La reciente gira de Barack Obama por Cuba y Argentina representa mucho más que el posible fin del embargo a la revolucionaria isla caribeña o el restablecimiento de unas relaciones estrechas con el país sudamericano. Se trata del intento estadounidense por recuperar la ascendencia política y económica en América Latina tras una década de enfrentamiento discursivo y retracción comercial entre las partes. Busca aprovechar también la caída del precio del petróleo y la ralentización del crecimiento chino que afectaron a las grandes economías regionales cuyos líderes comenzaron a tambalear producto del desgaste de muchos años de gestión.
Cuando al tío Sam le cerraron el paso
Estados Unidos había planeado que la Cumbre de las Américas llevada a cabo en noviembre de 2005 en la ciudad argentina de Mar del Plata fuera el pistoletazo inicial para el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), un acuerdo comercial que avanzara hacia la eliminación de todas las barreras arancelarias en todo el continente (con la excepción de la embargada Cuba). Ese sueño neoliberal promovido por George Bush (hijo) se encontró sin embargo con una resistencia impensada.
Cada uno de ustedes trajo una pala de enterrador porque aquí, en Mar del Plata, está la tumba del ALCA
Néstor Kirchner, Lula da Silva y Hugo Chávez, presidentes de Argentina, Brasil y Venezuela respectivamente, encabezaron el rechazo diplomático que tuvo su correlato en las calles colmadas de la ciudad balnearia donde se desarrolló la “Cumbre de los pueblos”. Allí, frente a una multitud enardecida, el comandante venezolano arengó: “cada uno de ustedes trajo una pala de enterrador porque aquí, en Mar del Plata, está la tumba del ALCA".
Vendrían entonces años aciagos para Estados Unidos en su histórico “patio trasero”. Los países privilegiaron en muchos casos las relaciones comerciales dentro de las organizaciones regionales como el MERCOSUR, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Con estos acuerdos, los países latinoamericanos encontraron un escudo común para pelear en grupo por otro tipo de acuerdos, más beneficiosos que los promovidos por las históricas potencias económicas. Los respaldaba el elevado precio de las materias primas y la irrupción China en el mercado mundial, cuya importancia para Latinoamérica puede medirse con un dato: en los últimos 15 años el comercio entre el país asiático y sus pares latinoamericanos se multiplicó 22 veces según precisa la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en su último informe de Perspectivas Económicas para la región.
Todo tiene un final
El 19 de junio de 2014 el barril de petróleo Brent cotizaba a 115 dólares. Desde entonces el precio acumuló una caída del 73% hasta los 31 dólares del pasado mes de febrero. Este desplome afectó a todos los países productores de petróleo y, en especial, a los más dependientes. Venezuela, donde el crudo representa el 96% de sus ingresos por exportaciones y financia cerca de la mitad del presupuesto nacional, es quizás el caso más claro. El FMI calcula que el año pasado su PIB se redujo un 10% y augura para 2016 otra caída del 8% y una inflación del 700%.
Venezuela además atraviesa uno de los peores momentos de su vínculo comercial con EEUU, una relación que se mantuvo vigorosa a pesar del enfrentamiento político entre sus líderes. Para la República Bolivariana, EEUU sigue siendo su principal socio comercial, mientras que para el gigante del norte, Venezuela es el tercer socio en la región detrás de México y Brasil. En 2015, sin embargo, el comercio total acumulado entre ambos países fue de 23.880 millones de dólares, lo que representa una contracción del 42,25% respecto del total acumulado entre las dos naciones en 2014 (41.356 millones), destacó Cámara Venezolano Americana de Comercio e Industria (VenAmCham). La balanza comercial neta, por otra parte, finalizó 2015 en 7.246 millones de dólares, un desplome del 62,02% respecto del año anterior. Dicho hundimiento fue el peor registro en los últimos 20 años de intercambio entre las dos naciones.
No queremos tener relaciones platónicas (con Estados Unidos). Queremos tener relaciones carnales y abyectas
El cuadro ya se había complicado a principios de 2013 a raíz del enorme vacío que generó la muerte de Hugo Chávez, lider de la denominada Revolución Bolivariana en el país y principal impulsor y financiador del renacer latinoamericano de la última década. Su ausencia no solo incrementó la inestabilidad política dentro de las fronteras, sino que congeló los procesos de unidad en el subcontinente.
Uno de los países más afectados por esta situación fue Cuba, la pequeña isla cuya economía sufre desde hace 57 años el acoso del embargo estadounidense. La URSS había sido su principal aliado hasta su implosión en 1989 y luego quedó en una situación delicada que tuvo que ser enfrentada con grandes ajustes y creatividad económica hasta la llegada del Chavismo.
En 2010, por ejemplo, “la relación económica de Cuba con Venezuela ascendió a 12 900 millones de dólares (42% de lo cual fue en compra de servicios profesionales) o 21% del PIB de Cuba”, estima el economista cubano residente en Pittsburg (EEUU) Carmelo Mesa Lago. A inicios de 2014, el comercio de bienes con Venezuela representaba el 40% del intercambio total de la isla, muy por encima del segundo lugar ocupado por China con 12,5%, añade el doctor en ciencias económicas por la Universidad de La Habana, Alejandro Pável Vidal, quien aclara que en ese porcentaje “pesa mucho la importación de petróleo venezolano, que se paga el 50% dentro de los primeros 90 días y el restante 50% se acumula en una deuda a 25 años con un tipo de interés del 1%”.
Con esos datos alcanza para entender por qué Cuba necesitaba establecer nuevas relaciones con Estados Unidos que le permitan, fundamentalmente, poner fin a un embargo condenado desde hace años por casi todos los países que integran la ONU (solo se opusieron Israel y el propio EEUU en la última votación realizada en la Asamblea General en 2015). Ostensiblemente fuera de lugar en la comunidad internacional y con poco costo político en su último año de gobierno, Obama aprovechó la ocasión para anotarse una nueva medalla.
¿Nuevas relaciones carnales con Argentina?
Corría el año 1991 cuando el entonces canciller argentino, Guido Di Tella, se dirigió a los periodistas que le aguardaban al final de un encuentro con las máximas autoridades del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Washington. “No queremos tener relaciones platónicas (con Estados Unidos). Queremos tener relaciones carnales y abyectas”. Sus palabras buscaban enfatizar que el gobierno del presidente Carlos Menem quería cambiar el vínculo “frío” que según su criterio había entre las partes durante la gestión del anterior mandatario, Raúl Alfonsín, por otra más “comprometida” con las políticas estadounidenses.
Argentina está retomando su papel de líder en la región y el mundo. Estoy sumamente impresionado
Atento a las críticas que todavía recibe el gobierno de Menem y al recuerdo latente de las palabras de Di Tella, Macri recibió a su par estadounidense con un discurso en el que destacó que “este es el comienzo de una etapa de relaciones maduras, inteligentes y constructivas”. Buscaba así diferenciarse del período de Cristina Fernández de Kirchner, cuyas políticas hacia el gigante del norte el propio Obama había descripto como “antinorteamericanas” en una reciente entrevista en CNN. Para Macri, finalmente, la visita del presidente de EEUU representó "un gesto de afecto, de amistad" en momentos en que "Argentina emprende un nuevo horizonte, un cambio".
Ese cambio, precisamente en el país de donde surgió la tumba del ALCA, es el que Obama pretende que se extienda por toda la región. Así lo explicitó en su última conferencia de prensa en la nación sudamericana. "Argentina está retomando su papel de líder en la región y el mundo", elogió antes de destacar que estaba “sumamente impresionado” por la labor de Macri en sus primeros cien días.
Si bien Obama no mencionó ninguna medida concreta, el presidente de la Cámara de Comercio de EEUU en Argentina (Amcham), Juan Vaquer, se tomó el atrevimiento de señalar vagamente algunas de las favoritas a sus ojos. En el marco de un discurso en el que anunció inversiones por 2.300 millones de dólares de empresas estadounidenses en el país (GM, Dow, AES, Tabacal, Ford Motors y Genneia) para los próximos 18 meses dijo que “el rebalanceo de las variables, la mayor previsibilidad y las nuevas reglas permitirán realizar también nuevas inversiones productivas por 13.800 millones de dólares de otras empresas del sector".
Arriba, abajo, al centro y adentro
Para marcar el inicio de este nuevo momento regional Obama pasó por dos de los países que hasta hace poco más lo confrontaron abiertamente. Empezó por el que estaba más cerca en el hemisferio norte y luego bajó hasta el más austral. Allí aprovechó para dar su apoyo al nuevo gobernante que promueve el libremercado y que históricamente se opuso a las alianzas políticas regionales abogando discursivamente por acuerdos económicos de libre comercio. Sabía, por supuesto, de sus vínculos con la mayoría de los partidos que hacen oposición a los presidentes sudamericanos que lideraron los movimientos populares en la región en la última década.
La impronta de la visita quedó confirmada cuando Obama contó a la prensa que había acordado con Macri “identificar todas las áreas donde hay barreras que han impedido el progreso de nuestra relación comercial" para después "elaborar un acuerdo de libre comercio". En los hechos, ambos países firmaron apenas un Acuerdo Marco sobre Comercio e Inversiones (TIFA) que podría ser el principio de algo más. La esperanza estadounidense parece ser que de la misma tierra donde se sepultó el ALCA renazca otra alianza semejante que devuelva a EEUU su rol de liderazgo político y económico, y le ponga freno al avance chino.