Apuntar por elevación. Un síntoma de ambición cuando se trata de ponerse una meta. Pero también una señal de la incapacidad de garantizar un resultado mínimo si no se hace. Como en este caso. Desde que el italiano Mario Draghi se hizo cargo de la presidencia del Banco Central Europeo (BCE) en noviembre de 2011 tuvo claro que la liquidez, además de barata, debía ser abundante en la Eurozona. Y lo enfocó así para perseguir tres objetivos: evitar más problemas en los bancos, reactivar el crecimiento y, como le gusta recordar, cumplir el mandato de preservar la estabilidad de los precios con una inflación por debajo, pero cerca, del 2%, que es lo que dictan los estatutos de la institución. 

Por eso, en cuanto pudo convocó operaciones de financiación bancaria a muy largo plazo (con siglas variadas como LTRO y TLTRO en función de su condicionalidad) para que la liquidez dejara de ser un problema para el sector. Y por eso, también en cuanto pudo, aunque le llevó más tiempo imponer su criterio en el Consejo de Gobierno de la entidad, comenzó a comprar deuda pública y privada en el mercado bajo un Programa de Compras de Activos (APP, por sus siglas en inglés). 

¿Qué pretendía con esta artillería? Disparar toda la liquidez que pudiera, poner más dinero en circulación precisamente para eso, para que circulara, para que fluyera por la economía y revitalizara el crédito, la inversión, el empleo, el consumo y los precios. ¿Pero de cuánto dinero estamos hablando? De una cantidad considerable; de billones de euros. 

A comienzos de agosto de 2007, cuando el BCE tuvo que empezar a reaccionar inyectando liquidez de urgencia para paliar los primeros compases de la crisis, su balance se limitaba a 1,2 billones de euros. En noviembre de 2011, cuando Draghi relevó al francés Jean-Claude Trichet en la presidencia, ya había engordado hasta los 2,3 billones. Con él al frente se ha duplicado. Ahora alcanza los 4,7 billones de euros, una cifra sin precedentes y equivalente al 40% del Producto Interior Bruto (PIB) de la Eurozona -el de la Reserva Federal estadounidense, también inflado durante la crisis, ronda el 20% del PIB-. 

O lo que es lo mismo, por los conductos de la economía circulan más euros que nunca. Pero una cosa es que estén y otra cosa es que lleguen a ese anhelado destino de inversión, empleo, consumo y crecimiento. La realidad es que son muchos se quedan por el camino. Muchísimos. 

CERCA DE 8.000 MILLONES AL AÑO

¿Cuánto? En 2019, el exceso de liquidez, que es como se denomina a todo ese dinero, alcanza una media diaria de 1,86 billones de euros. Sí. 1,86 billones de euros. Cada día. ¿De dónde sale este dato? De las estadísticas diarias de liquidez que obtiene y publica el BCE. Esa suma es el dinero que los bancos llevan de vuelta a la ‘ventanilla’ del BCE todos los días porque no encuentran mejor destino para esos euros. 

Y ojo, que no lo hacen de buen gusto, puesto que llevar ese dinero de vuelta tiene penalización. Un 0,40%, para ser exactos, procedente del hecho de que ahora los tipos de interés de la facilidad de depósito están en el -0,40%. 

"La factura de los tipos negativos crece y crece. Camina ya hacia los 19.000 millones desde 2014. Y eso, en estos tiempos de baja rentabilidad, escuece en el sector. Y mucho"

En los tiempos normales, esos que en el frente monetario quedaron sepultados desde 2008, el interés de la facilidad de depósito está en positivo y esto supone que los bancos cobran un interés, inferior al oficial, por el dinero que les sobra. Ahora pasa lo contrario: como el BCE no quiere que les sobre dinero, sino que lo que pretende es que lo pongan a ‘trabajar’, les penaliza si les sobra. Diariamente, esa ‘multa’ se mueve ahora entre los 20 y los 21 millones de euros, que al cabo de un año son casi 8.000 millones de euros. Desde que estos tipos están en negativo, y lleva siendo así desde mediados de 2014, la ‘factura’ se acerca ya a los 19.000 millones de euros. Para un sector cuya rentabilidad sigue sin despegar, este ‘peaje’ representa una losa cada vez más pesada. 

La cuestión es: ¿por qué sobra entonces tanto dinero? Primero, porque hay mucho. Como no estaba seguro del resultado, el BCE prefirió pasarse antes de quedarse corto -apuntó por elevación- a la hora de suministrar liquidez para que al menos parte de ese dinero se canalizara a la economía real. Y segundo, porque una cosa es que los bancos tengan mucho dinero a su disposición y otra muy distinta que lo puedan conducir a la economía real. Para ello tiene que haber demanda solvente y suficiente. Y no hay tanta demanda de crédito para todo ese dinero en una región en la que algunas economías todavía están digiriendo parte de la mucha deuda privada contraída en el pasado sin que los nuevos flujos de crédito lleguen a las cotas previas a la crisis.

Esta realidad cohabita con otra: los bancos necesitan holgadas posiciones de liquidez para evitar problemas y el BCE se resiste a reducir su balance en un contexto como el actual, marcado por una importante desaceleración del crecimiento en la Eurozona, y a subir los tipos de interés, ni los oficiales, en el 0%, ni los de la facilidad de depósito, en ese -0,40%. Es decir, ni los bancos desean apreturas de liquidez ni el BCE pretende restringir su política monetaria. Como consecuencia, seguirá sobrando todo ese dinero que continuará sometido a esa sanción…

EXPLORANDO NUEVAS VÍAS

…O no. Porque el BCE parece dispuesto a retorcer aún más si cabe su política monetaria para suavizar la penalización que los tipos negativos suponen para la banca. Lo avanzó el propio Draghi a finales de marzo y, sin duda, será uno de los temas protagonistas en la reunión que el Consejo de Gobierno de la entidad celebrará este miércoles

"Este alivio, por inesperado, suena a música celestial para el sector bancario. Sería lo más parecido que podrían encontrarse a una subida de los tipos"

¿Qué tiene previsto hacer la entidad? La opción más directa, la de subir los tipos de depósito, está descartada. Por tanto, le quedan dos vías. La primera, escalonar o segmentar el exceso de liquidez existente para dejar tramos exentos de esa penalización o para establecer un interés distinto por franjas y que no todo el exceso de liquidez cargue con el mismo interés. De ese modo se reduciría la ‘factura’ que la banca abona por el dinero que le sobra. En cuanto a la segunda, consiste en definir el nuevo programa de financiación bancaria que lanzará en septiembre (TLTRO III) de tal modo que los bancos cobren un interés ligado a las tasas de depósito negativas -por ejemplo, ofreciendo esa financiación a un interés inferior al de la facilidad de depósito para generar así un margen directo para las entidades-. Es decir, supondría generar un ingreso que paliara la ‘multa’ de los intereses negativos. En resumen, el BCE pretende neutralizar en parte el nocivo impacto que los tipos negativos dictados por la institución tienen en la banca. 

Este alivio, por inesperado, suena a música celestial para el sector bancario. Sería lo más parecido que podrían encontrarse a una subida de los tipos, porque indirectamente el efecto vendría a ser similar. "Si esta medida se ajustara a favor de los bancos, esto daría un signo inmediato y positivo para un sector que está infravalorado en bolsa y que también está infraponderado en las carteras", valora Igor de Maack, gestor en DNCA, firma afiliada de Natixis IM.

Pero hay más. Entre los efectos de las medidas que el BCE está estudiando también figura otro: el de acelerar la consolidación del sector. "Al reducir los tipos de depósito negativos que deben pagar los principales bancos europeos, que actúan casi como un impuesto, y al cambiar el programa TLTRO, que en realidad es una subvención para muchos bancos débiles, el BCE podría estar intentando fomentar la transferencia del exceso de reservas del núcleo de Europa, donde son más abundantes, a la periferia a través del sistema bancario”, sostiene Andrew Fraser, de Aberdeen Standard Investments. Y añade: “Este mecanismo relanzaría el mercado de préstamos interbancarios o, más probablemente, fomentaría la consolidación del sector, especialmente entre entidades de diferentes países, a un mayor ritmo que el que hemos visto hasta ahora".

Por el momento, Draghi simplemente ha preparado el terreno. Ahora falta concretar qué hará y cómo lo hará. No habrá que esperar mucho. Solo hasta el miércoles.  

(*) Por error, en la primera versión de este artículo se afirmó que la reunión del BCE era el jueves, cuando tendrá lugar el miércoles 10 de abril. 

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