Competir en el mercado textil de masas no es terreno seguro para el éxito. Más aún cuando hay grandes gigantes europeos como Inditex con capacidad de pisar el acelerador. En los últimos meses, algunos de los nombres enfocados al cliente joven (y adolescente) han tenido que tirar de la protección del concurso de acreedores para intentar salir a flote. American Apparel y Quiksilver son dos de ellos, pero la lista sigue.
El último en sumarse a este grupo de empresas en reestructuración es Aéropostale, una cadena en la línea de Abercrombie & Fitch pero más ‘low cost’. Esta semana, la cadena se ha acogido a la protección de la ley de quiebras de Estados Unidos, el Chapter 11, similar al preconcurso de acreedores en España. Tiene que redefinir su tamaño, llegar a un acuerdo con proveedores y pensar cómo volver a crecer. Para conseguirlo tiene de plazo seis meses.
Su caso es especialmente complicado porque, asegura, tiene el enemigo en casa. La compañía ha solicitado al juez que lleva su bancarrota (es el que tiene que supervisar los pasos que dé hasta lograr salvarse) que investigue a Sycamore Partners, uno de las firmas que le han facilitado financiación en los últimos meses, por estar detrás de su quiebra.
El enemigo está en casa
El consejero delegado de Aéropostale, Julian Geiger, asegura en los documentos que ha remitido al juez que, en 2013, mantuvo una conversación con el director de Sycamore, Stefan Kaluzny, en la que reconocía que Aéropostale no tenía “nada que hacer, sólo observar”. Su suerte estaba echada, según recoge la agencia Bloomberg. “Su plan era dejar deteriorar la compañía para poder adquirirla cuando estuviera en bancarrota”. El fondo de inversión lo niega.
Sycamore Partners no es sólo una firma de capital riesgo que salió al rescate financiero de Aéropostale hace meses, también es dueño de uno de sus principales proveedores, MGF Sourcing. Según Geiger, ha provocado un roto en sus cuentas. Los precios de este proveedor son más altos que los de otros competidores, lo que le ha supuesto 25 millones de euros de sobrecostes.
El doble juego de Sycamore, que en el pasado fue accionista de Aéropostale, pasa por ser, además, uno de sus actuales acreedores, ya que ha prestado a la empresa textil más de 150 millones de dólares (alrededor de 131 millones de euros al cambio actual).
Renacer siendo más pequeña
Aéropostale nació a principios de la década de 1980. Con sede en Nueva York y presencia, sobre todo, en centros comerciales. En los últimos años, su negocio ha ido decreciendo. La competencia de nuevos rivales, la necesidad de una mejor gestión de la red de logística y de producción, además de la competencia de la venta online han conllevado una cadena de números rojos. Lleva más de dos años en pérdidas. Sólo en el ejercicio 2015, perdió 119 millones de dólares. Y sus ingresos no han dejado de caer desde 2011. Entonces, alcanzó su volumen de facturación más alto, 2.400 millones de dólares. El pasado año, su facturación fue de 1.838 millones, un 12% menos que en el ejercicio anterior.
Ahora sus planes pasan por ajustarse el cinturón. Cerrará cerca de 155 de sus más de 800 tiendas y prevé un recorte de empleo. A finales de año, su plantilla superaba las 14.500 personas. No es algo nuevo para la cadena. En los últimos tres ejercicios ya ha cerrado más de 250 locales. Acumula una deuda de 390 millones de dólares pero cree que, con su capacidad de elevar ingresos y reducir costes, es capaz de salir adelante.
Los antecedentes
Su caso no es el único. En los últimos meses, otros dos grandes del ‘retail’ en Estados Unidos, American Apparel y el negocio norteamericano de la firma de surf Quicksilver, han caído en el ‘Chapter 11’. Otros, como Abercrombie & Fitch o el gigante GAP tratan de reajustar sus modelos de negocio para no perder terreno.
Uno de sus problemas es la creciente competencia de marcas foráneas. Uniqlo o Inditex, por ejemplo. El grupo español alcanza las 71 tiendas en el mercado estadounidense, casi todas de Zara, 68 locales. El resto son Massimo Dutti. También Primark busca crecer en ese mercado. Abrió su primer local de moda ‘low cost’ en Estados Unidos el pasado septiembre, en Boston.
El caso de American Apparel destacó, sobre todo, por cambiar a toda la cúpula de su equipo gestor. Su fundador, Dov Charney, tuvo que abandonar la empresa por la presión de los acreedores. No querían devolverle la gestión una vez superado la quiebra. Salió de ella en febrero. Charney quiere volver a la carga y planea crear una nueva compañía, en el mismo segmento comercial que su exempresa, marcada por la polémica de sus campañas publicitarias.