Los estímulos que ha anunciado el Banco Central Europeo (BCE) son tan históricos como los que lleva aprobando desde finales de 2011, cuando Mario Draghi llegó a la presidencia de la entidad. Lo que ha hecho la entidad es profundizar en sus anteriores medidas: más compras de deuda, más activos, más penalización al dinero ocioso, mas subastas de liquidez, más recorte de tipos, más… ¿Y todo para qué? Esa es la gran pregunta.
Esta semana se ha cumplido el primer año desde que el BCE aprobó su programa de compra de estímulos, el famoso QE y ¿qué ha conseguido? Ayer volvió a rebajar sus previsiones para la economía de la región, como viene haciendo cada vez que tiene que actualizar su cuadro de proyecciones. La economía de la eurozona crecerá este año un 1,4%, por debajo del 1,7% que estimaba en diciembre y en 2017 se frenará hasta el 1,7% desde el 1,9% previo. Y ya tendrán tiempo para seguir rebajando estas estimaciones.
En cuanto a la inflación, lo que Draghi ha dejado claro es que este año los precios seguirán estancados. Para el conjunto del año estima que el IPC subirá sólo un 0,1% y reconoce que no puede hacer nada para evitar que en los próximos meses esté en negativo. Una situación muy delicada teniendo en cuenta que todos los estímulos que aprobó estaban pensados para crear inflación y el propio Draghi dijo que eran muy efectivos y que estaban funcionando.
Las medidas que ha aprobado son más de lo mismo. Decisiones que han demostrado ser ineficaces y que no consiguen acercar al BCE a su objetivo de mantener las expectativas de inflación “cerca pero por debajo del 2%”. No sólo eso, sino que Draghi clamó que todavía tiene más de la misma munición: “Hay una larga lista de medidas y cada una de ellas es muy importante”, aseguró.
Puede comprar más deuda, o inyectar más liquidez o penalizar a los bancos todo lo que quiera por el dinero ocioso, la realidad es que estas medidas ya no tienen ningún efecto teniendo en cuenta el gran exceso de liquidez que existe, la ausencia de inversión y el precio negativo del dinero. Las medidas desesperadas del BCE ya no sirven.
El círculo vicioso
Draghi no engaña a nadie, al contrario, lleva más de dos años advirtiendo que sus medidas en solitario no pueden arreglar los problemas de Europa. En todas sus ruedas de prensa pide ayuda a los políticos, ya sean los de Bruselas o los de cada país de la eurozona. Si sobra dinero, la solución no puede ser imprimir más. Si no hay demanda de crédito, la solución no puede ser obligar a los bancos a concederlos. “Los distintos países de la zona euro deben seguir trabajando en la implementación de las reformas estructurales y en políticas fiscales que favorezcan el crecimiento económico”, indica Aurelio García del Barrio, Doctor en Economía y profesor del IEB.
Si sobra dinero, la solución no puede ser imprimir más. Si no hay demanda de crédito, la solución no puede ser obligar a los bancos a concederlos.
Para desgracia de Draghi, todas sus peticiones han caído en saco roto. Ningún gobierno ha tomado las medidas apropiadas para elevar la inversión y hacer crecer el PIB potencial y la productividad. Europa se ahoga en el estancamiento de la economía y nadie hace nada para remediarlo.
Por si fuera poco, los políticos han perdido el estímulo que suponía la presión de los mercados. Las políticas del BCE han servido para calmar a los inversores con ganancias en todos los activos gracias a las inyecciones de liquidez y capital. De este modo, los países colocaban sin problemas sus miles de millones de deuda pública y no necesitaban aprobar ningún tipo de reformas para convencer a los ahorradores.
Lo imposible
Todo este tiempo que ha comprado el BCE ha anquilosado más a los gobiernos. En otro escenario, la crisis de Grecia o la de los refugiados hubiese sido fatal para la eurozona y los políticos se hubiesen visto forzados a resolverlas. En este escenario en el que nada afecta a las finanzas públicas y de las grandes empresas, no hace falta tomar decisiones y lo que se hace es posponer los problemas.
El propio FMI pidió ayer a los gobiernos que tomen medidas “urgentes” para combatir la ralentización de la economía
El propio FMI pidió ayer a los gobiernos que tomen medidas “urgentes” para combatir la ralentización de la economía. El mundo necesita elevar su PIB potencial si no quiere enfrentarse a un estancamiento muy peligroso. Estas medidas no pueden venir desde la política monetaria. Cada herramienta tiene sus funciones y el dinero gratis no soluciona los problemas de inversión cuando responden a la baja productividad de las economías. El BCE puede crear oferta de crédito, pero no puede obligar a que las empresas pidan préstamos para invertir.
El problema es de demanda y, si el sector privado está paralizado, sólo los gobiernos pueden poner en marcha la economía, con estímulos y con reformas que también estimulen la inversión privada. El director adjunto del Servicio de Estudios de Banco Santander, Antonio Cortina, se ha pronunciado en este sentido. "Si hubiera además un programa conjunto de inversión pública europeo, las cosas podrían mejorar incluso algo más", ha asegurado Cortina. Hasta la patronal bancaria, la AEB, ha pedido a los gobiernos que acometan reformas estructurales con el fin de "ampliar el potencial de crecimiento de las economías" de la eurozona.