Abercrombie & Fitch no hace crecer su negocio en España, todo lo contrario. La multinacional estadounidense ve cómo sus ingresos y su beneficio se reducen de forma acelerada en el mercado español. En el ejercicio 2015 (que cerró el 31 de enero de ese año), su resultado se desplomó más de un 80%. La filial sólo ganó 194.000 euros. Una cifra que queda lejos de los 1,06 millones de euros que logró un año antes, según desvelan las últimas cuentas que ha remitido al Registro Mercantil.
La compañía aún es novata en España. Abrió su primer local hace menos de seis años. Lo hizo en un momento complicado, en pleno frenazo del gasto y de la actividad comercial como consecuencia de la crisis económica. No dio su primer movimiento en España con su principal marca sino con Hollister, enfocada a un público más joven que su ‘hermana mayor’.
Un año después, desembarcó con su buque insignia, bajo la enseña Abercrombie que da nombre al grupo. Abrió en un palacete con un alquiler millonario (1,32 millones de euros al año) en la Plaza del Marqués de Salamanca de Madrid. Se situó, así, en un extremo de la considerada ‘milla de oro’ de la capital, la calle Ortega y Gasset, donde están todas las firmas de lujo (Valentino, Chanel, Hermès, Tiffany’s…). Se trata de inmueble construido en el siglo XIX, conocido como Palacete Villota, ideado por el arquitecto Joaquín Saldaña y que antes fue sede de la empresa andaluza Aguas de Sevilla.
Hoy, el grupo tiene una docena de locales en territorio español. Casi la totalidad, once, corresponde a Hollister. Opta por ubicar esta marca en centros comerciales y no en tiendas a pie de calle, como Abercrombie. Esos 12 locales facturaron 40,7 millones de euros en 2015, seis millones de euros menos que el año anterior.
Uno de los aspectos más significativos de la evolución de Abercrombie & Fitch en España es el severo recorte en el número de empleados. En un año, ha reducido su plantilla media de 1.234 a 969 personas. Una medida que no explica en la memoria y que se ve reflejada en una reducción de sus costes de personal, que caen desde los 11,4 hasta los 8,8 millones de euros. Sí reconoce el cierre de una tienda, en enero de 2015: la del centro comercial Marineda City, en La Coruña.
La filial española no depende directamente de Estados Unidos, sino de Suiza. Allí está la sede de Abercrombie & Fitch Europe, que pilota los negocios europeos del grupo. Uno de sus principales gastos es el alquiler que paga por sus tiendas. Al cierre del ejercicio, tenía comprometidos arrendamientos en España por valor de más de 24,7 millones de euros.
En cuanto a sus pagos a Hacienda, durante el pasado ejercicio asumió un impuesto sobre beneficio de casi 160.000 euros. Un año antes, pagó al fisco casi 0,8 millones. Mantiene, además, abiertos a posible inspección fiscal impuestos de los cinco últimos años.
Estudia mudarse al centro
El negocio de Abercrombie no despega y la multinacional ya se ha planteado dar un volantazo a su estrategia y a su ubicación. Una de las opciones que baraja es mudarse al centro, al corazón de Madrid capital. Analiza su desembarco en el Complejo Canalejas. El megaproyecto, que corre a cargo del grupo Villar Mir, ocupará las antiguas sedes madrileñas de los bancos Central Hispano, Banesto y Zaragozano, en la confluencia entre las calles Alcalá, la Carrera de San Jerónimo y la propia plaza de Canalejas.
Cuando se abran sus puertas, previsiblemente a finales del próximo año, contará con el primer hotel Four Seasons de la capital, viviendas de lujo y un espacio comercial de cerca de 16.000 metros cuadrados. Allí es donde estudia irse Abercrombie, para aprovechar el tirón del turismo y del foco comercial que han supuesto tiendas como la de Apple, en plena Puerta del Sol, o la de Primark, en Gran Vía.
Cambio de estrategia global
Pero lo que le ocurre en España no es un caso aislado. La multinacional también ve cómo su negocio global se ha ido recortando a lo largo de los últimos años. Su resultado neto se ha reducido a menos de la mitad en sólo dos años. Pasó de ganar 235 millones de dólares en el ejercicio 2013 a 96 millones en 2015. También sus ventas han ido a la baja. Selló su mejor momento en 2013, cuando facturaba 4.510 millones de dólares. El año pasado vio cómo esa cifra se reducía hasta los 3.744 millones.
El descenso puede atribuirse a los cambios en el consumo de moda en la postcrisis, donde firmas de bajo coste, como Primark, están ganando terreno. Pero, en el caso de la multinacional norteamericana, también hay un negocio marcado por la polémica y las declaraciones de quien fue su máximo directivo. “Nuestra ropa no es para todo el mundo, ni puede serlo. ¿Somos excluyentes? Por supuesto”, aseguró su ex consejero delegado Mike Jeffries, en una entrevista que le costó el puesto, en diciembre de 2014.
Desde entonces, la compañía ha cambiado de director creativo y trata de dejar atrás la polémica de sus modelos-dependientes. Aaron Levine, ahora al frente del diseño, apuesta por dar menos importancia al 'logo' de la firma, que desaparece de algunas colecciones de prendas. Persigue así un cliente diferente pero mantiene los precios por encima de otros rivales. Quiere revitalizar la enseña, acercándola a la línea que han marcado otras firmas estadounidenses como GAP que, precisamente, acaba de aterrizar en España con sus primeros espacios comerciales dentro de El Corte Inglés. El tiempo dirá si los cambios son suficientes para que Abercrombie & Fitch remonte el vuelo.