De las propiedades que le regaló el Rey de Marruecos en Marrakech y que puso a nombre de Corinna zu Sayn-Wittgenstein, a las presuntas comisiones para que empresas españolas construyeran el Ave del Desierto. Desde las mordidas por el petróleo, al escándalo de KIO. La ‘historia árabe’ del rey emérito ha sido la de 45 años de rumores que en los últimos días, con las revelaciones publicadas por EL ESPAÑOL, han cobrado nueva vida.
Al final, puede que todo se resuma en las palabras de Juan Villalonga en las conversaciones que ha ido desgranando este periódico: “En lo que él se sabe mover es un fuera de serie”. Tanto es así que hoy suenan casi proféticos los nombres de ‘Fortuna’ y ‘Bribón’ que casi cualquier español atribuye a la afición náutica del rey emérito.
A veces, todo empieza con un cuñado. Puede ser ese que en 2017 se forró con el bitcoin e hizo en Navidad que perdieses miles de euros por entrar en lo más alto. O puede ser el cuñado que te da un buen consejo y te convierte en millonario pese a todo o, mejor dicho, a costa de todos.
Rebeca Quintans, en su libro ‘Juan Carlos I: La biografía sin silencios’, explica que el exmonarca heleno Constantino II, hermano de la Reina Sofía, fue el cuñado que enseñó al futuro rey español el camino a seguir. Constantino tenía una buena amistad con el rey Hussein de Jordania, que en 1977 se llevó a toda la familia real griega de visita a Disneylandia. Además, tenía especial amistad con el Sha de Persia.
Juan Carlos seguiría un camino similar, pero no idéntico. Todo empezó con el príncipe Fahd bin Abdelaziz al-Saud de Arabia Saudí, que concedió un préstamo a interés cero al borbón de 100 millones de euros para la “consolidación de la monarquía española” -no hay constancia de su devolución- y que le regaló el segundo yate Fortuna, allá por 1979.
Todo el petróleo del mundo
Según Quintans, la relación comenzó cuando Antonio Barrera de Irimo, ministro de Economía durante el franquismo, pidió a Juan Carlos mediar con el príncipe en plena crisis del petróleo de 1973. "Decid a mi hermano, el príncipe Don Juan Carlos, que le enviaremos todo el petróleo que España necesite", respondió el saudí.
Quintans asegura que "a cambio de estos servicios de mediación el príncipe cobró una comisión y a todo el mundo le pareció muy normal". Según ella, Juan Carlos habría explicado en ocasiones que su habilidad para tratar con los árabes nacía de la comprensión.
A partir de entonces, Juan Carlos “se vio involucrado durante la era del felipismo en varios negocios dudosos, aunque siempre eran sus 'amigos' los que figuraban oficialmente en los papeles”; sin embargo, su capital personal se consolidó “a través del oro negro: el petróleo”.
Quintans asegura que el gobierno de Suárez adoptó un acuerdo para que un pequeño porcentaje de las transacciones petrolíferas realizadas por España con otras monarquías del mundo se desviara hacia el patrimonio privado de los Borbones. Las transacciones estaban gestionadas por Manuel Prado y Colón de Carvajal, el administrador privado del rey emérito.
Durante la segunda gran crisis del petróleo, en 1979, volvió a ser necesario un acuerdo de suministro. Ahí se comprobó que a veces se cruzaban los intereses del monarca con los de España
Un directivo de Campsa, Roberto Centeno, había logrado resolver el problema de las restricciones gracias a su amistad con el embajador en Kuwait y novelista Fernando Schwartz. Siempre según Quintans, eso no le supuso a Centeno ninguna medalla. Más bien todo lo contrario: recibió un tirón de orejas. El ministro de Hacienda de la época, Francisco Fernández Ordóñez, se le echó encima. Al parecer, Prado y Colón de Carvajal, a través del Rey, ya había conseguido suministros con unas comisiones "del copón con ruedas". La escritora habla de comisiones de entre uno y dos dólares por barril de crudo que pagaban los españoles en la factura de la gasolina.
La tormenta de KIO
¿Recuerdan el caso Torras-KIO? Parte del nombre les sonará, al menos, por las torres inclinadas que adornan el cielo madrileño. KIO era un organismo dependiente de la agencia gubernamental de inversiones del Estado de Kuwait que canalizaba parte de los beneficios derivados del petróleo, actuando a través de varias mercantiles instrumentales. En España lo hacía, concretamente, a través del Grupo Torras, una empresa papelera reconvertida en holding y que estaba administrada por Javier de la Rosa.
Tras la invasión de Kuwait, hubo quien consideró que era el momento de hacer dinero a lo grande y decidió limpiar de millones la caja de la sociedad. Las autoridades kuwaitíes afirmaban que se robaron entre 500 y 1.000 millones de dólares, y que los 5.000 millones invertidos se habían ido por el retrete por la mala gestión. El New York Times lo consideró “el mayor escándalo financiero de Europa desde el colapso del imperio de medios de Robert Maxwell en 1991”.
Javier de la Rosa se pasó la primera década entrando y saliendo de la cárcel por sus condenas en las distintas piezas del caso. Pero siempre ofreció una versión diferente. Quintans lo recoge así: “En España, el Grupo Torras-KIO quería colaborar en los gastos de la guerra para la compra de armamento, contratar mercenarios o lo que fuera preciso. Así que Javier de la Rosa habló con Enrique Sarasola amigo de Felipe González, y con Carlos Solchaga, entonces ministro de Economía, para desbloquear las cuentas de la sociedad kuwaití y operar con sus fondos”.
De la Rosa explicaría después en los juzgados de Londres que buena parte del vaciado de las arcas del Grupo Torras se justificó como el pago de favores políticos, una 'lubricación' para que la aviación estadounidense pudiese usar las bases aéreas españolas de Rota y Torrejón a voluntad. En la Corte de Londres, De la Rosa aseguró que Prado le había pedido los cien millones de dólares para pagar “apoyo político” a Kuwait y justificaba la entrega de 27 millones a Sarasola como un “abono complementario” por la operación de las torres KIO. Según sus tesis, el dinero de Sarasola habría terminado, en parte, en Felipe González, mientras que el de Prado, habría terminado en manos del Borbón.
Concretamente, cien millones de dólares terminaron depositados en dos cuentas de la Sociéte Générale Alsacienne de Banque de Suiza, donde Prado tenía residencia desde 1985.
En otoño de 1995, El País publicó unas cartas con el membrete de la Corona que se habían enviado a KIO y en las que se agradecía a Kuwait el supuesto envío de cantidades millonarias. Se decía que habían sido falsificadas por Javier de la Rosa para coaccionar al rey.
Orfeo negro
El director de EL ESPAÑOL, Pedro J. Ramírez, explicaba en el capítulo Orfeo negro de su libro ‘Amarga victoria’ (Planeta, 2010), cómo se reunió entre finales de 1994 y 1995 con Prado y Colón de Carvajal y el propio De la Rosa. El primero, al parecer, estaba desesperado por insistir en su lealtad para con la Corona y en proclamar la inocencia de ésta. El segundo, recién salido de la cárcel, estaba embarcado en una misión de venganza.
“Lo que este hombre me acababa de contar es que había comprado al Rey, al Presidente del Gobierno, al President de la Generalitat y a casi todos los partidos políticos. Y todo ello ¿para qué? Sólo para poder seguir ganando él más dinero”, escribió Ramírez en su libro. El hecho de que De la Rosa fuese incapaz de aportar las supuestas pruebas que decía tener hizo que el entonces director de El Mundo, le calificase de embustero y le acusase de diseminar “sus insidias de oído en oído con la maldad de Yago y la frivolidad de Falstaff”.
El Ave y un viejo pájaro
Nada cambió. El rey emérito tuvo un papel clave en el llamado Ave del Desierto, un proyecto de 6.300 millones de euros, firmado en 2012 y fundamental para las aspiraciones de las ingenierías españolas. El consorcio para la fase 2 de la llamada línea Haramain (del árabe الحرمين, la apelación clásica a las dos ciudades santas que significa ‘Los Dos Santuarios’) estaba formado por una combinación entre empresas españolas públicas y privadas: Renfe Operadora, Adif, Ineco, OHL, Indra, Talgo, Copasa, Consultrans, Imathia, Cobra, Abengoa, Al Rosan y Dimetronic-Siemens y socios saudíes.
Juan Carlos I no sólo fue clave para la concesión del proyecto, sino también en varios momentos críticos. El Ave, que arrancaba recientemente, tuvo una vida enrevesada, y pasó años ahogado entre impagos, retrasos, ultimátums y acusaciones entre las distintas partes. Según hemos informado en EL ESPAÑOL, al parecer el rey emérito trató de cobrar una comisión millonaria en la licitación, que habría llegado a base de dinero procedente de Arabia Saudí a cuentas bancarias controladas por el abogado suizo Dante Canonica.
Asimismo, varias operaciones relacionadas con Qatar se han ligado a las buenas relaciones del rey emérito con el antiguo emir Hamad Bin Khalifa al Thani. Es el caso de la venta de un 6,16% de Iberdrola en marzo de 2011, valorado en 2.021 millones de euros. Qatar también invirtió en un 5% de la filial brasileña del Banco Santander por 2.000 millones, el 10% de la constructora alemana Hochtief, bajo control de ACS, o el 10,6% del aeropuerto londinense de Heathrow, por el que pagó 560 millones de euros a Ferrovial.
También se ha escrito sobre una posible relación del emérito con la entrada en El Corte Inglés de Hamad Bin Jassim Bin Jaber al Thani, conocido popularmente como HBJ, por la relación muy indirecta existente entre el viejo amigo del rey, Alberto Cortina, y la mercantil Noganoir Capital que cobró 17 millones por ayudar a la entrada del qatarí en el coloso español de la distribución.
Las crónicas también destacan que en mayo de 2014, Corinna zu Sayn-Wittgenstein fue comisionista en un intento de venta de 250 carros de combate Leopard 2E a Arabia Saudí. Este contrato, de hasta 3.000 millones, se perdió cuando Alemania levantó las restricciones de armamento y las alemanas Kraus Maffei y Rheinmetall, dueñas de las patentes, decidieron optar al contrato y dejar fuera a Santa Bárbara Sistemas, filial de General Dynamics.
También relacionada con Arabia Saudí es importante la figura del príncipe Al Waleed Bin Talal, sobrino del rey, nieto del fundador del país y uno de los hombres más ricos del mundo. La típica persona que demanda a la revista Forbes por subestimar su fortuna.
En 2007, la empresa KHC, presidida por Al Waleed, recibió a Corinna en Riad en calidad de “representante de Su Majestad el Rey Juan Carlos de España”. También fue sonada la carta en la que Juan Carlos I felicitaba al príncipe cuando fue archivada una causa por violación presentada por una modelo madrileña en 2008. Asimismo, Al Waleed fue socio de Iñaki Urdangarín a través de la inmobiliaria Mixta África, participada por Aizoon y especializada en la construcción de viviendas de bajo coste en el continente africano.
Casablanca
La última relación divulgada tiene también que ver con el papel de Corinna, quien asegura que el rey de Marruecos, Mohamed VI, le regaló una propiedad a Juan Carlos I en Marrakech y los testaferros del rey emérito lo pusieron a su nombre sin avisarla, según su versión.
El papel de Juan Carlos I en Marruecos se remonta también a más de 40 años atrás, cuando Juan Carlos pactó en secreto con Hassan II, padre del actual monarca, los términos de la Marcha Verde que supuso la anexión del Sáhara a Marruecos, tal y como desvelaban documentos desclasificados recientemente por la CIA.
Mohamed VI ha llamado en más de una ocasión “tío” a Juan Carlos, le llamó tras la abdicación para rendirle homenaje y mantiene con él una excelente relación. Tras la muerte de Hassan II, en 1999, el entonces rey español lloraba su pérdida junto al monarca alauí.
Esta lista no acaba aquí, pero probablemente sí la paciencia del lector. Y éste puede preguntarse: ¿qué intervenciones de Juan Carlos I son reales y cuáles fruto del halo de Rey Midas del mundo árabe que se ganó a pulso durante los últimos 45 años? En 2014, su primer viaje oficial fuera de la Península tras ser operado de la cadera le llevó a Emiratos Árabes, Kuwait, Omán, Bahréin, Arabia Saudí y Qatar. Abdicó en junio de ese mismo año. Durante años, fueron sus destinos predilectos.
Es un terreno pantanoso para una España que ha mirado para otro lado cuando se ha hablado de los derechos humanos en estos países. Un país que ha festejado la llegada a costas españolas de jeques y emires cada verano en el telediario y que ha aplaudido los petrodólares cuando se han utilizado para comprar jugadores y clubes de fútbol.
¿Lo único que está claro? Que el papel que tuvo Juan Carlos I en el fomento de la economía española durante todos estos años, que fue uno de sus méritos objetivos, no fue gratuito y, ni mucho menos, transparente.
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