En el mundo al revés en que vive la economía de 2016, los bajos tipos de interés se perciben como negativos para la marcha económica, el prestamista casi paga al endeudado y al ahorrador se le cobra por depositar su dinero en una entidad bancaria. En esta anómala ‘nueva normalidad’, la subida del petróleo se percibe como benigna, como también una de sus consecuencias para la economía española: la inflación en los precios de consumo. No hace tanto tiempo era al contrario.

El mercado del crudo está confirmando su cambio de rumbo este año tras una de las mayores crisis en décadas. Si bien existe el precedente de 2008, tras el ‘crash’ de las subprime, cuando el crudo perdió más de dos tercios de su precio en cuestión de meses, lo sucedido entre 2014 y 2015 -con una caída acumulada superior- no tiene parangón. Los precios los barriles Brent (Mar del Norte) y West Texas (el crudo de EEUU) pasaron de cotizar en niveles de más de 100 dólares a menos de 30 dólares en un lapso de 18 meses, periodo en el que se acumuló un desplome histórico del 75%.

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El impacto de este movimiento ha sumergido durante meses a los países importadores, entre ellos España, en el territorio de la inflación negativa: los IPCs generales bajaban mes tras mes, pero los indicadores subyacentes -que excluyen energía y alimentos frescos- se movían al alza. Desde finales de este verano, ambos indicadores vuelven a caminar juntos al alza después de la amplia recuperación de los precios del crudo.

El petróleo Brent con entrega en un mes cerró septiembre por encima de los 48 dólares y ha alcanzado los máximos anuales (52,5 dólares) esta semana, con lo que pone fin a 27 meses de descensos interanuales continuados. La comparativa con respecto a 2015 arroja, por el momento, un repunte del 6% en los precios del ‘oro negro’, su mayor ascenso año contra año desde junio de 2014.

Su incidencia también se notará en sus derivados refinados, es decir, en las gasolinas y carburantes que consumen los hogares españoles. Según datos de Bloomberg, el precio de la gasolina 95 en España hasta octubre (1.159 euros por 1.000 litros) ya supera al de 2015 (1.151 euros). Sube más del 10% desde los mínimos de febrero de este año, mientras que el crudo casi se ha duplicado (95%) en el mismo periodo. Eso sí, la misma divergencia ocurría con las bajadas.

Precios de la gasolina.



El motor del IPC

Para España esto puede suponer el mayor despertar de la inflación desde 2011 cuando los precios crecían en torno al 2% en tasa interanual, nivel objetivo del Banco Central Europeo (BCE) a la hora de establecer sus políticas monetarias. “A pesar de la alta volatilidad, los precios del crudo se han mantenido prácticamente estables respecto al trimestre anterior y la producción se ha equilibrado. La reciente acción de la OPEP debe poner algún tipo de suelo sobre los precios del petróleo, y los precios brillan en el comienzo del cuarto trimestre”, constatan en un informe los analistas de Citigroup.

La inflación emerge hasta el 0,3% en septiembre, su nivel más alto desde abril de 2014

La traducción inmediata a la economía real se traslada al Índice de Precios de Consumo (IPC). Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el barómetro de los precios de la cesta de la compra de los españoles se elevó un 0,3% en septiembre, su primer resultado de signo positivo desde diciembre de 2015. Y en octubre, las previsiones son todavía más alcistas porque será el mes que mejor recogerá el impacto del alza del crudo.

Eso sí, el futuro del IPC dependerá de los movimientos del oficioso ‘banco central’ petrolero. El cártel de la OPEP, que agrupa a productores como Arabia Saudí, Venezuela, Irán o Kuwait, se reúne la próxima semana (martes y miércoles) en un encuentro informal en Estámbul (Turquía) con países no miembros como Rusia con el objetivo de establecer unos compromisos de producción.

Se trata de poner fin a la guerra de productores de petróleo se ha desarrollado desde 2014 entre potencias como Arabia Saudí, EEUU, Rusia y, más recientemente, Irán, que prácticamente ha expulsado del mercado a los exportadores menos eficientes como Venezuela, Brasil o una gran parte de la industria del ‘fracking’ en EEUU, incapaces de competir en precios con sus rivales de Oriente Medio.

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