15 de enero de 2015. Todos los ojos miraban al Banco Central Europeo (BCE), del que se esperaba que justo una semana después lanzara su programa de compras de deuda pública en el mercado, similar al que la Reserva Federal estadounidense había aplicado entre 2008 y 2014. Pero, de repente, emergió el Banco Nacional Suizo (BNS) y precipitó los acontecimientos al romper las ataduras que había mantenido para el franco suizo desde 2011, por la que no toleraba que un euro comprara menos de 1,20 francos, y al rebajar los tipos de interés hasta el -0,75%.
El anuncio, inesperado, a quemarropa, causó un terremoto en los mercados. Ese día, el euro se depreció un 17,5% contra la moneda suiza, para saltar directamente de los 1,20 a los 0,99 francos.
La entidad presidida ya entonces por Thomas Jordan actuó así para desligar al franco del euro y recuperar la autonomía monetaria de Suiza. Fue una maniobra preventiva, determinada por lo que se esperaba del BCE una semana después. Por muy bruscas que fueran las formas, lo hizo porque si no el destino monetario de la entidad hubiera quedado ligado al de la institución presidida por Mario Draghi.
Cuatro años y medio después, el mercado vuelve a mirar a Suiza... porque vuelve a esperarse mucho de Draghi. Salvo sorpresa, este jueves, en su quinto cónclave monetario del año, el BCE preparará nuevas medidas expansivas para lanzarlas en septiembre, entre las que pueden figurar nuevas rebajas de los tipos de interés y retomar las compras netas de deuda y otros activos en el mercado. Incluso no se descarta que el BCE dispare ya alguna de estas 'balas' este mismo jueves.
¿HACIA LA INTERVENCIÓN?
Vamos, un horizonte con más euros y más baratos en el mercado, una expectativa que ya está dejando un reguero de consecuencias en el mercado. Entre ellas, la apreciación del franco suizo. Este martes, el euro se depreció hasta los 1,097 francos, su cambio más bajo contra la divisa helvética en dos años. O visto al revés, el franco se apreció hasta los 0,91 euros, su cambio más alto contra la 'moneda única' en dos años.
"Tratándose de Suiza y del franco, una intervención directa en el mercado sería muy sonada; tal vez por eso Thomas Jordan opte por retorcer aún más unos tipos que ya están en el -0,75%"
La depreciación del euro, que en la primavera de 2018 volvió a los 1,20 francos y que en abril de este año se acercó de nuevo a los 1,15 francos, nutre las especulaciones acerca de si el BNS volverá a actuar de manera preventiva. Con una diferencia importante, eso sí, porque esta vez las expectativas giran en torno a la posibilidad de que instaure otro tope al cruce entre el euro y el franco y, sobre todo, en torno a la opción de que el BNS intervenga directamente en el mercado como 'aviso' para decir que no tolerará cualquier apreciación de su divisa en una economía en la que la inflación todavía es baja. En junio se situó en una tasa interanual del 0,6%.
Suiza cuenta con munición para ello, puesto que en su 'despensa' guarda 759.000 millones de francos -unos 692.000 millones de euros- en reservas de divisa extranjera. En 2011 no llegaban a los 200.000 millones de francos y cuando actuó en 2015 rondaban los 500.000 millones.
Ahora bien, esta intervención, si bien encajaría con el actual entorno de guerra comercial y medidas proteccionistas, podría ser contestada precisamente porque el franco también se depreciaría o frenaría su escalada contra otras monedas, con el añadido de que la divisa suiza no es una cualquiera, sino que por su tradición e influencia en el mundo financiero ese movimiento alcanzaría una resonancia mayor. Es decir, habría que ver la respuesta internacional e incluso la posibilidad de que alentara medidas similares para desatar otra fase de la guerra de divisas.
Tal vez por estos motivos, Suiza se lo piense. Y Thomas Jordan podría optar por otro recurso, como el de retorcer todavía más unos tipos que ya están en el -0,75%. Según los datos que recoge Thomson Reuters, el mercado da una probabilidad del 50% a que la entidad reduzca los intereses en la reunión que celebrará el 19 de septiembre. Para entonces ya tendrá más claro qué hará el BCE. Y podrá calibrar mejor su respuesta. Salvo que quiera sorprender, claro. Como en aquel enero de 2015.