La ralentización de la economía de Alemania ha lastrado el crecimiento de los países que comparten la moneda única durante el tercer trimestre del año. La eurozona creció entre julio y septiembre a un ritmo modesto del 0,3%, mientras que el conjunto de la UE se expandió un 0,4%, según los datos preliminares publicados este martes por la oficina estadística comunitaria, Eurostat. En tasa interanual, el avance fue del 1,6% y del 1,8%, respectivamente.
La tasa de crecimiento de la eurozona y de la UE es la misma que la del segundo trimestre del año y está en línea con las previsiones de los analistas. Pero la gran sorpresa la ha protagonizado Alemania, que sólo progresó un 0,2% entre julio y septiembre, frente al 0,7% en el primer trimestre del año y un 0,4% en el segundo.
"El crecimiento económico de Alemania está perdiendo impulso", ha señalado la oficina estadística germana, Destatis. La ralentización del gigante alemán se explica por la caída de la inversión y la bajada de las exportaciones debida a la disminución del comercio internacional.
En contraste con la caída de Alemania, Italia y Francia muestran signos de recuperación, aunque todavía a niveles muy bajos que no sirven para compensar el peso de la principal potencia de la eurozona. La economía francesa pasa de una contracción del 0,1% en el segundo trimestre a un crecimiento exiguo del 0,2%, mientras que Italia se acelera del 0% al 0,3%.
El riesgo de la incertidumbre política
Entre los grandes países de la eurozona, España es el que más creció entre julio y septiembre (0,7%), el doble que la media, aunque también empieza a desacelerarse desde el 0,8% en la primera mitad del año. Por delante de España sólo está Portugal (0,8%) y fuera de la eurozona Bulgaria (también 0,8%). Pero Bruselas prevé que la economía española se ralentice desde el 3,2% este año hasta el 2,3% en 2017 y el 2,1% en 2018.
En sus previsiones económicas de otoño publicadas la semana pasada, la Comisión alertó de los riesgos para el crecimiento que suponen la incertidumbre política (desde el brexit hasta la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos) y también la caída del comercio internacional.
El Ejecutivo comunitario cree además que la debilidad persistente de la economía europea podría suponer un freno al crecimiento. Además, en los próximos años la eurozona ya no podrá contar con el apoyo excepcional que ha venido recibiendo de factores externos como la caída de los precios del petróleo o la depreciación de la moneda.