Contratos precarios, sujetos a temporalidad y con pocas garantías de continuidad. Es el denominador común de los empleos que consiguen hoy los jóvenes en España. Ni los más cualificados se libran. 2,4 millones de jóvenes se encuentran ocupados en nuestro país, un 52% menos que hace diez años. Sin embargo, la cifra en la que se centran las miradas es la de 1,2 millones de jóvenes que están dispuestos a trabajar pero no encuentran empleo, una cifra que se ha disparado un 62% desde 2006.
¿La "fuga de cerebros" está justificada? ¿Es real? Si nos comparamos con los países de nuestro entorno, el panorama es, ciertamente, desolador. Según los datos de Eurostat de 2015, la tasa de de paro en España era del 36,7%; en la Unión Europea, del 16%. En una situación como la que viven los jóvenes, son muchos los que tratan de dar con la fórmula que consiga que el talento no se pierda y que el desempleo juvenil disminuya.
Es el caso del Observatorio Empresarial Contra la Pobreza, que ha presentado un informe sobre qué pueden hacer las empresas para aportar soluciones a esta situación. Entre sus recetas, ampliar el número de contratos en prácticas y aprendizaje, alcanzar acuerdos con centros de formación y crear sus propias titulaciones. Pero, ¿es esta la solución?
Los contratos en prácticas, ¿solución?
Para este Observatorio, las empresas tienen tres ámbitos en los que actuar para poner su grano de arena y fomentar el empleo juvenil: desde su actividad principal (a través de contratos), desde la acción social (junto con asociaciones del tercer sector) y desde la capacidad de influencia (movilizando a otros empresarios, compartiendo buenas prácticas...).
Podría resultar lógico, apunta el informe, que las empresas se plantearan una intervención en el desempleo juvenil generando oportunidades de empleo para este colectivo; sin embargo, "no es tan frecuente que suceda". El Observatorio detalla algunas líneas que, desde su actividad principal, podrían seguir. En este sentido, aboga, entre otras cosas, por la mayor participación en los procesos de formación de los jóvenes, para que no existan "desajustes" entre la teoría y la práctica; crear centros de formación propia para formar a los jóvenes en programas diseñados pensando en las necesidades de la empresa; y fomentar los contratos de formación o contratos en prácticas.
Este último punto en concreto no está exento de polémica, ya que en muchas ocasiones "se utilizan estos contratos como forma de obtener mano de obra barata", alerta el Consejo de la Juventud de España (CJE). Los datos, de hecho, señalan que podría estar siendo así. No en vano, el número de becarios que trabajan bajo un convenio entre universidad y empresa ha pasado de 20.000 en 2013 a 70.000 en 2015 (un 350% más), según los datos del Ministerio de Empleo y Seguridad Social. Asimismo, tal y como reconocen los propios redactores del informe, es sencillo volver a dejar al joven fuera del mercado laboral con este tipo de contratos, ya que solo es necesario no renovarlo.
Las empresas "deberían contratar" al menos, dice el CJE, a 1/3 de los trabajadores que se encuentren en calidad de becarios, contratados en prácticas o de formación, cuando las empresas tengan menos de 50 empleados, y a 2/3 cuando sean más de 50.
De este modo, y aunque lo idílico y deseable sería que las empresas optaran por mantener en sus plantillas a esos jóvenes que han formado y ayudado a entrar en el mundo laboral, la realidad es que no está demostrado todavía que sea la fórmula para poder acceder a un empleo de calidad.