Una primavera más, llega el momento de cambiar los relojes y, aunque suponga dormir una hora menos en la madrugada del domingo, significa que el horario de verano ya está aquí, con sus tardes largas y amaneceres tardíos. A pesar de los trastornos físicos que supone el cambio de hora, los españoles están más cómodos con este horario y la respuesta tiene su vertiente económica: las tardes largas. Salir del trabajo y todavía tener unas horas de sol es sinónimo de cervezas, terraza y compras.
No es difícil imaginar que los grandes ganadores del horario de verano son las empresas de consumo minorista: tiendas, cafeterías, bares…, más todavía si se complementa con la llegada del buen tiempo. Sin embargo, que existan ganadores no significa que los cambios horarios sean positivos para el conjunto de la economía. De hecho, el consumo genera crecimiento económico de corto plazo, pero lo que importa aquí es la inversión.
De Franklin a Rajoy
Las crónicas históricas dan la paternidad de la idea del cambio horario en verano para aprovechar las horas de Sol a Benjamin Franklin, hacia finales el siglo XVIII. Sin embargo, tardaría un siglo y medio más en aprobarse por primera vez: fue en Alemania en 1916, en el marco de la Primera Guerra Mundial. El objetivo era el mismo que hoy: aprovechar las horas de luz para ahorrar en energía, principalmente carbón en aquellos años.
En España se instauró por primera vez en 1974 y, al tener un horario adelantado respecto al meridiano que le corresponde a España, el de Greenwich, hace que los días se alarguen mucho en verano. Sin embargo, el objetivo del ahorro de energía no está tan claro, entre otras cosas, porque el mundo ha cambiado mucho desde la Primera Guerra Mundial y los patrones de consumo son muy diferentes.
El Instituto para la Diversificación y el Ahorro de Energía (IDAE) asegura, desde hace unos años, que el ahorro está estable en 300 millones de euros anuales. Una cifra que supone un ahorro al año para cada español de poco más de 6 euros. ¿Qué ahorro son 6 euros al año?
Los patrones de consumo
Pero hay otros estudios que contradicen el del IDAE español. Este de la prestigiosa Oficina Nacional de Estudios Económicos estadounidense (NBER) elaborado en Indiana asegura que no hay ahorro ninguno, al contrario, que la demanda residencial de electricidad aumenta por este motivo aproximadamente un 1%. El motivo es que al alargar la jornada, se utiliza más energía para la climatización. Por este motivo, el ahorro de energía para la iluminación se contrarresta con el gasto en aire acondicionado y calefacción. Es este cambio en el patrón de consumo de la electricidad lo que hace que el cambio de horario ya no suponga un ahorro claro.
Este estudio elaborado por el Departamento de Energía de Estados Unidos también sienta ciertas dudas sobre la lógica económica del cambio de horario. Según sus cálculos, el ahorro está entre el 0,5% y el 0,03%, esto es, prácticamente nada.
Un estudio elaborado en 2014 por la Comisión Europea defiende el cambio horario en el sentido de que la mayor parte de países de la Unión Europea tienen siempre los relojes sincronizados. Esto es, que el mayor beneficio no es el horario de verano en sí mismo, sino el hecho de que los países comparten el horario. “La evidencia sugiere que salirse del horario armonizado no será positivo para el mercado interno”, explica el informe. La lógica económica que subyace aquí es la del horario armonizado, no la del beneficio del horario de verano.