"Bien está lo que bien acaba", ha proclamado aliviado el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, tras firmar este domingo, junto con el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, el acuerdo de libre comercio entre la UE y Canadá (CETA, por sus siglas en inglés). El tratado, que ha tardado siete años en negociarse, estuvo a punto de naufragar en los últimos días por el veto -en el tiempo de descuento- de la región belga de Valonia, que representa apenas el 0,7% de la población comunitaria. Y su supervivencia aún no está garantizada, ya que debe ser ratificado un total de 38 parlamentos nacionales y regionales.
De momento, entrará en vigor de forma provisional probablemente a principios de 2017, una vez que lo haya aprobado la Eurocámara. Pero su cláusula más polémica, la creación de tribunales de arbitraje, por encima de las jurisdicciones nacionales, para dirimir conflictos entre empresas y Gobiernos, no se aplicará hasta su ratificación completa.
El CETA -un voluminoso tratado de 1.598 páginas- suprime el 99% de los aranceles entre la UE y Canadá, lo que supondrá un ahorro para los exportadores europeos de hasta 500 millones de euros anuales, según los cálculos de Bruselas. El acuerdo permitirá aumentar un 20% los intercambios comerciales entre los dos bloques, con un impacto positivo para la UE cifrado en 12.000 millones de euros anuales.
A favor y en contra
Los dirigentes comunitarios afirman que los beneficios del tratado llegarán a todos los ciudadanos en forma de más crecimiento económico y empleo y que el CETA acabará convirtiéndose en un estándar para regular el mundo globalizado. Por su parte, los críticos denuncian que pone en riesgo los estándares sociales y medioambientales y beneficia únicamente a las multinacionales gracias a los tribunales de arbitraje, que según sostienen limitarán el derecho a legislar de los Gobiernos.
Estos argumentos contra el CETA fueron esgrimidos también por la región francófona de Bélgica, cuyo veto obligó a aplazar la cumbre entre la UE y Canadá, que estaba prevista para el pasado 27 de octubre. Finalmente los valones capitularon el jueves y la reunión con Trudeau se había reprogramado para este domingo. En el último minuto, la cumbre ha estado a punto de frustrarse de nuevo, ya que el avión que traía a Trudeau a Bruselas tuvo que regresar a Ottawa poco después de despegar por problemas técnicos. "Hemos tenido que superar varios obstáculos, incluido uno técnico con tu avión, para lograr celebrar esta cumbre", le ha dicho Tusk al primer ministro canadiense.
"Las cosas difíciles son difíciles, pero al final lo hemos logrado y eso es lo importante", ha resaltado Trudeau. El primer ministro canadiense, que había lamentado la incapacidad de la UE de concluir acuerdos, no ha querido hacer sangre este domingo y ha evitado cualquier crítica a sus socios comunitarios. A su juicio, es importante escuchar las inquietudes de los ciudadanos y tratar de darles respuesta y eso es lo que ha ocurrido con el debate en Valonia. Pero no se ha privado de alguna ironía: "No me pidan que explique la complejidad de la relación entre los valones y el Gobierno federal belga. Hemos aprendido un poco cómo funciona la UE", ha dicho.
"Hay gente en todos los sistemas políticos, muy a la izquierda o muy a la derecha, que está preocupados por los acuerdos comerciales y por la globalización y quieren bloquearlo todo. Pero sabemos que necesitamos el crecimiento para ayudar a nuestros ciudadanos a construir el futuro", ha dicho Trudeau, que en varios puntos de su comparecencia ha resaltado que el CETA beneficia sobre todo a la "clase media".
"El acuerdo que acabamos de firmar con nuestros amigos canadienses es el mejor y más avanzado que ha negociado nunca la UE y fija el nivel de ambición para nuestros otros acuerdos comerciales", ha alegado el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker.
Tusk, combativo
Alrededor de un centenar de activistas se han manifestado de nuevo contra el CETA frente a la sede del Consejo de la UE horas antes del inicio de la cumbre con Canadá. Dieciséis de ellos han sido detenidos por saltarse el perímetro de seguridad y rociar con pintura roja el edificio en el que se celebraba la reunión.
Frente a los mensajes conciliadores de Trudeau y Juncker hacia los opositores del pacto con Canadá, el presidente del Consejo Europeo ha optado por un tono combativo y les ha acusado de ignorar los datos que demuestran que el libre comercio beneficia al crecimiento y al empleo. "La batalla por el CETA ha mostrado lo importantes que son las impresiones y las emociones en el mundo moderno. Ha mostrado que los hechos y las cifras no resisten por sí mismos. Que la realidad post-factual y la política post-verdad plantean un gran desafío a ambos lados del Atlántico", ha dicho.
La firma del CETA, asegura Tusk, va mucho más allá de una simple decisión de política comercial. "Demuestra que la desintegración de la comunidad occidental no tiene por qué convertirse en una tendencia duradera. Que todavía tenemos bastante fuerza y determinación, al menos algunos de nosotros, para contrarrestar el fatalismo de la decadencia de nuestro mundo político", ha señalado el presidente del Consejo Europeo.
¿Qué pasa ahora con el TTIP y el brexit?
Para la comisaria de Comercio, la liberal sueca Cecilia Malmström, la firma del CETA, aunque sea fuera de plazo, significa que "se ha restablecido la credibilidad de la UE". Pero si ha costado tanto cerrar un tratado con Canadá, que según admiten los propios dirigentes comunitarios es el país más europeo fuera de la UE, ¿qué ocurrirá ahora con negociaciones mucho más polémicas, en particular la del acuerdo de libre comercio con Estados Unidos (TTIP)?.
Malmström ha querido dejar claro que de momento las conversaciones del TTIP están en punto muerto a la espera de los comicios norteamericanas del 8 de noviembre. "No es realista concluir el TTIP ahora porque hay elecciones. Hemos realizado muchos progresos, pero tenemos que esperar a que haya una nueva administración", ha dicho.
Aunque los dirigentes comunitarios no quieren admitirlo, las largas y tortuosas negociaciones con Canadá también sientan un precedente inquietante para el brexit. El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, ha dicho que el CETA será el modelo del acuerdo que Reino Unido debe firmar con Bruselas cuando salga de la UE. Yeso hace prever que las discusiones durarán mucho más que el plazo de dos años que marca el Tratado para la salida.