Grandes tendencias tecnológicas, regulatorias, sociales, políticas, demográficas… todas ellas se han visto impregnadas por la sostenibilidad en los últimos años. Pero ese acercamiento inicial a lo ‘verde’ se transforma ahora en casi una obligación para no quedarse atrás en la revolución de la llamada economía de impacto.
Empresas, emprendedores e inversores se preparan para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en un camino que busca la evolución del binomio riesgo-rentabilidad hacia una ecuación riesgo-rentabilidad-impacto.
Lo sabe bien Raúl Mir, fundador y CEO de Ângela Impact Economy, un proyecto que nació hace poco más de un año y que ha sabido ver en esta evolución hacia lo sostenible una oportunidad de negocio con el asesoramiento a empresas y la inversión en proyectos de impacto.
En una entrevista con Invertia, Mir recuerda sus primeras tomas de contacto con este sector desde CaixaBank, donde lideraba junto a Carlos Trenchs el proyecto DayOne, la ventanilla financiera del banco para start-ups.
Ahora, a través de Ângela Impact Economy, buscan contribuir a este desarrollo a través de tres patas de negocio: un vehículo de inversión que invierte en tres fondos de venture capital para buscar proyectos de impacto, el asesoramiento a las empresas para que puedan cumplir las expectativas que ya demandan reguladores, trabajadores y consumidores y, por último, un servicio de medición de ese impacto a través de la tecnología de datos.
Adiós al 'green washing'
El objetivo es conseguir información fiable y comparable, y evitar que el tsunami de la sostenibilidad acabe por hacer desaparecer a aquellas compañías que no sean capaces de subirse a esta nueva ola. “Hablar de sostenibilidad parece una moda, todo el mundo hace malabares para que parezca que su empresa está muy alineada con los objetivos ODS, lo que provoca que muchas veces se caiga en el error del llamado green washing… lo digo pero no lo hago”, explica Raúl Mir.
Es consciente de que muchas empresas han aprovechado el impulso que la crisis ha dado a la economía de impacto para ‘vender’ lo verde cuando, en realidad, no se acercan, ni por asomo, a lo que la tendencia les demandará en un futuro para sobrevivir frente a sus competidores. “Una cosa es en lo que se fijan las empresas y otra lo que necesitan”, insiste.
Y, según explica, saber lo que se necesita no es tampoco suficiente. Hay que actuar para demostrarlo y ser capaces de medir este cambio. Primero, porque los cambios regulatorios que se avecinan así lo exigen. Tal y como recuerda el CEO de Ângela Impact Economy, “los reguladores tienen la determinación de hacer cumplir que las empresas sean más sostenibles y que cuenten con un mejor impacto social”.
Según explica, a partir de este mismo 2021, la normativa obligará a las empresas de más de 250 trabajadores a presentar un estado de información no financiera en el que tendrán que desgranar no solo sus propósitos verdes, sino cómo impacta su actividad en el ámbito social y medioambiental. “Esto es una obligación y, como tal, tiene su lado bueno y su lado malo… el bueno es que hará replantearse los modelos a muchas empresas, y el malo que muchos lo harán solo para cubrir el expediente”.
Negocio 'core'
Es en este punto exacto en el que Ângela Impact Economy está desarrollando su negocio core actualmente. “Ayudamos a los clientes a elaborar el documento, pero damos un paso anterior para identificar los riesgos y ponerles solución”, explica Mir.
Reconoce que “hoy por hoy, el regulador solo te pide la ‘foto’, pero la tendencia indica que en los próximos años va a exigir que se explique también qué estás haciendo para cambiarla”. Y si la empresa en cuestión no avanza en este sentido, habrá mayores requisitos, multas, impuestos, provisiones de capital… un ‘castigo’ real para los que no cumplan.
Tal y como recuerda, los bancos ya prestan dinero con un coste que varía dependiendo de la sostenibilidad del cliente, “porque el regulador europeo exige a las entidades que valoren el riesgo de las empresas en base a si son o no sostenibles… y lo hace porque en los próximos años, si no lo es, esa empresa probablemente desaparecerá”.
Bajo este escenario, considera que las empresas y sus directivos no deben pensar en la economía de impacto como una obligación, sino como una responsabilidad financiera. “Si no soy sostenible, mi financiación me cuesta más, por lo que no estaría siendo un buen gestor”, indica.
Y de nuevo aquí, los bancos desempeñan un papel fundamental. “Hay una determinación firme por parte de la Unión Europea respecto a la Agenda 2030 y la transición energética; se busca sí o sí que el impacto social y medioambiental sea transversal y, si hay un sector sistémico y que llega a prácticamente todo, es el financiero”, explica Mir.
En este sentido, considera que el regulador ha escogido esta industria para que sea catalizadora de la transición hacia la economía de impacto. De hecho, en las últimas semanas no han sido pocas las voces, incluido el Banco de España, que han llamado al sector a mediciones más exactas de riesgos como el cambio climático, llevando esta revisión más allá de la responsabilidad social corporativa.
Aciertos y errores
“Esto es probablemente positivo para la sostenibilidad, pero también puede suponer una dificultad añadida para el sector”, explica Raúl Mir. Y pone algunos ejemplos: “Se puede llegar a un punto en el que todo lo que no sea inversión ESG tenga mayor consumo de capital, o que se limiten los préstamos a empresas a las que no se ha medido los riesgos medioambientales”.
“Como en todo, hay entidades que ven este cambio como una oportunidad para mover más rápido esta transición, pero lo que hay que valorar, y esto lo veremos en el tiempo, será si los bancos están preparados a largo plazo para asumir este rol sin que les cueste algo más que el prestigio”, advierte. Es decir, hay que evitar que el remedio sea peor que la enfermedad.
Los bancos son, además, prioritarios a la hora de trasladar la financiación a proyectos sostenibles. “El tejido empresarial español tiene diferentes velocidades y hay empresas muy avanzadas en sostenibilidad, digitalización y totalmente preparadas para seguir evolucionando y creciendo. Pero hay muchas que no están en circunstancias de poder abordar de una forma definitiva los retos de crecimiento al amparo de estos factores”, advierte Mir.
En este sentido, y con los fondos de recuperación europeos a la vuelta de la esquina, considera que se deben destinar todos los recursos posibles “a un cambio de modelo productivo” que asegure que la mayor parte posible de empresas son capaces de sobrevivir y adaptarse a esta nueva realidad.