El Banco Central Europeo (BCE) se enfrenta este jueves a una reunión que ha pasado de considerarse de puro trámite a percibirse como un nuevo examen para la institución. La concreción de la nueva estrategia de política monetaria aprobada hace solo dos semanas pone a prueba el modelo de gobierno por consenso en el que tanto énfasis ha puesto su presidenta, Christine Lagarde.
La nueva hoja de ruta del BCE se aprobó antes de lo previsto el pasado 8 de julio con el visto bueno de los 25 miembros de su Consejo de Gobierno. Una exigencia que Lagarde se había marcado desde el primer minuto de su llegada a la presidencia del banco central. Sin embargo, la presidenta tendrá que trabajar duro para que esa uniformidad se repita a la hora de traducir la estrategia en herramientas concretas.
“La unanimidad mostrada al acordar un objetivo de inflación hace dos semanas se pondrá a prueba este jueves”, señalan con rotundidad los analistas de Auriga Global Investors. “La reunión promete ser un animado debate entre los miembros sobre qué orientación debería dar el BCE en el camino de tipos de interés y compra de bonos”, especifican de cara a una reunión que se celebra en pleno temor al impacto de la variante Delta del coronavirus sobre la economía.
Una renuncia menor
Aunque la propia Lagarde ya ha dejado entrever en una entrevista concedida a Financial Times que está dispuesta a renunciar a parte del consenso alcanzado para dar continuidad a una política monetaria acomodaticia, los inversores prestarán especial atención al nuevo tono que adquiera el comunicado final de la reunión. Muy especialmente, con miras al nuevo objetivo “simétrico” del 2% de inflación.
“No me hago ilusiones con que cada seis semanas [en las reuniones de política monetaria] tendremos un consentimiento unánime y una aceptación universal”, reconoció Lagarde al rotativo británico hace unos días. Y es que la nueva estrategia concede al BCE una postura más cómoda para mantener unos estímulos que miembros de perfil más hawkish, como el alemán Jens Weidmann, ya empiezan a considerar excesivos.
Cambios forzosos
En esta ocasión, el mercado confía en que la incertidumbre generada por el avance de la variante Delta sirva para que los ‘halcones’ del BCE adopten una actitud más conciliadora. Además, la institución debe actualizar su cuadro macroeconómico en septiembre, lo que supondría una herramienta más clara para poder definir con mayor atino sus próximos movimientos a seguir.
Estas son algunas de las circunstancias que llevan a Peter Goves, analista de renta fija de MFS Investment Management, a considerar que esta vez no habrá “ningún cambio formal en la política actual” del BCE. En su lugar, sí que aguarda que “la declaración de política monetaria se modifique notablemente” con el fin de recoger la nueva estrategia señalada por la institución.
La misma idea es la que apunta Gilles Moëc, economista jefe de AXA IM, a la hora de señalar que la institución vigilante del euro “necesita cambiar técnicamente la redacción de su guía prospectiva, ya que se ha vuelto obsoleta”. En esta línea considera que el vigilante del euro podría pasar de un enfoque más basado en previsiones hacia uno más dirigido hacia los resultados, algo que “acercaría la comunicación del BCE a la de la Fed”.
Esta política de hechos consumados es la que lleva a los analistas de Bank of America a apuntar que lo que prevén para la reunión de este jueves es “señalar que las políticas acomodaticias -tipos y programa regular de compras de bonos (APP)- serán más persistentes (que no más fuertes) con la nueva estrategia”. Eso sí, sin cifras sobre la mesa para poder salvaguardar el preciado consenso defendido por Lagarde.
La variante Delta y el PEPP
Desde el banco de inversión estadounidense consideran que “podríamos tener que esperar incluso hasta diciembre” para contar con algo de visibilidad sobre el freno (tapering) del Programa de Compras de Emergencia Pandémica (PEPP, por sus siglas en inglés) y la adaptación del APP cuando el primero termine, lo que de momento no se espera para antes de marzo del año que viene.
Aunque el mercado no espera ni calendarios ni cifras concretas por ahora, sí que se aguarda “más luz sobre las nuevas directrices” y, especialmente, sobre qué uso dará la institución a lo largo del verano a las herramientas que actualmente tiene desplegadas. Así lo considera Olivia Álvarez, analista de Monex Europe, que advierte de que “el BCE ha establecido una importante prueba de credibilidad para sí mismo”.
El responsable de estrategia de inversión de Muzinich, Erick Muller, coincide en que la variante Delta se convierte, por esta vez, en un aliado para Lagarde, puesto que “el mercado está valorando un mensaje dovish sobre la base de una mayor incertidumbre acerca del ciclo de crecimiento”. Un escenario que facilitaría la ausencia de voces discordantes a la espera de “tener más información sobre la trayectoria de la inflación durante la segunda mitad del año”.
A su modo de ver, “para evitar un doloroso abismo de liquidez, será difícil detener el PEPP sin mejorar el actual programa de compra de activos (APP)”, cuyo presupuesto está establecido actualmente en 20.000 millones de euros mensuales.
Una opción por la que se decanta también como más probable el gestor de renta fija Germán García Mellado, de A&G, aunque baraja otras posibilidades como “el lanzamiento de nuevos programas con menor flexibilidad” que contentarían a aquellos que defienden que ya es hora de ir empleando un discurso más hawkish que el de las últimas comparecencias de ‘madame Lagarde’.