos.
De este modo, el aumento del desempleo afecta de forma negativa a la situación financiera de las Administraciones Públicas y, de forma inversa, si se crea empleo, la situación mejora. ¿Cuál es esta relación? Javier Andrés, catedrático de la Universidad de Valencia, Rafael Doménech, catedrático de la Universidad de Valencia y jefe de Economías Desarrolladas de BBVA Research y Ángel de la Fuente, director ejecutivo de Fedea, han calculado esta relación en su estudio Notas para una política fiscal en la salida de la crisis.
Bastaría con que el desempleo disminuyese de forma permanente en 4 puntos porcentuales para que el saldo estructural mejorase en unos tres puntos
Por cada punto que aumenta el desempleo, el saldo presupuestario tiende a empeorar en 0,75 puntos del PIB, según sus cálculos. Esto significa que, con los niveles actuales de desempleo, por cada 230.000 trabajadores que salgan de las listas del paro, la situación presupuestaria del estado mejoraría en casi 8.000 millones de euros. Esto es, algo menos de la mitad de toda la recaudación que se consigue con el Impuesto de Sociedades.
Según los datos de la EPA (Encuesta de Población Activa), el paro se redujo en casi tres puntos porcentuales en 2015. Esto significa que sólo con la recuperación del mercado laboral, los recursos del Estado han mejorado en algo más de 20.000 millones de euros. Ante esta situación, no es extraño que estos tres expertos crean que el objetivo prioritario para el país sea poner en marcha las reformas estructurales que permitan maximizar el empleo. “Bastaría con que el desempleo disminuyese de forma permanente en 4 puntos porcentuales para que el saldo estructural mejorase en unos tres puntos, dejándonos con un superávit estructural cercano a dos puntos”, señalan en su estudio.
La envidia de Europa
España tiene un grave problema con el mercado laboral y no es el alto paro actual, sino el alto paro estructural del país. Esto es, el desempleo que habría en una situación intermedia del ciclo económico. Según los cálculos de Andrés y Doménech, esta tasa de paro estructural en España en el horizonte hasta 2018 se sitúa en el 18%. Ésta es la gran lacra de España que afecta directamente a la recaudación del Estado.
La situación sería muy diferente si España no estuviese a la cola del mundo desarrollado en empleo, sino en la media de los grandes países como Alemania, Estados Unidos, Reino Unido, Suecia o Dinamarca. “Reducir permanentemente el desempleo estructural del 18% a niveles cercanos al 6% proporcionaría un margen de 9 puntos del PIB de mejora permanente del saldo presupuestario”, indican los autores del estudio.
Reducir permanentemente el desempleo estructural del 18% a niveles cercanos al 6% proporcionaría un margen de 9 puntos del PIB de mejora permanente del saldo presupuestario
Pero conseguir una mejoría tan grande es imposible en el corto plazo y casi una utopía en el largo plazo dada la trayectoria de España. Las buenas noticias son que las previsiones cíclicas son positivas y el nivel de desempleo seguirá mejorando en los próximos meses. Según el FMI, la tasa de paro al cierre del año caerá hasta el 19,9% y la OCDE cree que llegará al 19,8%. Esto significa una reducción de un punto completo en la tasa de paro, lo que ayudará al Estado a reducir su déficit en 0,75 puntos del PIB. Una ayuda inestimable después de cerrar 2015 con un déficit del 4,5% y de tener marcado un objetivo para 2016 muy ambicioso: recortar el desfase hasta el 2,8% del PIB.
Esta salida de la crisis está siendo anómala desde el punto de vista del empleo que está consiguiendo crear la economía desde el momento en el que volvió a crecer. Tradicionalmente se consideraba que el PIB tenía que crecer a ritmos del 2% anual para generar puestos de trabajo, una situación que ha cambiado. Desde 2014, cuando el PIB empezó a crecer en tasas interanuales, el empleo ha aumentado casi al mismo ritmo.
De hecho, durante tres trimestres en 2015 el empleo creció más rápido que el PIB, una situación totalmente anómala en España. Si esta situación se consolida será una gran noticia para el país, ya que significaría que será capaz de crear puestos de trabajo siempre que la economía se expanda.
Los datos del segundo y tercer trimestre de 2015 mostraron cómo el diferencial entre el crecimiento del PIB y del empleo volvía a distanciarse. Toca esperar al dato del PIB al cierre del año para comprobar si este cambio positivo del mercado laboral español se consolida o si vuelve a su dinámica tradicional de necesitar un crecimiento del PIB fuerte para generar empleo.