Medidas sociales y ERTE que puedan salvar de la crisis más inmediata a los hogares españoles. Son los dos pilares a los que el Banco de España fía la mejora del gasto y del consumo en el país, clave para que la recuperación de la economía sea más rápida y potente.
En un informe en el que analiza la evolución de los pagos con tarjeta durante el confinamiento y en las semanas posteriores, el organismo comandado por Pablo Hernández de Cos indica que, desde el lado de la demanda, todas las partidas del gasto privado habrían experimentado caídas muy abultadas en la primera mitad del año.
"Este sería también el caso, en particular, del consumo privado, que descendió un 6,5% en tasa intertrimestral en el primer trimestre y podría, al igual que el PIB, padecer un retroceso significativamente más elevado en el segundo", indica.
El organismo recuerda que las decisiones de gasto de los hogares españoles en bienes y servicios se habrían visto afectadas muy negativamente por un conjunto de factores de distinta naturaleza. Pero en primer lugar aparece la pérdida de empleo y el negativo impacto sobre las rentas de los hogares.
En concreto, aseguran que "la disminución del número de afiliados a la Seguridad Social entre mediados de marzo y finales de junio ha superado el 4% y un volumen muy importante de ocupados (que, con respecto al empleo de mediados de marzo, alcanzó un máximo del 23,7% a finales de abril y que, al cierre de junio, era todavía de un 17%)" se ha visto afectado por esta situación.
Operaciones con tarjeta
El Banco de España constata que a partir de los últimos días de abril, los descensos en el valor de las operaciones realizadas con tarjetas comenzaron a moderarse, después de llegar a caer más de un 60% en las peores semanas del confinamiento, según datos de BBVA Research. La tendencia parece intensificarse en junio, coincidiendo con el proceso de desescalada.
De cara al tercer trimestre del año, el Banco de España espera que, una vez retomadas la mayor parte de las actividades que fueron suspendidas y normalizada la posibilidad de que las personas circulen sin restricciones, la evolución del consumo refleje fundamentalmente el impacto, sin duda severo, que la crisis pueda tener sobre sus determinantes habituales (salvo por lo que respecta al establecimiento de aforos máximos para determinadas actividades).
"En este sentido, constituye un elemento crucial para las perspectivas de este componente de gasto que la proporción de empleos que puedan ser salvados mediante ERTE sea lo más elevada posible", indica en el documento. Por otro lado, insiste en que las medidas de protección de las rentas y de ayuda a los hogares más vulnerables constituirán elementos de soporte del consumo, dada la elevada propensión marginal al gasto de los grupos poblacionales beneficiarios de dichas medidas.
Finalmente, apunta a un último factor que se ha de tener en cuenta es la posibilidad de que, durante los meses de confinamiento, se hayan pospuesto, como suele ocurrir en las crisis, decisiones de consumo. "Esta demanda acumulada no satisfecha, que suele venir asociada a los bienes duraderos, contribuiría a favorecer un eventual rebote del consumo de los hogares a partir del verano", explican.
Una opinión en la que no coinciden algunos economistas y expertos, que consideran que el efecto tenderá, precisamente, hacia todo lo contrario: habrá un repunte del consumo en verano, pero las ventas y el gasto volverán a desplomarse ante la incertidumbre económica que provocará una mayor tendencia hacia el ahorro entre los españoles.